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Todo el color de la final

SIC festejó el título con el clásico piletazo ProFocus

BUENOS AIRES -- El ritual de la celebración se cumplió tal como se esperaba. Todos los atributos de una definición estuvieron presentes en el último día del torneo de la URBA. Sol, nubes, calor, frío, mucho rugby y emoción ocuparon un espacio privilegiado, junto a la gran multitud que asistió, en la gran fiesta del deporte ovalado.

La jornada, que tuvo un temprano inicio y un cierre a plena noche, se desarrolló bajo los cánones esperados. Desde la mañana hasta las 17:30 hs se comenzaron a moldear campeones de las divisiones menores y demás categorías como para matizar la espera de la cita mayor. Fue así que, con un sol perpendicular, las figuras del pasado y presente del rugby argentino comenzaron a sumarse al escenario de Manuel Gonnet.

Su presencia, fundamental para justificar una verdadera tarde de rugby, fue abierta y generosa. Desde ex Pumas como Agustín Pichot, Serafín Dengra, Diego Cuesta Silva, Mauricio Reggiardo y Diego Albanese hasta ascendentes figuras como Luis Gradín, Talo Barceló, Brian Anthony, Marcelo Loffreda, Hernán Rouco Oliva y el presidente de la Unión Uruguaya Gustavo Zervino, entre otros.

La gente, que esta vez sí se volcó masivamente (según estimaciones hubo 15 mil personas), aportó el colorido necesario desde las tribunas. Ambas parcialidades se esmeraron para dejar su sello en el folclore típico de cada final. Así fue como cada una entregó su mejor repertorio en base a una vistosa imaginación.

La tarde tuvo un efecto inverso en cuanto a su despliegue climatológico. Del calor veraniego devino en un fresco atardecer que obligó a apretar los puños y abrigarse más de la cuenta. Sin embargo, el frío pareció darle un nuevo impulso a las hinchadas. La de La Plata, con un despliegue inusual, tiñó todo de amarillo con lluvia de papelitos, un canario gigante y una especie de chamán que arengaba a la banda de Gonnet.

En tanto, los Buenmozos de Boulogne también se ocuparon con holgura el espectro que les correspondía. Su tricolor imagen se dejó ver con banderas, caras pintadas y una serie de cánticos estudiados que sonorizaron -junto a los de La Plata- el aire de una final única e irrepetible.

Los helicópteros que rondaban el perímetro aéreo presagiaban la llegada del gobernador Daniel Scioli quien, finalmente, fue el encargado de entregar la copa a los Zanjeros felices. La luz tenue de una cancha iluminada artificialmente, los disfraces multicolores, la adrenalina que corrió alrededor del estadio y varios jugadores de Estudiantes de La Plata también fueron parámetro para determinar la calidad emotiva, figurativa y cuantitativa de una definición que no tendrá parangón.

Las sensaciones que despedía la tribuna eran tan elocuentes como simples de palpar. Silencios, gritos de algarabía, preocupación y satisfacción plena se entremezclaron en una noche que quedará en el recuerdo de todos los arribados desde San Isidro. La copa en la mano, la dedicación a los vecinos de toda la vida, los aplausos para los 30 protagonistas y un piletazo con escasa pero valedera agua fueron el epílogo de una temporada que fue una completa expresión del rugby que se vive en Buenos Aires.