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Yo a vos te tengo

El Tata compartió una temporada con Leo EFE

BUENOS AIRES -- El sábado será la segunda prueba de Gerardo Martino al frente de la Selección, luego de un debut más que esperanzador, el 3 de septiembre, en Alemania, con un 4-2 sobre el equipo local.

Si bien, en principio, el Tata ha respetado, nombres más o menos, el plantel que jugó el Mundial, se animó a algunas novedades y omisiones.

Aquella vez, por caso, convocó a Lamela y a Gaitán. Ahora es el turno de Pastore, que al igual que Roberto Pereyra saldrá a jugar desde el arranque. Asimismo, llama la atención la ausencia repetida de Gonzalo Higuaín, nombre indiscutido durante la gestión de Sabella.

El partido en China ante Brasil, además de actualizar una rivalidad picante, a la que Argentina llega con el ánimo en alza y el rival con la autoestima machucada por el colapso del Mundial, sellará el reencuentro del DT de la Selección y Lionel Messi.

Ambos compartieron vestuario en Barcelona en la temporada pasada y acaso ninguno de los dos guarda un buen recuerdo de aquellos tiempos de sequía para el equipo catalán.

Ahora las condiciones son otras. Y otras las expectativas. Los entrenadores anteriores (Maradona, Batista y Sabella) entendieron que el destino del equipo nacional dependía del bienestar de Leo. De su comodidad en la cancha y en la concentración.

Y ese, por lo tanto, fue el eje de sus determinaciones. Lograr la felicidad de Leo suponía, para esta línea de pensamiento, garantizar la diferencia con el resto de los contendientes.
Tal vez por característica personales (paciente, de perfil bajo, con un narcisismo atenuado) Sabella fue el más eficaz. Y el que de modo menos solapado ejecutó los deseos de Messi.

El trato de monarca y el confort de Messi no redundaron, como está a la vista, en la obtención de títulos. Hace falta siempre un equipo y hace falta que su estrella superdotada se comporte a la altura de su fama.

Martino, durante su corta estadía en Barcelona, insinuó que su política con Lionel es diferente, de menos concesión. No porque no lo juzgue el mejor del mundo, sino quizá porque construirle cotidianamente un pedestal implica someterlo a la lejanía del resto, aislarlo, y a la vez condenarlo a una exigencia superlativa, imposible de satisfacer.

Mientras que, para Pep Guardiola, Messi no podía ser reemplazado así el equipo estuviera ganando 16 a 0 y se tratara de un entrenamiento, Martino lo cambiaba a menudo. Para cuidarlo, para evitarle cansancio gratuito y para demostrar que el mejor del mundo también es un mortal sometido a las mismas reglas y el mismo desgaste que sus compañeros.

No creo que se trate sólo de la vocación democrática del DT rosarino. Además es un modo de liberar a Messi de sus agobiantes obligaciones. De la ansiedad y la avidez de copas del público argentino, que han hecho centro en el número 10.

La holgada victoria ante Alemania sin Messi fue una buena señal. El equipo funcionó a la perfección sin él. Y Di María, acostumbrado a descollar de manera relajada, concentró los adjetivos desmedidos.

Messi volverá a la Selección sin necesidad de reponer todo el talento faltante. Sino a aportar, libre de cargas injustas, el complemento de su genio.

Si nadie espera milagros, mucho menos el Tata Martino, es probable que nos encontremos con su versión más perfecta.