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El taxista triste

BUENOS AIRES -- Queridos lectores, como todos sabemos el fútbol atraviesa todos los niveles sociales, ingresa en todas las cuevas, pasea por todos los jardines y late en cada habitante de la ciudad.

Buenos Aires es una ciudad de remadores, de gente que corre desesperada en pos de ganarse un mango. Hoy me tomé un taxi temprano, iba apurado por los temas y obligaciones diarios del vivir en una gran metrópoli.

Para ser sincero, trato de no pensar en fútbol todo el tiempo, trato de hacer otras cosas, leer otro tipo de informaciones, pero el arte de la pelota siempre llega a mi vida de la manera más inesperada, en el momento menos deseado, tal vez.

En la esquina de Corrientes y Riobamba me tomé un taxi. Quería llegar más rápido a un curso de budismo, pero la calle estaba muy congestionada.

El taxista me miró por el espejo retrovisor y comenzó a hablarme: "Mi yerno se acaba de ir de la casa, la vida es un garrón amigo..."

De la nada, sin que yo le preguntara, el taxista me mandó esa. Pensé que era una trampa, un simple pie para darme conversación y saber qué pensaba.

Continuó.
-- MI ex yerno jugaba en la reserva de Vélez Sarfield, vive en Rafael Calzada, se compró un terrenito y está construyendo su casa. Un buen día se cansó de viajar de Calzada a Liniers y se borró. Dejó todo...
-- Pero ¿cómo? ¿Así de la nada?
-- Agarró un bolso y se fue. Dejó una carta. El fútbol lo estaba exprimiendo. Le dijeron que podía llegar más rápido en Tailandia y se fue para allá.

El relato del taxista, su dura historia de vida se me hacía increíble. Un hombre joven que está a un paso de jugar en Primera, se va a probar suerte a Tailandia. Eso era delirante.
-- Miré señor, tal vez usted no comprenda, pero yo entiendo bien al pibe. Un futbolista tiene que ser ante todo un aventurero, buscar rumbos. Hay muchos equipos del mundo en donde se puede jugar y ganar dinero. Vélez no es todo.
-- Sí, sí. Pero irse de un día para el otro, dejar la casita, la mujer todo, es raro. ¿No le parece?

El tránsito finalmente se aligeró y el taxi salió como por un tubo por Riobamba derecho, atravesó el Congreso y siguió para el lado de Constitución. No dije nada más, ni él dijo una palabra más.

Me dejó pensando. ¿Un futbolista, debe ser un aventurero? Tener ese espíritu de saltar de un país a otro en busca del gol, ser un eterno inmigrante en lugares distintos. Soportar la soledad, el desarraigo, los problemas con sus compañeros.

De pronto, vi la otra cara de la vida de un deportista.

Me quedé pensando en ese muchacho mucho tiempo. ¿Cuántos como él se lanzan a la aventura? ¿Y a cuántos les va bien? Imposible saberlo.

¡Dejar Vélez para ir a jugar a Tailandia suena como un disparate! Tal vez, una decisión apresurada.

Como sea, pude ver una lágrima en los ojos del taxista, el espejito retrovisor es un alcahuete del alma.

"Yo sé que va a volver, tiene que volver". Fue lo único que me dijo, le pagué con un billete de cien y no esperé el vuelto. No podía soportar ni un minuto más arriba de ese taxi.