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Boca dio otro paso para atrás

Mariano Echeverría declaró en la previa al partido contra el ignoto Capiatá que perder, para Boca, sería una catástrofe. Y Boca perdió. Echeverría puede quedarse tranquilo: tras la histórica derrota, no hubo ninguna catástrofe en La Bombonera.

Los Xeneizes no merecieron perder: aunque jugaron mal, generaron al menos ocho situaciones de gol, no les dieron un claro penal y convirtieron al arquero rival en figura. Encima, tuvieron la mala fortuna del gol en contra que de rebote dio Magallán y que terminó siendo el de la victoria rival.

Eso sí: el equipo dio otro paso atrás, uno más contando los últimos partidos. Es que más allá de la dura caída, lo que más preocupación dejó en los hinchas fue que el conjunto xeneize se pareció más al de Bianchi de la última etapa, que al del Vasco de los comienzos, ese que de la mano del nuevo DT ilusionó a la gente.

Da la sensación que el envión anímico tras la llegada de Arruabarrena se viene diluyendo, y los fantasmas del equipo del Virrey
vuelven a decir presente. El partido ante los paraguayos no puede analizarse como algo excepcional, más allá que perder de local ante un rival con sólo seis años de historia sea extraordinario.

Los últimos encuentros del xeneize fueron bastante parecidos al jugado en la noche de La Bombonera. Repasemos: 1 a 1 contra Banfield, sin dejar una buena imagen; flojo 1 a 0 contra Quilmes, uno de los conjuntos más débiles del torneo local; pobre partido contra Central el domingo pasado, donde también arrancó perdiendo y a puro centro pudo darlo vuelta en una ráfaga de cinco minutos. En el medio, estuvo el 1 a 1 contra River, que por el estado pésimo de la cancha dejó poco para el análisis.

"Jugando así vamos a perder más de lo que vamos a ganar", aseguró el DT luego del sufrido triunfo ante Central. Eso fue el domingo. No se equivocó. Tres días más tarde Boca volvió a jugar igual, tuvo menos fortuna, y perdió.

Al equipo le falta fútbol: no genera juego como para llegar con claridad al arco rival. Gago, aunque no esté en su mejor nivel, suele ser el que mejor distribuye el balón de mitad hacia delante. Contra River jugó sólo 45 minutos, y ante Central y Capiatá estuvo ausente por su convocatoria a la selección.

Meli, de gran aparición desde que llegó el nuevo DT, es otro que bajó el nivel en la mitad de la cancha. Y Boca lo siente. En el fondo, el entrenador perdió a los dos centrales titulares por lesiones: no están el Cata Díaz ni Forlín.

Arriba la pelota llega muy sucia, y los delanteros tienen pocas chances para convertir. Y eso que Boca arrancó ante Capiatá con tres (Chávez, Calleri y Martínez) y terminó con cuatro, tras el ingreso de Gigliotti.

El fútbol está ausente, pero también la presión y la actitud permanente buscando recuperar la pelota, algo que fue una marca registrada en el arranque de la era Arruabarrena. Ahora, Boca es un equipo largo, que no presiona, que pierde las divididas. Así, se abusa más del pelotazo y del "ollazo" salvador al área cuando el resultado es adverso.

Tiene mucho para mejorar el conjunto de la Ribera. Tiene mucho para trabajar y para corregir el Vasco. En el torneo local está lejos, y por eso todas las fichas están puestas en avanzar en la Copa. Le quedan 90 minutos para dar vuelta la historia. De lo contrario, quedará afuera de todo cuando todavía resta mucho por jugarse. Y eso para Boca nunca es bueno.