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Menos mal que se terminó

BUENOS AIRES -- Crónica de un final anunciado. Ni el tiro del final. Cosecharás tu siembra. Póngale el nombre que quiera. La derrota xeneize en el superclásico marcó el final de la dramática novela de Borghi como entrenador de Boca, en un desenlace que realmente no puede sorprender a nadie.

Decíamos hace unos meses que el ciclo de Borghi estaba cumplido, no porque el equipo no jugara bien, por la falta de resultados, por la ubicación en la tabla. Simplemente, porque el propio entrenador fue el primero en entender que no estaba en condiciones de ser el DT de Boca.

Fueron muchas las señales que dio ante la prensa en los pocos meses de gestión, a veces sembrando algunas dudas ("el partido contra Vélez es determinante", dijo tras la derrota contra All Boys o "no se si voy a ser el técnico contra River", a días del superclásico), a veces con un dramatismo brutal ("mañana es mi día libre, va a ser un día de mierda, hay que ver si vale la pena tener una vida así", señaló luego de la derrota ante Lanús), a veces con palabras de aficionado ("voy a ver qué dicen mañana los medios para ver si mi renuncia puede descomprimir…").

Puertas para adentro, fue mucho más claro: renunció varias veces. La tibieza, esa falta de carácter que demostró el entrenador, se la traslado al equipo en la cancha. Si el conductor duda a cada rato y no se muestra seguro, no puede transmitirle un mensaje positivo a sus dirigidos, eso está claro.

Nunca estuvo firme el Bichi, ni siquiera a la hora de presentar la renuncia. Lo extraño es que mientras Borghi pedía a gritos que lo dejarán ir, el presidente Ameal y otros directivos ponían todas las energías en convencerlo para que siguiera en el cargo.

¿Tenían que convencer a Borghi de qué? Señores, dirigir a Boca es un orgullo, y está claro que no es para cualquiera. Si alguien se quiere ir porque no está cómodo o porque lo supera la presión, y ese alguien es ni más ni menos que el técnico, hay que acompañarlo hasta la salida, agradecerle los servicios prestados, y de inmediato buscar a un DT que esté a la altura de las circunstancias.

Un presidente debe tomar decisiones. Passarella lo hizo en River: entendió que el ciclo de Cappa no daba para más y cambió a tiempo, a pesar de que el DT –a diferencia de Borghi- estaba convencido de que podía revertir la situación y quería seguir. Ameal quiso sostener a un DT que se caía solo. Extendió la agonía sin sentido. Borghi se iba a ir tarde o temprano,y se fue de la peor manera: dejando el equipo por el fondo de la tabla y perdiendo el superclásico.