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Barcelona, derrumbe sin estilo

BARCELONA -- Los palos y el portero. Las excusas y la falta de autocrítica. El Barça, que por ocasiones pudo ganar y, quizá, hasta hacerlo por un resultado cómodo, acabó perdiendo y mostrando la peor cara de la temporada. No fue el millonario PSG o el poderoso Real Madrid. No fue lejos del amparo de su hinchada ni, tampoco, responsabilidad de un mal arbitraje. Fue, simplemente, un derrumbe en toda regla.

El video se quedó guardado. Con el Barça preparando el homenaje a Leo Messi, con el graderío expectante ante la presentación de Luis Suárez, los mejores aplausos de la noche se los acabó llevando Nolito, delantero a quien Luis Enrique sacó su mejor rendimiento en el Barça B y que se convirtió en el causante de que la palabra crisis alumbre ya por el Camp Nou.

Sergio, el portero del Celta, debió ver la exhibición que el pasado domingo llevó a cabo Fabricio, portero del Deportivo, en el campo del Espanyol y la imitó hasta el límite. Dio un recital de agilidad y reflejos y salvó al menos un par de goles cantados... como los palos, también, ayudaron a que la misión celtiña fuera posible. Dos remates de Neymar y otros dos de Messi (uno de ellos desviado por Jonny) se estrellaron contra la madera.

Aparte de eso... la nada. Absolutamente desconocido, el Barça fío su suerte a la calidad de sus atacantes, sin un centro del campo que recordase ni por asomo a lo que este equipo ofrecía semana a semana a sus incondicionales y con un partido de ida y vuelta, vertical como no se recordaba y en el que acabó quemado.

¿Luis Suárez? Un delantero excelente, un jugador mortal cuando mira a portería, luchador incansable, nada egoísta y de buen gusto... pero para nada extremo. Verle durante muchos minutos pegado a la banda resucitó la imagen de Gary Lineker, un '9' en toda regla al que Johan Cruyff condenó en su día a jugar de extremo. Y Suárez, cuya calidad nadie discute, pierde trascendencia ahí olvidado.

Por mucho que alertase con diagonales, por mucho que se asociase con Messi, por mucho que buscase el centro... No ofreció aquel encanto al que se acostumbró la hinchada de Anfield y que debe esperar, en buena lógica, el Camp Nou.

EL RÉCORD SIGUE ESPERANDO

Si la presentación de Suárez era esperada con ánimo, las ovaciones las guardaba como oro en paño la hinchada culé para Leo Messi. Ahí estaba, a tocar, el récord goleador de la Liga. Al cabo de seis décadas, Zarra estaba dispuesto a dejarle paso a la Pulga. No pudo ser. Sergio, los palos, la precipitación, la fortuna y, también, el poco tino futbolístico general del equipo azulgrana convirtió la fiesta azulgrana dedicada al argentino en un simple funeral.

Si se quedó a un gol frente al Eibar y pasó en silencio por el Clásico, a la tercera tampoco fue la vencida y Messi, que comenzó con el brazalete de capitán, se marchó cabizbajo y quizá lamentando la falta de suerte, seguro que maldiciendo el cambio que se observa en un equipo desconocido.

Xavi, el guardián de la esencia, el líder íntimo del mejor Barça de la historia, fue llamado a la batalla cuando ésta se temía ya perdida sin remedio. A falta de 25 minutos entendió Luis Enrique que este equipo no puede ganar por lo civil o lo criminal, sino que en el fondo debe vencer o morir a través de sus ideas. Y le dio el mando al capitán. Ya era tarde.

Si en una situación casi calcada Xavi dio orden en Villarreal, el Celta demostró conocer mucho más a fondo los cambios de personalidad azulgranas y no cayó en la trampa. El veterano centrocampista no pudo resucitar al moribundo Barça. Como tampoco pudo hacerlo Messi, como tampoco acertó Neymar ni lo logró Suárez.

Y víctima de traicionar a su estilo, la suerte le castigó. Y se acabó la felicidad. O eso parece.