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Un crack depreciado

BUENOS AIRES --
Recuperado por Ramón Díaz luego de una experiencia precoz en el Fluminense, Manuel Lanzini se convirtió de a poco en un emblema de River. No sólo por su protagonismo en el título obtenido en el último torneo (con gol a Boca en la Bombonera incluido), sino porque su presencia significaba la reposición del perfil de jugador del que la historia se River se jacta y que venía escaseando como un rasgo más de su decadencia.

Lanzini, en suma, encarnaba la proyección deportiva y un rescate cultural. Con optimismo, podía ser interpretado como una metáfora del resurgimiento de River.

Desde ya que en su horizonte se recortaba nítidamente una hipotética transferencia a alguna de las plazas más cotizadas del fútbol, camino común de un país exportador como la Argentina.

Pero las urgencias acortaron los plazos. Y, como sucede con las urgencias, quizás las decisiones no han sido las mejores para nadie.

Asfixiado financieramente, River necesita, según su tesorería, embolsar unos 100 millones de pesos. Lanzini, tal vez inducido con vigor por su representante, pretendía cerrar un contrato salvador cuanto antes.

Así que el jugador, con apenas 21 años, se irá a jugar al club Al Jazira, de Abu Dhabi, uno de los siete Emiratos Árabes Unidos, paraíso del petróleo y de las finanzas mundiales, aunque todavía no del fútbol.

Los riquísimos árabes -o sus testaferros, en los negocios de la pelota siempre hay miles de manos- le pagarán a River seis millones de dólares por el 80 por ciento del pase.

Si lo miramos bien, tanto la suma como el destino elegido por el jugador suenan a desperdicio. O a gato encerrado. Justo es reconocer que Rodolfo D´Onofrio, presidente de River, declaró que el club quería conservar a Lanzini dos años más, luego de comprar el 20 por ciento restante de su pase, y que las presiones por emigrar vinieron del lado del futbolista.

D´Onofrio habrá pensado que, con viento a favor y la maduración suficiente, Lanzini valdría unos cuantos millones más de acá a un tiempo, y los hinchas disfrutarían de su talento un rato más.

¿Pero qué habrán pensado Lanzini y sus asesores? Cualquier espectador más o menos enterado habría previsto una meta europea para él. Ligas competitivas, torneos con tradición y prestigio. Cierta adrenalina extrabancaria.

Es difícil que Al Jazira potencie su cotización, de modo que aceptar el nuevo empleo implica renunciar a los desafíos de alto nivel. Apurarse a desechar un sueño donde también rondan los millones de dólares.

Ya se habló mucho del desguace de los equipos, cuya estabilidad dura un suspiro por la diáspora masiva. Pero el caso Lanzini nos hace reflexionar sobre el lugar de la Argentina en el mercado.

Que una de las principales revelaciones de los últimos años continúe su carrera en Abu Dahbi no parece un gran antecedente. Antes, a las ligas periféricas llegaban los jugadores de reparto. Ahora, las estrellas en ciernes desembarcan en un fútbol en construcción y competitivamente nulo.

Número diez, habilidoso, veloz y goleador. Tal ficha personal tenía un alto valor, que amaga con bajar drásticamente como las acciones de una empresa que se va a pique.