Alejandro Caravario 10y

El hombre nuevo

BUENOS AIRES -- A veces se trata de un ajuste posicional; otras, de un impulso anímico o de la mejoría colectiva. Pero en la mayoría de los casos (de estos casos excepcionales), es difícil determinar por qué un jugador se transforma de manera radical. Y pasa del pelotón de segunda línea a un protagonismo descollante.

Algo de eso le sucede por estos días a Federico Mancuello. Ya se había afirmado como un estandarte del equipo que trascurrió trabajosamente en la B Nacional. Pero entonces, el reconocimiento popular se debía más que nada a la entrega, a su incansable despliegue. Un denuedo que suele compensar otros talentos.

Pero ahora, con un entrenador que le ha dado plena libertad y ha incentivado sus dotes de delantero, se ha convertido en un futbolista completo. De temperamento contagioso, aunque sin demagogia. Y de virtudes tanto para la organización como para la recuperación y la llegada al área.

A punto tal que ha opacado al referente natural de Independiente en las tareas creativas, el Rolfi Montenegro. Tal vez su porte, ligeramente desgarbado, sus modos heterodoxos –inelegantes– de emprender la gambeta lo hagan parecer algo rústico. Pero su zurda es sensible, inteligente y poderosa.

El gol de la última fecha, ante Central, es un compendio ilustrativo de sus talentos. Control preciso, facilidad para encontrar el perfil y remate furibundo.

Un dato es revelador de su repentino esplendor: en lo que va del certamen marcó 7 goles. Casi la mitad de los 16 que anotó en toda su carrera, que no es tan corta.

Mancuello debutó en Independiente en 2008 y, salvo una temporada en Belgrano de Córdoba, donde sólo metió un gol, jugó siempre en el club de Avellaneda.

Identificado más con la lucha que con la faceta productiva, Mancuello tenía sus destrezas reprimidas. Y empezaron a aflorar en la difícil etapa del ascenso. De a poco, fue animándose a complementar la imagen parcial de gladiador y a compartir la conducción del equipo.

A mostrarse y poner el pecho no sólo cuando había que combatir en la mitad de la cancha. También para tener la pelota y armar juego justamente en los momentos en que la pelota quema.

De corazón caliente y cabeza estratégica –virtuosa combinación–, el zurdo de Independiente dispone de una privilegiada condición que no abunda en el medio argentino. Su sentido de la oportunidad para filtrarse en el área por sorpresa.

Mancuello es capaz de encarar con pelota, pero es igual de peligroso cuando se lanza al vacío. Con velocidad, con intuición de goleador y perfecta noción de los tiempos, detecta y ocupa la zona descuidada por el adversario. El cabezazo con el que consiguió el descuento frente a River es una de las demostraciones.

Claro que el componente de la fortuna, indispensable en cualquier racha venturosa, lo acompaña.
No son pocos los hinchas de Independiente que recuerdan un pasado no muy lejano en el que se cansaban de insultarlo. En el que veían un jugador sin muchas luces, tan empeñoso como vano.

Esos mismos hinchas, ahora asombrados y felices, piden una oportunidad para Mancuello en la Selección.
El Tata Martino, hombre de gustos exigentes, lo tiene apuntado. Y haría bien en llamarlo para ver qué consistencia tiene este súbito apogeo.

^ Al Inicio ^