Fabio Dana 9y

Lejos del milagro

BUENOS AIRES -- Perder una final duele, por supuesto. Y sobre todo luego de haberla esperado tanto. Sin embargo, en la gente de San Lorenzo la bronca por la caída contra el Real Madrid será pasajera. Porque cuando pasen los días y puedan observar la película completa, verán que este 2014 fue un año histórico para el club, el año que les permitió ganar por primera vez la tan ansiada Copa Libertadores de América.

Sin dudas, el gran mérito de San Lorenzo esta temporada fue quedarse con el ansiado torneo continental, el que le dio el pasaporte para llegar a Marruecos y jugar con el mejor equipo del mundo de la actualidad. Después de la Libertadores, todo se le hizo cuesta arriba al Ciclón. Por diversos motivos. Pudo haber sido la relajación lógica tras un logro tan importante. O el bajo nivel de algunos de sus futbolistas. O la salida de un par de jugadores clave dentro del equipo, como lo fueron Piatti y Correa.

Lo cierto es que en el último tramo del año los de Boedo nunca pudieron encontrar un buen rendimiento futbolístico. Y así llegaron al Mundial: con al ilusión de un desafío histórico y la íntima certeza de que había mucho para mejorar. En el debut, pasaron con susto al modestísimo Auckland City de Nueva Zelanda, tras imponerse en tiempo suplementario; y en la final no pudieron hacer mucho ante el Real Madrid.

El conjunto de Carlo Ancelotti fue muy superior de principio a fin y se quedó con justicia con esta nueva edición del Mundial de Clubes, el cuarto torneo que los españoles logran en este 2014 junto con la Copa del Rey, la Champions League y la Supercopa.

Sabía San Lorenzo que iba de punto. Y armó un esquema para contrarrestar a un rival de la jerarquía del Real. Esperó en su campo con orden, cuidó los costados para evitar que lo lastimen por los laterales, ocupó bien los espacios y le complicó las cosas en la primera mitad del partido. Es cierto, casi se olvidó de Casillas, dejando muy solo arriba al pobre Cauteruccio, pero Torrico no tuvo mucho trabajo en su arco. Y esa era la premisa.

Un planteo de estas características sólo puede sostenerse sin errores y con el arco propio en cero. Porque un error se paga muy caro contra jugadores de primer nivel mundial; y cuando el rival convierte, la obligación de salir a buscar cambia los roles, abre espacios y le da al adversario la posibilidad de lastimar.

Por eso, cuando a los 36 minutos Kroos mandó el centro, Yepes no fue efectivo en la marca y Ramos puso al borde del área chica y de cabeza el 1 a 0, todo se desmoronó para San Lorenzo. Se vio obligado a salir a buscar, y no tuvo ideas claras para atacar a un equipo muy superior en lo individual y en lo colectivo.

Apenas comenzado el segundo tiempo el Real liquidó la historia, con el disparo de Bale que se le fue de manera increíble por debajo del cuerpo a Torrico. En los dos goles que definieron el encuentro, hubo errores propios que fueron decisivos. A partir de la segunda conquista el conjunto europeo manejó con tranquilidad los hilos del partido, jugó con la impotencia y la desesperación del rival y esperó casi sin despeinarse el pitazo final del árbitro guatemalteco.

Como consuelo, al Ciclón le queda que hizo un papel digno: el Real, con Ronaldo a la cabeza, no brilló como en otras ocasiones y lejos estuvo de golearlo, como algunos vaticinaban. Pero dejó en claro la enorme diferencia que existe entre un equipo y otro: no solo mirando las individualidades, sino también por el nivel con el que cada uno llegó a este partido.

Los Merengues arribaron a la final con 21 encuentros ganados de manera consecutiva, y tal vez en el pico máximo del rendimiento; los Santos, tras un muy flojo torneo local, y con muchas dudas en relación al funcionamiento.

El sueño de hacer historia ante el Real no se concretó. Lejos se estuvo del milagro. Sin embargo, pese al dolor por la caída, el balance de este 2014 es positivo para San Lorenzo. Ganó la Libertadores por primera vez en su historia. Jugó con el Real Madrid la final del Mundial. No es poca cosa.

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