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Lluvioso y polémico

BUENOS AIRES -- Pasó un nuevo Superclásico y la pregunta es: ¿quién ganó con el empate? Da la sensación que el 1 a 1 dejó conformes a los dos, aunque mirando el escenario general del campeonato es River el que tiene más para festejar. Lo igualó sobre el final y mantuvo la punta, el invicto y la racha ganadora (contando los amistosos) de los últimos tiempos sobre el clásico rival.

Boca sigue lejos de la pelea, y aunque todavía faltan 27 puntos por disputarse, las ocho unidades que los Millonarios le llevan de ventaja suenan a mucho.

Antes que nada, una obviedad: el partido no se debió haber jugado. La intensa lluvia que cayó antes y durante el encuentro hizo imposible que el clásico se desarrollara con normalidad.

Podríamos decir, entonces, que a partir de la decisión de arrancar el encuentro cuando el sentido común indicaba lo contrario, el árbitro Vigliano comenzó a protagonizar una tarde para el olvido.

Tuvo un muy mal encuentro el juez. Y Boca terminó siendo claramente el más perjudicado: cobró un penal que no fue (por mano de Gago que no existió) y en la misma jugada echó al volante xeneize por último recurso. Doble error, que obligó a los visitantes a jugar casi todo el segundo tiempo con un jugador menos. Más: tampoco echó a Mercado luego de una dura "plancha" contra Calleri cuando arrancaba el complemento, situación que hubiera emparejado nuevamente el trámite del partido.

Del encuentro hay poco para analizar. Con la cancha intransitable, donde no se podían dar dos pases seguidos porque el agua frenaba constantemente el balón, los dos equipos apostaron al rechazo permanente y al juego aéreo constante. Así, cada pelota parada se festejaba casi como un penal, y era el comienzo del desfile de centrales hacia un arco o hacia al otro.

De esta manera llegó el gol de Boca: centro al área y Magallán, cerca del punto del penal, les ganó a todos para poner el 1 a 0.

Sin dudas, por el estilo de juego de los dos equipos, los Millonarios fueron los que más sufrieron por el campo de juego. Acostumbrados a la precisión de Pisculichi, la habilidad de Teo, el despliegue de Sánchez, esta vez los locales, obligados por las circunstancias, debieron resignar el toque, la velocidad para hacer daño por abajo.

Boca se sintió más cómodo: desde la llegada del Vasco Arruabarrena el equipo se indentifica con la garra, la fuerza, la presión constante y la potencia de sus delanteros. Hubo un muy buen partido de Chávez, de Meli, de Calleri, futbolistas a los que el DT apostó desde que llegó y que siempre le responden.

Tras el gol xeneize, River llegó en un par de ocasiones con peligro y convirtió en figura a Orion. De todos modos, Boca aguantaba bien cerca de su arco y cuando podía apostaba a la contra. Hasta que llegó la polémica del penal, y el remate desviado (por arriba del travesaño) de Mora.

La segunda mitad fue más de lo que se vio sobre el final del primer tiempo. Sin embargo, pese al claro dominio de River, no tuvo el local muchas chances de gol ante Orion. El partido se ganaba o se perdía por arriba, eso estaba claro, y Gallardo acertó: puso a Pezzella (defensor de buen juego aéreo) para que fuera a jugar de "9", y enseguida, tras el cabezazo y el rebote del arquero, llegó el empate.

Faltaban 10 minutos, y fueron emotivos: porque Boca tuvo una clarísima con Chávez que tapó Barovero, y River, que también se quedó con 10 por la roja a Funes Mori (fuerte entrada a Meli), también dispuso de una sobre el final en la cabeza del ingresado Boyé.

Pasó el Superclásico, una verdadera final en el medio del torneo. Ahora se vendrá la segunda mitad del campeonato. River, que sumó tres de los últimos nueve puntos en juego, deberá ratificar por qué es el mejor hasta el momento; Boca tendrá el desafío de seguir mejorando, y de continuar en la búsqueda del estilo que pretende imponer su entrenador.