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Iker, el aguafiestas del Barcelona

MADRID -- Hacía siete años que el Bernabéu no veía una contundente victoria del Real Madrid en un clásico, desde que en la temporada 2007-2008, el conjunto merengue se impuso por 4-1 a su acérrimo rival en la ida del campeonato doméstico.

Una victoria que para el orgullo merengue tuvo un valor agregado: fue en su casa donde Claudio Bravo vio su récord de imbatibilidad llegar a su fin y vieron frustrado el intento de Messi de llegar a los 251 goles de Telmo Zarra como máximo goleador de la Liga. Lo impidió Iker Casillas.

En esa temporada 2007-2008, Real Madrid se coronó campeón de Liga y el arquero, Iker Casillas, consiguió su primer trofeo Zamora con 32 goles recibidos en 36 encuentros para un promedio de 0.89 goles por partido. Era su novena campaña defendiendo los colores del Real Madrid y fungía ya como segundo capitán del conjunto merengue.

Después vendría una obscura época para el Real Madrid en que sufrió cuatro derrotas como local en la Liga a manos del Barcelona -- incluida la histórica goleada por 2-6. Un empate y apenas una victoria en casa en un clásico en la competición doméstica en siete años. Pero en 2007 nadie en el Bernabéu se planteaba pedir su cabeza por mal que fueran las cosas.

<7p> Posteriormente vino el interminable asunto del Topo. Las dudas. Entre una cosa y otra, el capitán no había vuelto a ser bien recibido por su afición hasta esta noche. En el que supuso su clásico número 36 para colocarse a uno de dos grandes mitos, Fernando Hierro y Raúl, Casillas contribuyó con la salvada clave, la que le valió que la grada, al unísono, coreara su nombre por primera vez en la campaña.

Al minuto 22 del encuentro privó a Lionel Messi de su oportunidad más clara de gol con una gran atajada. Mató al 'elefante en el salón' pues en cuanto el balón tocó las botas del '10' el Bernabéu contuvo el aliento; de tener éxito, Barcelona duplicaría la ventaja y lo que es peor conseguiría uno de sus máximos logros individuales en casa del máximo rival.

Pero Casillas lo impidió. Demostró que su gafete no está de adorno y el Bernabéu lo agradeció. "En este tipo de partidos, cualquier detalle es muy importante. Es verdad que Iker estuvo brillante", señaló el director de relaciones institucionales del Real Madrid, Emilio Butragueño, tras el encuentro.

Tras esa intervención vendrían cuatro atajadas más, pero para entonces el Real Madrid era ya dueño de la situación. Con cada gol, desde el que supuso el empata 1-1 desde el punto penal hasta el 3-1 de Benzema, Casillas celebraba, solo, en su área, con la rabia contenida por años.

Con cada una de las cinco atajadas que tuvo en los 90 minutos, Iker demostró que su buena racha, en la que ha recibido un gol en los últimos 448 minutos, tiene poco de afortunada. Justificó, con creces ante los ojos de 90 mil personas que terminaron por ovacionarlo, que la confianza depositada en él por Carlo Ancelotti no es gratuita.