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La noche más triste del Barcelona

Messi marcó el gol 500 del Barça en la historia de la Copa de Europa/Champions, Iniesta disputó su partido número 100 y Xavi se convirtió en el jugador con más partidos de la competición con 143 presencias. Pero ninguna de esas efeméridse tuvo la celebración merecida. Con el paso del tiempo quedarán en los libros y probablemente a ellos se les recordará por todo ello. Hoy no.

París volvió a ser esquivo con un Barça que se vio sorprendido por el hambre del PSG, un Barça al que le costó horrores entrar en el juego y no supo aprovechar el imán de Messi, quien entró en el campo revolucionado pero se vio arrastrado a la derrota sin poder ser él quien arrastrase a sus compañeros al éxito.

El Barça que no recibía un gol en partido oficial desde que Godín marcase aquel fatídico en el Camp Nou el 17 de mayo, encajó 3 de una tacada en una noche fatídica que dejó al descubierto que no todo es ideal en el mundo azulgrana. Falló como un aprendiz Ter Stegen en el segundo gol, anduvieron horribles Alves y Alba en los laterales, sobrepasado en ocasiones Mathieu, perdido Busquets, invisible Rakitic… El trabajo de contención fue un desastre como no se recordaba y toda la pólvora que prometió Messi y a la que se sumó Neymar quedó en un simple detalle, sin importancia.

Motta, Verratti y Matuidi mandaron en el centro del campo de una manera absoluta durante más de una hora e Iniesta, quien partió con la intención de romper por la banda asociándose con Messi, entendió rápido que su centenar de partidos en la máxima competición sería un suplicio.

"No se le ha otorgado el peso que merece el PSG" se escuchó en una emisora de radio, dicho por un ex futbolista, hoy comentarista y que resumió en una simple frase una sensación que se fue ampliando en el entorno del club azulgrana. "Yo sabía que con o sin Ibrahimovic iba a ser un rival durísimo y un partido muy difícil" proclamó al acabar el choque Luis Enrique, pero pareció que el Barça apenas se enchufó cuando se vio contra las cuerdas.

La defensa que parecía haberse asentado como titular en el inicio de curso vivió el peor de los calvarios. Mientras Piqué se lo miraba sentado desde el banquillo, Mascherano y Mathieu se las vieron y se las desearon para cubrir los errores de posición, de pase y de control de un Alves que jugó en modo anárquico otra vez y un Alba que falló tanto en la contención como anduvo intrascendente en ataque, soltando balones sin ningún criterio y llegando a poner de los nervios a sus compañeros.

Sin hacer las coberturas necesarias, sin entregarse en cuerpo y alma se puede ganar a un equipo de la media tabla española. O al APOEL. Pero a la que aparece un rival de primer orden, un equipo construido con la misma ambición de reinar en Europa, la falta de tino te condena a la derrota. Con o sin Ibrahimovic. Con o sin Thiago Silva.

Porque el PSG demostró ese hambre de equipo que quiere una gloria que jamás ha disfrutado y sus jugadores, desde Van der Wiel y hasta Pastore lucharon con sangre en los ojos en búsqueda de ese objetivo. La imagen rabiosa de Marquinhos cuando salvó con su cuerpo un remate franco de Alba fue el ejemplo máximo de la diferencia entre unos y otros.

Luis Enrique ya sabe lo que es perder con el Barça. Y el Barça ya sabe lo que se siente perdiendo con Luis Enrique. Fue un aviso en toda regla. Un toque de atención del que bien hará el entrenador en sacar conclusiones.