<
>

Horford marca diferencias en Atlanta

Alrededor del ala pívot dominicano se mueven los hilos de los Atlanta Hawks. AP Photo/David Goldman

Los Atlanta Hawks han abierto los ojos de la NBA de par en par con una marca de 33-8 -- la segunda mejor detrás de los Golden State Warriors -- y 12 victorias consecutivas hasta antes del choque de este viernes en Toronto contra unos Raptors que le pisan los talones.

Por sobre todas las cosas, los Hawks cuentan con un estilo de juego que deleita a propios y extraños con el lema de todos para uno y uno para todos.

El consenso general parece ser que los Hawks ¨juegan como los San Antonio Spurs¨, un concepto en gran parte inspirado por el hecho de que su entrenador Mike Budenholzer fue asistente de Gregg Popovich en San Antonio entre 1996 y el 2013 y también producto de la vagancia del periodista deportivo que busca una explicación fácil para aquello que no tiene una.

Los Hawks juegan como los Hawks, punto. Ellos no cuentan solamente con conceptos de los Spurs, sino que también si uno se fija de cerca adoptan al mantra de anotar cerca de la canasta como los Rockets y de rotar constantemente en defensa como los Chicago Bulls.

Pero claro, ¿cómo puede ser que un equipo que ganó apenas 38 de sus 82 encuentros la temporada pasada y no alteró a su plantel casi en absoluto ahora se haya convertido en el mejor equipo de la Conferencia Este que a este paso ganaría entre 62 y 66 partidos en esta temporada regular?

Bueno, en principio todo tiene que ver con la presencia de un pilar de la franquicia como Al Horford, saludable y plenamente productivo por primera vez en mucho tiempo.

Al-zándose ante la adversidad

Elevándose por las alturas de la NBA, los Hawks se estaban comenzando a parecer a lo que son ahora en diciembre del 2013 tras 29 compromisos cuando Horford sucumbió ante el maldito pectoral roto que lo marginó por el resto de una temporada en la que estaba promediando 18,6 puntos, 8,4 rebotes, 1,5 bloqueos y 2,6 asistencias durante sus 33 minutos en cancha.

Atlanta acusó su ausencia y cayó en un bajón colectivo que los llevó de una marca de 16-13 del que salieron prácticamente de milagro para entrar a los playoffs por la ventana, con el último pasaje en mano y una estampa final de 38-44, pero el equipo estaba desbalanceado sin su grandote estrella y vivía y moría con los triples y la voluntad de Paul Millsap como amenaza interna.

Horford ahora juega tres minutos menos, anota 15,2 puntos y baja 6,6 rebotes por partido, pero su durabilidad es incuestionable al haber disputado 39 de los 41 compromisos de su equipo y el fantasma de las lesiones parece haber sido ahuyentado.

La etiqueta de ¨propenso a las lesiones¨ ya no se empecina en pegarse a él.

Sí, sus números pueden haber disminuido comparado con la campaña pasada, pero aunque los números no mienten a veces ellos sí despistan.

El impacto del ala pivot de 28 años va más allá de lo que los números dicen, ya que su capacidad para salirse de la zona pintada y aún así mantener un 52,2 por ciento de efectividad en tiros de campo lo convierte en un arma tan letal como efectiva.

Además, el descongestionar el camino rumbo al aro y arrastrar la marca de otros grandotes le permite a Jeff Teague atacar sin temor y ser el máximo anotador del equipo, mientras que su presencia en defensa altera los planes de hasta los encaradores más intrépidos.

Atlanta promediaba 42 puntos permitidos por partido en la zona pintada sin Horford la temporada pasada, mientras que esa cifra se ha visto disminuida a 39 en la actual campaña y es una de las mejores marcas de la NBA en ese rubro.

Eso no es todo, actualmente la receta del éxito de los Hawks se basa en la mejor defensa de la liga que permite apenas 96,6 puntos por encuentro.

La diferencia de tres puntos no parecerá mucha a simple vista, pero esos tres puntos en verdad son la diferencia entre ganar o perder un partido cerrado y separan al cuarto del decimoséptimo en la categoría previamente mencionada.

La dupla que Horford conforma junto a Millsap no será tan espectacular como la de Pau Gasol y Joakim Noah en Chicago o tan venerada como la de Zach Randolph y Marc Gasol, pero en realidad tampoco tiene nada que envidiarle a ninguna de ellas.

Este es apenas el principio de una historia a la que le quedan muchos capítulos por contar y podría llegar a culminar en las finales de la NBA por primera vez desde 1960, cuando la franquicia jugaba en St. Louis.

La afición en Atlanta tiene una reputación de no apoyar a su equipo y de dejar que su estadio se inunde de hinchas visitantes en los partidos importantes, pero este año eso podría llegar a cambiar gracias a las semillas que símbolos de la franquicia como Horford vienen sembrando desde el 2007.

No hay equipo al que Budenholzer y sus jugadores deban temer en el Este, ya que los Cleveland Cavaliers no son ni la mitad de lo que se suponía que iban a ser, mientras que Toronto y Washington están a su mismo nivel y Chicago es inconsistente.

Los proyectos a largo plazo valen la pena con la gente indicada y esta vez los frutos de ese arduo trabajo se están viendo en el gran rendimiento de los Hawks, un equipo que ha dado el salto de meramente bueno a volar alto como predador de elite con aspiraciones de campeón.