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A un año de la eliminación en Brasil, Miguel Herrera vive una nueva realidad

Getty Images

MÉXICO -- El 23 de junio pasado, se cumplió exactamente un año que Miguel Herrera acaparaba los titulares de la prensa y las portadas alrededor del Mundial Brasil 2014 al conseguir un triunfo lleno de gloria en la última jornada de fase de grupos, 3-1 contra Croacia, para clasificar sin duda alguna --y de forma invicta-- a los Octavos de Final.

Ahora, 29 de junio, se cumple el aniversario de otro momento que pasará a la historia de la Selección Mexicana y que también nos presentó a Herrera en portadas, pero ninguna se salvaba del "villano", el "descaro" y el gesto de Arjen Robben cayendo en el área defendida por México para sentenciar el regreso a casa.

La combinación de factores pareció curar a Miguel del desenlace que usualmente viven los directores técnicos que llevan a México a una Copa del Mundo y, por lo menos en la historia reciente, fracasan en alcanzar el ansiado quinto partido. No era un hombre peleado con los federativos y la forma de clasificar, así como la "trampa" (no son mis palabras, sino las colectivas en ese momento), no sólo salvaron su puesto sino su imagen.

Herrera se postraba como un héroe, el salvador que asumió las riendas del Tri y tomó el repechaje mundialista por los cuernos. Llevó a sus jugadores y dominó a Nueva Zelanda. Venció a Camerún, sacó un empate histórico contra Brasil y, el 23 de junio del 2014, vio un partido prácticamente impecable de sus muchachos para avanzar con el ánimo a tope a la instancia de eliminación.

Medios europeos publicaban su lista de "memes", galerías de fotos y razones por las cuales Herrera "debe ser tu persona favorita en el Mundial". Su imagen, sobreexpuesta, lejos de incomodar motivaba la sonrisa. Incluso, cuando Holanda amargó el sueño mexicano de los Cuartos de Final, gran parte de la afición y seguidores del Tri se aferró del "No Era Penal" y defendió la causa de Herrera. De forma más importante, los dueños y dirigentes lo respaldaron y apostaron por su proyecto al mediano plazo.

El riesgo parecía mínimo. La tendencia de subir al técnico de "moda" en la liga doméstica no los llevó a Cuartos de Final de la justa mundialista pero dejó un gran sabor de boca. Los duelos amistosos desplegaron una nueva filosofía y nada le salió mal a Herrera desde que la selección tomó el vuelo de regreso desde Brasil. Al punto de hallar "venganza" ante Holanda, como visitante y con ayuda de Carlos Vela, el hijo pródigo que le aceptó la playera al "Piojo".

El proyecto era sólido --probablemente lo siga siendo-- pero los focos rojos no tardaron en encenderse. De la misma forma que salió de América, culpando a los árbitros por la derrota ante León en una final, el rostro de Miguel comenzó a mutar y, llegado el mes de junio del 2015, los festejos exacerbados se cambiaron por las miradas serias, los reclamos y las justificaciones incesantes. Un triunfo amistoso ante Guatemala abrió la puerta al espiral del desastre, y comenzó la debacle sudamericana: Bolivia, Chile y Ecuador.

México nos recordó la hazaña de Fortaleza cuando empató con el anfitrión de la Copa, Chile, y animó sus posibilidades de clasificar a Cuartos de Final tras empatar, de forma decepcionante, contra Bolivia. Vicente Matías era el héroe. El inesperado que te salva y pone una 'palomita' a la decisión de Herrera por llamarlo. Era el aroma mundialista. Se volvía a respirar un ambiente todopoderoso, como si hubieses vuelto a vencer a Croacia.

Pero un año después, ya no eras el técnico salvador. Ya habías tuiteado --irrelevante para muchos, crucial para la mayoría--, ya no te enfocaban con tanta frecuencia para ver el rostro expresivo del festejo. Ahora sólo era el gesto desencajado. La derrota contra Ecuador borró de manera absoluta las sonrisas, la satisfacción de avanzar a Octavos de Final y la "piojomanía". Ahora, con la mirada postrada en la Copa Oro y un empate agridulce contra Costa Rica, los elementos de ilusión son pocos.

Sólo pasaron 365 días de la caída con el rostro al sol. Y hoy, Miguel Herrera está contra las cuerdas en el cuadrilátero de la opinión pública.