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Algo por el estilo

BUENOS AIRES -- "El arco de enfrente será nuestro primer objetivo", dijo Marcelo Gallardo cuando asumió como entrenador de River Plate, el 6 de junio de 2014. Poco más de seis meses después ganó su primer título y además está en condiciones de presumir de algo mucho más valioso que una Copa: credibilidad, porque cumplió aquello que había prometido. Hoy, Gallardo fue el hombre más aplaudido en el Monumental porque le devolvió a River su estilo, no sólo porque dio la vuelta olímpica.

Durante todo el semestre, su equipo pensó primero en el arco rival y después en todo lo demás. Pero no lo hizo de una forma temeraria e irracional, sino desde una convicción firme. Gallardo logró que el plantel sintiera su idea como propia. Y eso, en definitiva, es lo único que debe hacer un técnico. Si los futbolistas creen en las ideas del DT, todo se hace mucho más fácil. Y eso pasó con este River desde el primer partido. Por eso esta victoria es tan merecida.

Este es un equipo tan completo que se destaca por su vocación ofensiva pero al mismo tiempo tiene en la defensa a su punto más alto. La solidez comienza en el trabajo de Marcelo Barovero y termina en el sacrificio de Rodrigo Mora y en la calidad de Teófilo Gutiérrez. Es cierto que el semestre fue muy largo y hubo vaivenes en el rendimiento colectivo, pero también lo es que el once titular no perdió ningún partido y que siempre mantuvo una idea: toque, rotación y ataque.

El equipo que jugó la final ante Atlético Nacional de Medellín no fue tan lujoso como aquel que goleó a Independiente y a Godoy Cruz hace algunos meses. Perdió belleza pero ganó solidez. Quizás no fue algo premeditado, pero así se dio. Sería fácil decir que la razón es el cansancio físico, por la cantidad de horas de juego acumuladas, pero no es tan simple. Cada momento de la temporada es diferente y muchas veces hay que resignar una virtud para ganar otra. Hoy, River no marca de a cuatro goles pero está más seguro que nunca en defensa.

Gallardo merecía esta Copa Sudamericana. Su idea merecía un éxito. No porque una idea dependa de un resultado, ya que si fuera así sería demasiado débil, sino porque con el triunfo es más fácil legitimarla. Ahora, muchos creerán que esta es la mejor forma de jugar, pero sólo porque fue la que llevó al equipo a la victoria. Está bien, porque así puede prosperar un estilo saludable. Un estilo que pregonan los dos finalistas de este certamen.

La final fue más difícil de lo que pareció. El Monumental se mostró pleno, como no estaba desde hacía años. Y el equipo sintió los nervios de una noche que tenía que ser histórica. Es cierto que tuvo varias opciones de gol en la primera parte, pero fue más por errores del rival que por méritos propios. Mostró más ganas que fútbol y Nacional fue creciendo con el correr de los minutos hasta terminar la primera etapa mejor que el cuadro local.

Pero en el segundo tiempo convirtió un gol y se dedicó a festejar. El cabezazo de Mercado a los diez del complemento marcó el final del partido. Así de simple. Fue un golpe de nocaut para un oponente de mandíbula de cristal como fue este Nacional. El cuadro paisa tiene más juego del que cree, porque con un poco más de confianza podría haber peleado el resultado de otra forma, pero mentalmente fue pasado por arriba en ambos encuentros.

River fue un justo campeón la mejor Copa Sudamericana de la historia. Tuvo en Barovero un arquero que ataja las que van adentro, en Pezzella y Funes Mori dos centrales fuertes y al mismo tiempo criteriosos, en Mercado y Vangioni dos salidas constantes, en Ponzio a la figura de los últimos tres juegos, en Carlos Sánchez a la llave de muchos ataques, en Rojas un jugador que fue de mayor a menor pero que es clave desde lo táctico, en Pisculichi a la elegancia, la pegada y los goles clave, en Rojas un batallador de la ofensiva y en Teo el salto de calidad, el futbolista diferente.

Gallardo potenció individualidades que no estaban en un gran nivel y las llevó casi a su techo. Les dio fundamentos tácticos que en el fútbol de hoy hacen enormes diferencias, porque los movimientos del mediocampo de este River sirven para edificar victorias. Y además, tiene una fortaleza anímica impresionante. Para ganarle, hay que matarlo a este equipo. Nacional pudo haberlo hecho en Medellín, pero falló y por eso perdió la Copa.

La gran mayoría de las virtudes del campeón de la Sudamericana son virtudes del entrenador. Es cierto que, cuando lo necesito, aparecieron las individualidades para sacar adelante algún que otro partido, pero también lo es que las necesito mucho menos que en otros momentos. Gallardo logró, en seis meses, lo que muchos DTs no pudieron en años: devolverle a River al menos un poco de su estilo histórico. Eso vale mucho más que cualquier Copa.