EFE 13y

Medio siglo que parece uno entero

BUENOS AIRES -- Diego Armando Maradona cumplirá 50 años este sábado, a toda velocidad como de costumbre, con algunos deberes hechos y otros incumplidos o pendientes que parecen triplicar la cantidad de los que habitualmente tiene cualquier mortal.

"Estoy subido a un Fórmula Uno y no puedo parar", dijo en la plenitud de su carrera entre sus éxitos futbolísticos y los sonoros traspiés de una vida intensa, fatigosa. Y nadie lo ha visto bajar todavía de ese imaginario monoplaza.

Ha necesitado vivir cuarenta años en un siglo y diez en otro para meter en su historia, a veces con calzador, tantos asuntos relacionados con la pobreza, el deslumbramiento, la abundancia, la fama, la gloria, la idolatría, los excesos, el derrumbe, el descrédito y algunos coqueteos con la muerte.

Ahora, a los cincuenta, intenta reponerse de un golpe durísimo que ha vuelto a marcarlo. Se ha quedado sin el cargo de seleccionador de su país y, tremendista como en casi todas las cosas, hace pocos días afirmó que "daría la vida" o "daría un brazo" por recuperarlo.

Maradona ha sido el mejor futbolista del que se tenga memoria de un país futbolero por antonomasia. Una personalidad en el mundo mágico del juego. Un malabarista deslumbrante y uno de los pocos que impuso como postal su imagen a un Mundial que su equipo ganó con la aplastante aportación de su talento.

Y también es un ruidoso personaje que en varios pasajes de su vida pagó muy cara su fama, la imposibilidad de pasar inadvertido, la cercanía de pescadores de notoriedad y la falta de un balón en sus pies, lo cual había sido su soporte hasta los 37 años.

Antes de ello, Argentina lo retiró del Mundial de Estados Unidos'94 al dar positivo por consumo de efedrina, y allí terminó su trayectoria como jugador de la albiceleste.

Cuando colgó las botas en 1997 tras varios tropezones en su vertiginosa vida ocurrió lo que muchos temían. Aunque casi siempre las transgredió, dejó de tener las obligaciones que imponen la condición de ser miembro de un grupo organizado. Y se desmoronó.

La droga lo arrastró al peor de los mundos. Estuvo ingresado en varios sanatorios al borde de la muerte por agudos problemas cardíacos hasta llegar a un hospital neuropsiquiátrico donde los internos no le creían cuando decía que él era Maradona.

Diego afirmaba desafiante en sus mejores momentos como futbolista que sus hijas Dalma y Giannina tenían asegurado el caviar para comer todos los días. La bancarrota puso en duda esa posibilidad y, tras su divorcio con Claudia Villafañe, pasó a ser ella la administradora de los recursos que cada uno de sus movimientos produce.

Vivió algunos años en Cuba para cumplir con un tratamiento contra los estupefacientes, acumuló kilos en su cuerpo de manera sorprendente, se convirtió en presentador de la televisión durante trece programas y no aguantó el trajín.

Giannina y el delantero del Atlético de Madrid Sergio 'Kun' Agüero lo convirtieron en abuelo a los 48 años, en febrero de 2009.

Hace más de seis años y medio que no consume drogas, afirma. "Tuve un 'click' cuando salí de la clínica y Dalma me contó que Giannina me agarró del camisón que tenía puesto cuando estaba en coma, en cuidados intensivos, y me pedía que viviera para ella, que yo era su padre y me necesitaba", comentó en mayo de este año.

Con los hechos consumados, no son pocos los que señalan que "no podía ser de otra manera" al comprobar que Maradona ha sido el que menos duró en el cargo de seleccionador argentino desde una reestructuración que la Federación argentina (AFA) impuso en su política de equipos nacionales en 1974.

Asumió a finales de 2008 días después de la dimisión de Alfio Basile y, tras el quinto puesto de Argentina en el Mundial de Sudáfrica 2010, la AFA le impuso condiciones que él no aceptó. En el mundillo futbolístico local se afirma que los dirigentes "se lo sacaron de encima".

En cuanto a lo estrictamente futbolístico, pocos hubo tan talentosos como Maradona. Lo han dicho muchos, pero algunos con más propiedad que otros, como el escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien afirmó que "es incontrolable cuando habla, pero mucho más cuando juega: no hay quien pueda prever las diabluras de este inventor de sorpresas, que jamás se repite y que disfruta desconcertando a las computadoras".

"No es un jugador veloz, torito corto de piernas, pero lleva la pelota cosida al pie y tiene ojos en todo el cuerpo. Sus artes malabares encienden la cancha", añadió.

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