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La paradoja de la fidelidad

El astro de los Lakers volverá a jugar a tope con los Lakers en esta temporada AP Photo/Mark J. Terrill

Es el día 13 de abril de 2013. Kobe Bryant sale como puede del vestuario para hablar con los periodistas. Los Lakers, sus Lakers, han ganado, pero sin embargo el pronóstico extendido señala nubarrones de tristeza en el Staples Center.

Su rostro está desencajado y lucha para ocultar lágrimas en público que luego, en privado, serán inevitables. Es la Mamba Negra tejiendo en el limbo, es el físico -y el paso del tiempo- diciéndole no al espíritu. "Simplemente terrible. Es una sensación terrible, hombre", dice, ante la pregunta recurrente, y acto seguido el corazón construido por cables y micrófonos se desvanece para liberar la espina clavada, que no es otra cosa que él mismo envuelto en su telaraña de pensamientos.

Los mejores aprendizajes siempre emergen del dolor.

Bryant trabajó duro para recuperarse de la lesión más complicada de su carrera. La obsesión enfermiza por competir lo llevó a lugares extraños en su ruta hacia el regreso, alternando momentos de euforia con rayos de frustración. La fórmula fue ir siempre un poco más allá de lo permitido. En el cóctel de ingredientes, las gotas se sudor se mezclaron con lágrimas y su vuelta, celebrada en tiempo récord, trajo aparejada una desgracia como efecto rebote: sólo pudo participar en seis partidos de la temporada por una fractura en la rodilla izquierda.

El 99% de los jugadores de básquetbol del mundo se hubiese dejado caer al precipicio con otro empujón así. Pero Kobe es Kobe. La vieja escuela sabe tanto de dolor como de redención, y no hay nada más maravilloso en la vida de un deportista que la posibilidad de regresar. A un lugar, un tiempo, un momento. Los griegos decían que nadie puede bañarse dos veces en un mismo río.

Sin embargo, algunos, como Kobe, contradicen esta premisa al borrar con el codo lo que el destino escribió con su mano.

Años atrás, Bryant estuvo cerca de jugar en Chicago Bulls. Los fanáticos de Lakers supieron armar carteles con su nombre implorando que por favor no dejara la ciudad de las estrellas. Hollywood siempre será Hollywood. Pese a eso, fueron los mismos fanáticos los que criticaron a la dirigencia angelina cuando le renovaron contrato a Bryant, en noviembre de 2013, por un valor de 48.5 millones de dólares. Con su salud en riesgo, el amor ya no fue el mismo.

Bienvenidos, entonces, a la paradoja de la fidelidad.

Con este acuerdo en el papel, los Lakers mantuvieron a su estrella pero evitaron la posibilidad de una renovación de plantel tan drástica como inevitable. Y un Kobe entre algodones se quedó sin un coro decente alrededor para pelear por algo importante. Años atrás, los resultados no hubiesen sido significativos en esta decisión: todos hubiesen aplaudido a la estrella, y a la directiva, por no traicionar sus ideales. La identidad siempre estuvo por encima de todas las cosas. En los tiempos que corren, esto ha dejado de tener tanta trascendencia, porque lo único que parece importar es el triunfo. Sin ir más lejos, los mismos fanáticos de Cleveland que quemaron las camisetas de LeBron James hace algunos años, hoy están en la tienda de los Cavaliers comprando nuevas.

Los Lakers de la actualidad tienen pequeñísimas chances de lograr algo importante. La escena con la que se encontrará Kobe para 2014 será la de un paraje desolador, con hojas moviéndose al ritmo de un viento frío y molesto. ¿Qué es lo que hace, entonces, a este hombre pelear una vez más contra el orden establecido? ¿Es acaso su falta de resignación la que lo ha hecho ser protagonista absoluto, tanto para bien como para mal? Estas preguntas, como nacen, morirán en el propio Bryant.

Los Angeles, sin embargo, prometen algunos tips interesantes. Más de un año y medio después de iniciar juntos en los prometedores Lakers de la era de Dwight Howard -vaya desilusión, por cierto- Steve Nash y Kobe volverán a compartir un quinteto inicial. Emulando a 'The Bucket List', si Bryant es Morgan Freeman, Nash es Jack Nicholson: los dos son felices por cumplir ese último deseo de jugar juntos, pero bien saben que ya no quedan demasiados ítems por tachar en la lista. La temporada 2014-15, en consecuencia, ya no podrá ser lunar de nada en sus dilatadas trayectorias.

Byron Scott regresa a la franquicia angelina, ahora como entrenador. Mientras los fanáticos se preguntan qué hubiese sido de este equipo con Scott arribando algunos años antes, el papel que le toca al ex coach de los Cavaliers es el de la reconstrucción. Pese a que todos sabemos que esa es la elección por defecto, Kobe hará todo lo que tenga al alcance por volver a correr el límite y ganar ahora, pese a que directivos, compañeros, su salud y el propio tiempo indiquen lo contrario.

No se puede juzgar a Bryant, porque la fidelidad, en definitiva, empieza por uno mismo. Es el ADN del genio el que construye la paradoja.

No quedarse con nada y competir hasta el final, aún cuando ya no parezca haber luz al final del túnel. Más allá de cualquier planeamiento estratégico, con él no hay lugar para resignaciones.

Así fue Kobe Bryant ayer, así será hoy, y siempre.