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Demasiada obediencia al plan

BUENOS AIRES --
Hubo un epílogo de lamentos en San Lorenzo. Y justificados. Nadie podía creer que luego de un partido con viento a favor, con enormes posibilidades de asegurar la final durante el primer duelo, en el tiempo extra Nacional de Paraguay hubiera alcanzado el empate en el que ya cifraba escasas esperanzas.

Es probable que San Lorenzo haya pagado cierto quietismo. Cierta tendencia teórica según la cual el fútbol está hecho de detalles, de micropartidos. Y con obtener la módica ventaja en el momento justo (el detalle que hace la diferencia), se rompe definitivamente el equilibrio y se establece un ganador. Así de terminante. Lo sufrimos con la Selección de Sabella en el Mundial, que apostaba a una sola jugada profunda.

Pero más allá de esta noción a la moda, a San Lorenzo lo complicó su fundamentalismo. El haberse atenido a un plan con tanta fidelidad que le impidió leer la realidad.

En la pizarra, el empate en Asunción era una primera parte de la ecuación muy aceptable. Pero en cuanto la pelota empezó a rodar y el equipo de Bauza comprobó que tenía espacios para pensar y elaborar, que Villalba araba su franja con creciente peligro, que el local ofrecía escasas respuestas y tenía dos jugadores disminuidos físicamente (Coronel y Orué), las previsiones debieron haber cedido a una improvisación más optimista. El partido estaba servido y San Lorenzo no lo aprovechó.

El partido "casi" perfecto no existe. Y relacionar perfección con una diferencia exigua, más que un error conceptual, suena a despiste semántico.

Anoche en Paraguay, el juego le pedía a San Lorenzo una actitud de mayor presión ofensiva. Esa habría sido la ejecución perfecta (luego el resultado se puede negar, claro), no el apego a una conducta que, dado el argumento del partido concreto (no el imaginado), carecía de sentido. Era a todas luces un error.

Los cambios para oxigenar (Villalba tomó su relevo con fastidio y no le faltó razón), la premura para cerrar mentalmente una historia que apenas estaba uno a cero son gestos de un conservadurismo que coloca el carro delante del caballo. Que privilegia el proyecto trazado en la concentración y niega los hechos. Imperdonable, sobre todo cuando esos hechos son absolutamente alentadores.

Bauza tiene fama de entrenador previsor. Se lo valora por su celo en cuestiones tácticas. Y nadie duda de que ha llevado a San Lorenzo por el camino correcto. Pero creo que los equipos tan escrupulosamente preparados en el plano teórico, pierden eficacia si no disponen de un plan alternativo. Y de la flexibilidad necesaria para cambiar sobre la marcha sin sentirse perdidos.

Aunque en este capítulo debe emerger el protagonismo de los jugadores. Tal vez de los más experimentados como Romagnoli.

En cualquier caso, las expectativas para la revancha en Buenos aires son buenas. Y la presión del público, que anhela la Copa con fervor acumulado durante décadas, torcerá con su urgencia cualquier guión autista que apueste a la calma chicha, a esperar el acierto esporádico cuando se puede ganar sin penar.