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Barcelona aplasta al Huesca

Getty Images Sport

BARCELONA -- Ocho goles que pudieron ser más y que valieron para mucho menos. Así podría resumirse el entrenamiento con público que ofreció la versión B del Barça ante los cerca de 45 mil aficionados que desafiaron al frío de Barcelona para ver en directo el aplastamiento que sufrió el Huesca en el Camp Nou.

Clasificado de facto desde que venció por 4-0 en la ida, el equipo azulgrana se tomó la vuelta como un compromiso antipático en el que Luis Enrique dio cuerda a los no habituales. Debutó Masip en la portería, se volvió a ver a un Adriano que apenas suma 280 minutos en la Liga, reaparecieron Munir o Sandro, debutó en el Camp Nou Douglas y podría decirse que se despidió a Montoya. Y goleó Pedro, por partida triple, y Adama apareció como una apisonadora, cuyo gol, el 7-0, recordó en cierta medida a un tal Ronaldo por la potencia de ejecución.

Pero, ojo, delante estaba el Huesca. Líder en 2ªB, la diferencia entre los dos equipos fue, sin embargo, estratosférica por mucho que el entrenador del Barça apenas contase con Mascherano, Bartra, Pedro e Iniesta entre los considerados habituales en sus planes lógicos de la temporada. A su lado quisieron hacer méritos desde Rafinha hasta Sergio Roberto, pasando por los jóvenes que pretenden empujar y ese Martín Montoya, condenado que tanto cumplió en el lateral derecho como en el izquierdo, al que le mandó Luis Enrique cuando entró Douglas.

El brasileño, señalado de forma inmisericorde por el entorno, para nada desentonó en un partido tan light y que a fin de cuentas muy poco enseñó. Destacar la solidez de Sergio Roberto o la frialdad de Samper serviría... a no ser que se tuviera en cuenta quien estaba delante. Porque la Copa, esta Copa, es poco menos que un bodrio para el espectáculo.

Mientras en Inglaterra, Alemania, Francia o incluso Italia se disputa el torneo a partido único, España regresó hace algunos años al sistema de ida y vuelta que convierte eliminatorias como esta en una simpleza indigna, que atenta a la competitividad y evita mayormente que exista la posibilidad de que un equipo de segunda fila alcance el sueño no ya de llegar a la final, sino de al menos plantarse en una semifinal.

Estalla la duda de si Luis Enrique pudo sacar alguna conclusión de un partido como este ante el Huesca. Sus jugadores empezaron fotografiándose sonrientes en el césped del Camp Nou y acabaron celebrando su gol, el 8-1 anotado por Gaspar Gálvez, como si fuera una fiesta mayor.

El Barça conocerá su rival de octavos de final el jueves. Saldrá de la eliminatoria entre el Elche y el Valladolid, y enfrentará ese nuevo compromiso, antipático, con los ojos puestos en los cuartos de final, donde la lógica le cruzaría con el Real Madrid o el Atlético de Madrid, un duelo para dar argumentos a este deprimido torneo que vive de espaldas a la lógica.

El sábado, ante el Córdoba, quizá participen en el once azulgrana tres o cuatro futbolistas, como mucho, de los que esta noche apalearon al animoso Huesca, cuya expedición viajó a Barcelona de excursión con la mejor de sus caras, pero sabiendo de antemano la inutilidad deportiva del envite.