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Los viejos fantasmas

BUENOS AIRES -- La performance de la Selección en China dio la impresión de un franco retroceso. No sólo respecto del debut del Tata Martino como entrenador, hace algo más de un mes en Alemania, sino también del proceso previo a cargo de Alejandro Sabella.

Respetuoso del exitoso periplo de Argentina en el Mundial y de la riqueza indudable del plantel, Martino conservó casi intacta la estructura del período anterior.

En el amistoso ante Alemania, ese equipo dio señales de haberse remontado a los mejores tiempos, cuando la ambición ofensiva lo tornaba vertiginoso, vertical, incontenible.

Esta vez sucedió algo semejante. Pero en lugar de retrotraerse al esplendor, el equipo regresó a la etapa de mayores vacilaciones.
En la derrota frente a Brasil, la Selección jugó como si estuviera en formación; indiferente a sus cuatro años de rodaje. Y resurgió una antigua fragilidad que se creía superada.

Como en su época más vulnerable, el sector derecho de la defensa ofreció escasas garantías. El choque de comedia entre Zabaleta y Fernández en el primer gol fue la muestra más frustrante. ¿Los jugadores se conocen tanto que ya no se hablan para informarse mutuamente de sus posiciones?

Con un Neymar desatado, al que no le pesó en lo más mínimo la experiencia aciaga del Mundial, los desacuerdos para marcar y los problemas para volver de posiciones de ataque se pagaron a un precio alto, que incluso pudo ser mayor.

Neymar quizá pecó de displicente en un par de ocasiones; si no, de contragolpe, Brasil pudo haber dibujado un marcador más categórico.

Ante la desorientación, la falta fue un recurso disponible en todo momento. En un partido más formal, el árbitro habría mostrado alguna tarjeta roja.

Romero también insinuó deficiencias que alarman. Falta de reacción en el primer gol, timidez para abandonar los tres palos, tendencia a regalar el área.

A sabiendas de que Martino prefiere los arqueros jugadores, al estilo Guzmán, no cuesta imaginar algún cambio en un puesto tan sensible.

Por lo demás, la contención en la mitad de la cancha quedó en deuda. Pereyra jugó un buen partido, pero aun así Mascherano enfrentó en soledad el paso veloz de los brasileños por esa zona de tránsito.

Lo grave es que no hubo compensación ofensiva de esa carencia. Argentina tocó y se multiplicó en ataque sólo quince minutos. Después le faltó carácter, persistencia en la búsqueda y precisión con la pelota. Tal vez el penal errado por Messi minó en demasía el ánimo.

Puestos a observar el lado positivo de la derrota (que los jugadores atribuyeron a la etapa de adaptación al nuevo entrenador en la que están inmersos), es de esperar que, si tenía transformaciones en mente, Martino comience a ejecutarlas sin más dilaciones.

Las derrotas pueden servir para exponer crudamente lo que no funciona. Tal vez este sea el caso. Aunque todavía hay mucho tiempo y ensayo por delante, nunca es demasiado temprano para abocarse a enmendar errores.