Salvador Rodríguez 9y

El día que la selva de Zaire rugió

MÉXICO -- El rugido en la selva llegó a cada rincón del Planeta Tierra, Ali y Foreman pusieron el mundo a sus pies y revolucionaron el boxeo hace 40 años. Los dos salieron vestidos con zapatillas, calzoncillos y un par de guantes; debieron haber salido de gala para protagonizar una batalla que fue, desde un inicio, tocada por los Dioses.

Cualquier promotor pudo haber llamado aquella contienda 'Foreman vs Ali', o 'Ali vs Foreman'. Con los nombres de Muhammad y George bastaba para hacer historia aquel 30 de octubre de 1974, pero no fue suficiente para Don King, aquel hombre extravagante, de fácil palabra y cabello erizado que decidió llevar a los dos boxeadores a las estrellas y terminó llamándola 'The Rumble in the Jungle'.

El primer campanazo no había sonado en el Estadio 20 de mayo de Kinshasa, Zaire, y ya todo el mundo hablaba de la pelea. Había 5 millones de dólares, por primera vez, para cada uno de los contendientes. La televisión estadounidense se había trasladado hasta la nación africana liderada por el dictador Mobutu Sese Seko. La pista estaba lista para el gran baile.

Ali venía en plena campaña de reconstrucción. Haberse negado a participar con el ejército estadounidense le había costado muy caro a Muhammad pero tras pagar el precio fue labrando su camino hasta llegar a Foreman, un bestial golpeador que, como él, había ganado el oro olímpico y venía vapuleando a todo aquel que se le pusiera enfrente.

Foreman era favorito, era el más joven, el más fuerte, el invicto. Pero Ali se encargó de echar los pronósticos a un lado apenas pisó Zaire. Puso el de Louisville a los locales en contra del de Houston, luego la posposición de la pelea por un corte en un párpado de George no fue del agrado del público y tampoco cayó bien que 'Big George' no abriera su campamento diariamente a los medios. La gente le gritaba a Ali que lo matara.

La inagotable publicidad se había terminado. Una bandera de Estados Unidos y una de Zaire esperaban por los gladiadores. George iba a convencer al mundo de que era invencible, mientras que Muhammad trataba de aprovechar la que muchos consideraban su última oportunidad de recuperar el trono.

Días antes de la contienda todo mundo sabía que iba a hacer Foreman en el ring, pero no Ali.

Sonó la campana, y Ali se fue contra las cuerdas, Foreman no quería noquearlo, quería matarlo. Pero Foreman no pudo cumplir su deseo. Aquella juventud y fortaleza quedó sumergida en la distancia abismal que había puesto Ali recargado en las sogas, evitando la dinamita de su coterráneo.

Ali no voló como mariposa en el ring, pero el veneno de la avispa estaba guardado. Cuando la energía del león se iba perdiendo entre la jungla africana, cuando los mejores golpes de Foreman se habían quedado en el aire y los guantes de su retador, llegó uno de los momentos más recordados en la historia del deporte.

Con sólo 20 segundos por delante en el octavo asalto y Foreman devastado por el cansancio, Ali sacó primero una derecha que cimbró a la fiera, dio un paso atrás, se fue hacia el centro del ring y cuando George fue hacia él casi por instinto, le metió un gancho de izquierda y un recto de derecha que le apagó las luces.

Derribado en la lona, Foreman no pudo responder a la cuenta del réferi Zach Cleyton, Ali recuperaba los títulos mundiales, George perdía el invicto y el mundo boxístico había vivido el capítulo más grande en la historia del deporte.

Sí, fue hace 40 años, y el rugido en la selva aún se sigue escuchando.

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