Víctor Macín Serrano 9y

El génesis de una rivalidad inevitable

MÉXICO -- "América no viene a Guadalajara a ganar, eso es rutina. Nosotros venimos para cambiarle el número de su teléfono de larga distancia. Así es que ya lo saben mis amigos: cada que quieran llamar a Guadalajara, marquen: dos cero, dos cero, dos cero o, el 20-20-20. Cortesía del América"...  Fernando Marcos, 1959.

Lejos de un discurso, solo fueron 51 palabras de aquel gran personaje del futbol. 57 años después, el regodeo de Don Fernando Marcos aún tiene eco en el Clásico Nacional.

Era la temporada 1959/1960. América, entonces dirigido por Fernando Marcos, enfrentó consecutivamente a los tres equipos de Jalisco. A los tres los venció y fue en la cancha de Oblatos, entonces casa del Rebaño, que el equipo capitalino derrotó 2-0 a las Chivas. Pero no sería la última vez que se vieran las caras en esa campaña.

Fue entonces que al técnico azulcrema se le ocurrió burlarse de los rojiblancos. Ahora bien, no fue un arranque de soberbia o comicidad con toques burlones, el señor sabía lo que hacía: quería una rivalidad con el Guadalajara. Una que estuviese firmemente sustentada en un claro antagonismo entre las instituciones.

"Ya estábamos listos para retar al Guadalajara. Decidimos, ya que ellos eran el muchacho bueno de la película, ser nosotros el villano; si ellos eran modestos muchachos mexicanos, nosotros íbamos a ser los soberbios 'riquillos' con extranjeros".

Y el 22 de julio de ese mismo 1959, sucedió el acontecimiento que le daría el impulso definitivo al pique: Emilio Azcárraga Milmo adquirió a las Águilas con la clara idea de ser ese villano que la televisión necesitaba.

El 22 de noviembre, en Ciudad Universitaria, la gente se lanzó en masa a la cancha del Pedregal y rompieron el récord de entrada del inmueble. El sueño se cumplió: El equipo de Chivas, aún dolido por la derrota en Guadalajara y con los oídos aturdidos por las 51 palabras de Fernando Marcos en la primavera, dejaron en la cancha corazón, hígado, riñones, sangre, y ganaron 2-1. La venganza estaba consumada. El Rebaño y su afición festejaban un dulce desquite y su tercer título en la época profesional.

América perdió la corona y un decisivo partido en casa. Pero fue una victoria a largo plazo, al menos para el dueño. El mayor objetivo se había consumado: El futbol mexicano tenía un Clásico Nacional.

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