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Clásico y moderno

BUENOS AIRES -- La deslumbrante actuación de River en Mendoza concentró la atención de la crítica y del público. Fue una victoria aplastante, y el equipo de Gallardo marcó una diferencia abismal con el adversario. Una brecha que parecía abolida en estos tiempos de competencia tan pareja.
Quedó en claro no sólo su juego dinámico y de a ratos lujoso, sino una ambición sin descanso que lo llevó a mantener el ritmo y la presión, al límite de la voracidad, durante todo el partido.

Hablar de la mano del DT a esta altura del campeonato quizá resulte exagerado. A su vez, hay que subrayar que encuentros como este se dan pocas veces en la vida. Casi nunca sale todo tan redondo; casi nunca el rival se equivoca tan a menudo como Godoy Cruz.

Sí se puede afirmar (o esbozar como deseo) que River intenta señalar un camino de renovación. En contra de la ética vigente que apuesta todo a la única oportunidad, los de Gallardo parecen empeñados en el esfuerzo creativo. En la proliferación de oportunidades ofensivas. Y si bien su velocidad se ajusta cabalmente a las necesidades contemporáneas, no le impide rescatar recetas elementales y clásicas como la triangulación y la búsqueda de la pared.

El gol de Carlos Sánchez, una verdadera joya difícil de superar, y la doble combinación que terminó con el cuarto gol, a cargo de Teo Gutiérrez, son brillantes demostraciones de esta intención.

Clásico y moderno, así luce River. Así alcanzó el pico de eficacia en Mendoza. Con rendimientos superlativos como el de Kranevitter y Teo. Y supliendo colectivamente la ausencia del enganche tradicional, rol ejercido por Lanzini con máxima pericia en las épocas de Ramón Díaz. El volumen de juego depende ahora del aporte de todos. Y surge en especial por las bandas.

Por suerte, River no está solo en esta búsqueda. Vélez, pulido generación tras generación, equilibra contundencia, pragmatismo y aspiraciones estéticas.

Racing, aunque cayó con estrépito en su viaje a Victoria, es otro equipo que indaga con insistencia y buenos recursos (incorporó refuerzos más que interesantes) los rumbos ofensivos. Como tantos (y así lo expresó Diego Cocca, su DT), está en formación y perfilando su personalidad.

Banfield, del que hablaremos más en extenso en otra columna, se alinea con estos argumentos. Es uno de los equipos más intensos del medio. Y al alto voltaje, al ida y vuelta apasionante que signa sus partidos, se le debe añadir la sensibilidad para tratar la pelota. Potencia, precisión y profundidad. Da gusto ver a Banfield. El club, promotor de juveniles, nos enseña que no hace falta la chequera loca para construir un equipo altamente competitivo.

Así como la sucesión de campeonatos mediocres despertó quejas sostenidas, esperemos que este clima de juego más técnico, generoso y atrayente liderado por River tenga un justo reconocimiento.