Jordi Blanco / Corresponsal 10y

Luis Enrique hereda la flor de Cruyff

BARCELONA -- Suplente en Villarreal, el joven Sandro entró en el campo, con 0-0, en el minuto 70 sustituyendo a Pedro. Y a ocho minutos de la conclusión marcó el gol que le dio al Barcelona una victoria agónica. Suplente, y a ojos de muchos señalado, Neymar entró ayer en el campo en el minuto 63 y fue quien a 12 de la conclusión rompió la muralla del Athletic. La fortuna también juega a favor del Barça.

Pep Guardiola, en un libro escrito por un periodista que narra su primer año en el Bayern Munich, admite que no es un 'inventor', sino un 'ladrón de ideas' que ha dado forma a su ideario futbolístico a través de sus vivencias con los grandes técnicos que tuvo. Desde Cruyff a Van Gaal, Capello o Mazzone, el catalán aprendió de todos ellos.

Solo una cosa, a primera vista, no acogió Guardiola: la flor de Johan Cruyff. Podría, de hecho, pensarse que en su legendaria dirección del Barcelona no la necesitó aunque es inolvidable el gol milagroso de Iniesta en Stamford Bridge que podría, debería, incluirse en esa faceta. Pero fue la excepción.

Con Luis Enrique se han recuperado viejas sensaciones en el barcelonismo. La insistencia, la presión, la intensidad y el fútbol de rápidas combinaciones y transiciones vuelven a ser una realidad a las primeras de cambio. Y, entre todo ello, quizá en un segundo plano pero con evidente protagonismo aparece la suerte.

El entrenador asturiano se parece a Guardiola en la gestión que hace del partido. Hábil e intervencionista, Luis Enrique no duda a la hora de cambiar un sistema, variar la posición de un jugador o dar entrada a un suplente no como refresco, sino como solución. Y la solución, de momento, se ha contemplado perfecta.

La perfección que le ha regalado al Barcelona la suerte, porque esos cambios han acabado siendo claves en dos de las tres victorias. Y que podrían trasladar la memoria, en cierto sentido, a la época del padre de la idea que preside toda la personalidad futbolística de este equipo: Johan Cruyff.

El Barça ganó al Villarreal y al Athletic gracias a que los cambios de Luis Enrique acabaron siendo los decisivos en las victorias. La flor del holandés trasladada al cabo de dos décadas nuevamente al Camp Nou en un inicio de proyecto que se sustenta en la firmeza del trabajo y que sin dejar nada en manos de la casualidad tiene el apoyo indiscutible de esa suerte tan necesaria en el fútbol. ¿Merecida? Sin duda.

Pero suerte, flor, al fin y al cabo. En esta historia de comparaciones se recuerda aquel gol de Iniesta en Stamford Bridge, pero para llevarla al extremo cruyffista hay que mentar al gol milagroso de Bakero en Kaiserslautern, la final de Copa de 1990 ante el Real Madrid que salvó la cabeza al holandés, el penalti detenido por González a Djukic en 1994 que le dio la Liga al Barça, la diana de Sergi en Eindhoven o, como puntos cumbres, las dos Ligas ganadas gracias al Tenerife.

No ha llegado, ni por asomo, el Barcelona de Luis Enrique a obtener aquellas dosis de fortuna que abrazaron al club en aquella lejana época. Pero, de entrada, al atrevimiento, a la brillantez y ansias del equipo azulgrana se suma la fortuna en el momento determinado.

Y es que siendo cierto que la suerte hay que buscarla, no puede negarse que por el momento este Barça la ha encontrado.

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