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Aquellos puentes: Gustavo Kuerten y su inolvidable mayo francés

BUENOS AIRES -- Revés a una mano, talentoso y algo desfachatado. A su lado, el ecuatoriano Nicolás Lapentti. Por primera vez, con 17 años, París lo veía levantar una copa de campeón. Un presagio de una historia que luego se repetiría en tres ocasiones más. Unos días después de ser eliminado en individuales por el italiano Giorgio Galimberti, Gustavo Kuerten se consagraba en dobles de Roland Garros junior en 1994.

Ya daba avisos de su potencial. En esa temporada jugó la final del tradicional Orange Bowl, en Florida (con derrota frente a Lapentti), y había vencido en dos ocasiones -sobre polvo de ladrillo- a Federico Browne, N°1 del mundo junior en ese momento y que concluyó dicho año con una friolenta marca de 97-5 sobre clay.

Pedía pista.

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Primera ronda, Slava Dosedel. Un rival poco feliz para Guga, N°66 del mundo por entonces. Había perdido en sus enfrentamientos previos, ambos en 1997 y uno hacía unas semanas en Monte Carlo. Para colmo, su presente no era de lo mejor. Sumaba apenas dos victorias en sus últimos cinco torneos sobre clay en el circuito mayor, aunque llegaba con ritmo de juego: venía de sellar una serie de triunfos, con título incluido en el Challenger de Curitiba, pero ante jugadores fuera del Top 150. Set inicial, 6-0 para él. Buenas señales para el brasileño, que cerraría el duelo en mangas corridas y soltaría la primera de sus siete enormes sonrisas en París.

Luego de sortear a Jonas Bjorkman, en su tercera victoria del año ante un Top 25 (Wayne Ferreira, N°10, y Andre Agassi, N°14, las otras), llegó el turno de una gran estación: Thomas Muster. El austríaco, quinto favorito, arribaba un poco golpeado por una pálida temporada en clay, pero con el antecedente de haber dominado la escena en los anteriores dos años y con el mote de campeón de Roland Garros en 1995. Prueba de pulso para Kuerten, que tras estar 2-1 arriba en sets, pasó a estar 0-3 en el quinto parcial. "No sé de dónde saqué la fuerza para darlo vuelta y ganarlo. Vencer a un rival como él en un Grand Slam, justamente siendo un experto en arcilla, es totalmente diferente a derrotarlo en cualquier otro torneo. Esa victoria fue emblemática", recuerda Guga en el blog de su sitio personal.

Después, un triunfo que se demoró dos días. Andrei Medvedev estaba pleno con su reciente consagración en Hamburgo con éxitos, entre otros, ante Sergi Bruguera y Richard Krajicek. Y vio la eliminación de Muster como un guiño de apertura de llave. El ucraniano tomó el control en el inicio, pero rápidamente se dio cuenta que lo de Kuerten ya no era una simple sorpresa. Tuvo que esforzarse en el cuarto para llegar a un quinto juego. Y ahí, en el 2-2, la postergación. Cuota de fortuna para el brasileño, que vio frenar de manera obligada la remontada de su oponente. A preparar el partido y cenar como siempre, junto a su coach Larri Passos, en el mismo restaurant. En la reanudación, al otro día, Guga quedó contra la espada y la pared: 4-4 y 0-40. Reacción de oro para dar vuelta la historia y abrochar el éxito por 7-5.

"Mi expectativa era ganar una o dos rondas. Con eso para mí ya sería un torneo excelente", señalaba, hace dos años, en el sitio Estadao de su país. Pero el presente marcaba otro rumbo y las batallas parecían no tener fin para el brasileño. En cuartos de final, Yevgeny Kafelnikov, N°3 del mundo y defensor del título. Con un plus: su primer partido en cancha central. Otro triunfo en cinco sets, tras estar 1-2. Y más desafíos. En semifinales, el belga Filip Dewulf, fuera del Top 100 y que en tercera ronda había sacado a Alex Corretja. Un escenario inédito para Kuerten en ese Roland Garros. Por única vez salía como favorito. No fue su mejor actuación, por nervios y cansancio, pero lo cerró en cuatro parciales. Y luego sí, en la definición ante Bruguera, campeón en París en 1993 y 1994, salió a flote su mejor tenis. Tremenda victoria apenas dejando nueve games en el camino.

"Cuando pasó el match point lo primero que tuve ganas fue agradecer y abrazar, en especial, a mi familia. El entusiasmo me venía acompañando en los últimos minutos. Yo estaba feliz y satisfecho. Disfrutaba algo totalmente nuevo y espectacular en mi carrera. Simplemente, inolvidable", recuerda Guga. "Fue muy extraño para mí. Mi primer título de un torneo ATP fue en un Grand Slam. Jamás había ambicionado con eso. Fue totalmente irreal", agrega.

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Jugó 28 finales más, con otros 19 títulos. Otras dos coronas más en Roland Garros y el Masters de fin de año en Lisboa, sobre canchas duras bajo techo -su otro "torneo irreal", según relata-. Como si fuese poco, alcanzó el N°1 del mundo. Pero siempre con la humildad y los pies sobre la tierra que lo llevaron a decir en 1997, a su arribo de París a Brasil, que no quería un camión de bomberos para los festejos porque eso era para apagar incendios.

Había llegado a Roland Garros con apenas 20 triunfos en torneos ATP, sin semifinales en el circuito grande y con sólo dos títulos en Challenger. Se fue Top 20 y con el trofeo de los Mosqueteros en el bolso. Su carrera cambió decididamente en ese mayo francés.

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