Martín Urruty 9y

El peor juego

SUZUKA -- Podría ser ésta la crónica de una carrera llena de matices, el Gran Premio de Japón, en un circuito de los clásicos, con carácter propio, historia en cada metro, disparador de emociones que recuerdan otras emociones. Al cabo, como aquella primera vez en ese país, en 1976 y al pie del Monte Fuji, este Gran Premio en Suzuka fue una competencia bajo la lluvia que hasta bien podría haber definido la suerte del Campeonato Mundial. Pero no. La 15ª fecha resultó una módica y entrecortada procesión. A contramano de la definición, puede ser ésta la crónica de lo que no fue, el repaso de lo que jamás aconteció.

En la reseña de lo que sí pasó, en cambio, aparece una carrera económica en emociones y adelantamientos como suele ser la Fórmula Uno de estos tiempos, definida con una buena maniobra de Lewis Hamilton -gracias a la ayuda del alerón movil- por afuera al llegar a la primera curva, en el inicio de la 29ª de las incumplidas 53 vueltas. Así pasó el inglés al alemán Nico Rosberg, su compañero e íntimo enemigo en Mercedes, cobijo de los hombres que definirán al campeón de la temporada. La lluvia, consecuencia del tifón Phanfone anticipado puntillosamente y con varios días de antelación por los meteorólogos, marcó el pulso del recorrido: gomas para aguacero extremo al comienzo, intermedias en el primer recambio, otro juego para cuando fue armándose una huella oreada y la incertidumbre propiciada por el chaparrón del final que llevó a que varios pusieran otra vez neumáticos para lluvia extrema, dispuestos a terminar un recorrido inconcluso, primero por neutralización del auto de seguridad y luego por la detención con bandera roja.

En el compilado de lo que no ocurrió sobresale la inflexibilidad del poder, cuya consecuencia es que ahora el joven y prometedor francés Jules Bianchi pelee por su vida en el Hospital General de Mie. La burocracia del Campeonato Mundial, que hace tiempo cedió postestades y controles a Bernie Ecclestone y sus patrones con capital, impidió que el Gran Premio japonés fuera movido de horario ante la certera previsión del tifón y sus efectos. Como 38 años atrás, ocasión de la decisión del título entre Niki Lauda y James Hunt, el show siguió adelante a pesar de que las condiciones de seguridad estaban seriamente amenazadas.

Las carreras fuera de Europa son acomodadas según las predilecciones del mercado televisivo del continente viejo. Por eso en los últimos años han sido modificados los horarios de largadas y apareció el nocturno Gran Premio en Singapur. Por caso, hace apenas cinco años, la carrera en Malasia sólo tuvo una treintena de vueltas -y repartió la mitad de la puntuación- porque comenzó en horario tardío para agradar al público europeo, debió ser detenida por otro previsible aguacero y finalmente concluida porque ya no había luz natural suficiente para reanudarla.

Ante la inminencia del tifón y sus efectos, hubo iniciativas para adelantar un día la carrera, al sábado, o para programarla antes el domingo. Ninguna prosperó. A la primera, cuentan, se negó el promotor local debido a la venta de entradas para el domingo. Ecclestone, en representación de sus patrones, se encargó de vetar la otra, que aseguraba una carrera sobre seco y concluida antes de que arreciara el temporal. La Federación Internacional del Automóvil, como suele ser habitual en estos casos, dejó hacer a quienes manejan su campeonato.

Como había previsto hasta el más amateur de los meteorólogos en Japón, la lluvia fue tal a la hora del comienzo que el auto de seguridad guió al pelotón en el inicio: al cabo de dos vueltas el show fue detenido con bandera roja. No bien amainó el aguacero, otra vez el coche insignia encabezó la fila hasta que las condiciones mejoraron. No había tiempo que perder: el arranque tardío dejaba una estrecha franja con luz natural en Suzuka, ya disminuida por las malas condiciones meteorológicas.

Cuando la lluvia creció en intensidad y aún faltaba una decena de vueltas para el cierre del recorrido, Adrian Sutil se despistó en la curva 7, un sitio encharcado al que se llega a alta velocidad. Su Sauber pegó contra la barrera de contención, el alemán salió sin problemas y un tractor grúa irrumpió en la banquina para quitar el auto maltrecho. Ese operativo estaba en marcha al tiempo que flameaban las banderas amarillas en el lugar, cuando un giro después se despistó Bianchi. Descontrolado, su Marussia fue a golpear directamente contra el vehículo pesado. Se metió debajo de él, lo que dañó la barra antivuelco y despedazó el chasis. Bianchi, protegido de Ferrari, sufrió severas heridas en la cabeza. El auto de seguridad y el coche médico fueron enviados a la pista. Uno neutralizó la carrera, poco después detenida con bandera roja para sellar la tercera victoria consecutiva de Hamilton y la octava del año, lo cual le permitió estirar a diez puntos su ventaja con Rosberg en el Mundial. El otro acudió en la asistencia de Bianchi, quien finalmente fue trasladado en ambulancia porque -se argumentó- no estaban dadas las condiciones para que volara el helicóptero sanitario. ¿Acaso nadie lo había notado antes? El espectáculo tenía que continuar.

Bianchi fue operado por las graves heridas sufridas y, se deslizó, derivado a terapia intensiva sin asistencia respiratoria. Es lo que ocurrió, en buena parte, por todo lo que no pasó.

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