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Dopaje, trampas y tráfico humano

El año que está a punto de acabar no estuvo exento de escándalos en el béisbol, principalmente relacionados con el uso de esteroides y toras sustancias ilegales para mejorar el rendimiento deportivo.

El 2014 comenzó arrastrando la resaca del caso de la clínica Biogénesis de Miami y específicamente con la figura central entre todos los peloteros suspendidos por el escándalo: Alex Rodríguez.

Castigado por 211 juegos, A-Rod fue el único que apeló la suspensión, al tiempo que contratacó con demandas contra todo el mundo: al comisionado, a las Grandes Ligas, a los propios Yankees de Nueva York y a cuanta persona natural o jurídica se le ocurrió.

Eran patadas de ahogado, golpes desesperados de alguien que se sabía sin escapatoria.

El 11 de enero, el castigo fue ratificado tras un largo proceso de arbitraje y el 7 de febrero, Rodríguez se rindió a las evidencias y retiró todas sus demandas.

Un mes después, eran sus abogados quienes lo demandaban a él por 380 mil dólares de tarifas sin pagar por sus servicios legales.

No escampaba para el pelotero, quien luego de pasarse todo el año negando vehementemente cualquier consumo de sustancias prohibidas en los últimos tiempos, en noviembre se supo que en una entrevista con la Agencia Federal Antidrogas, la DEA, admitió lo que para el mundo era un secreto a voces.

Entretanto, ya van seis personas involucradas en el escándalo de Biogénesis que se han declarado culpables de cargos federales, con lo que evitan largas condenas y podrían convertirse en testigos de la fiscalía, cerrándole el cerco cada vez más a Yuri Sucart, primo de Alex Rodríguez, y quien sabe si también al propio A-Rod, quien ya es elegible para regresar a jugar en el 2015... si no hay un giro inesperado en los acontecimientos.

Pero no fue este el único escándalo del año. El primera base de los Orioles de Baltimore, Chris Davis, quien en el 2013 deslumbrara al mundo del béisbol con números extraordinarios, dio positivo por consumo de anfetaminas en septiembre, cuando la temporada expiraba y el jugador no había sido ni la sombra del año anterior.

Davis fue castigado por 25 juegos, en una contradictoria sanción. ¿No es que la política antidopaje de las Grandes Ligas establece un castigo de 50 partidos de suspensión para los infractores en una primera vez?

Pero para echar más sal a la herida de la polémica, hace apenas una semana, la oficina del comisionado le dio permiso para usar Adderall, la misma sustancia a la que dio positivo y que es usada por quienes padecen de déficit atencional.

Pero no sólo por dopaje fueron los escándalos del 2014. El derecho dominicano de los Yankees, Michael Pineda, causó mucho revuelo a inicios de la campaña, por uso de resina de pino para mejorar su agarre.

El 10 de abril amarró corto a los Medias Rojas de Boston, cuyo manager notificó a los umpires de la presencia de una sustancia sospechosa en la palma de su mano derecha, pero los oficiales consideraron que se trataba de tierra y no tomaron acción alguna contra el serpentinero.

Pero el 23 del mismo mes, también ante Boston, Pineda se puso la resina en el cuello y pasaba su mano por allí antes de cada pitcheo. El mentor de los Medias Rojas, John Farrell, volvió a protestar y el lanzador fue expulsado del juego y suspendido por diez partidos.

Y fuera de los terrenos se develaron detalles del tráfico humano del que son objeto muchos peloteros cubanos para tratar de cumplir su sueño de jugar en Grandes Ligas.

El eléctrico Yasiel Puig fue centro de toda una trama novelesca que aparentemente incluyó a los carteles de droga de México, delaciones a la policía política cubana y algún que otro muerto.

Gilberto Suárez, uno de los acusados en la operación que trajo a Puig de Cuba, se declaró culpable en una corte federal del sur de la Florida, lo que podría marcar un precedente para tratar de poner fin a esta práctica en la que talentosos peloteros arriesgan su vida por tal de llegar al mejor béisbol del mundo.