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El amor le gana al odio

SANTA FE (Enviado especial) -- Dicen que el amor está más cerca del odio que cualquier otro sentimiento. No se asuste, la idea no es filosofar acerca de cuestiones que han sido objeto de debate por los siglos de los siglos, pero sí hablar de las sensaciones colectivas de un pueblo, que primero quiere, luego odia y más tarde ama de nuevo. Y siempre con la misma intensidad.

Antes del partido ante Colombia, la ciudad de Santa Fe recibió a la Selección Argentina con una fiesta popular. Miles de personas llenaron el estadio de Colón y apoyaron al equipo sin discusiones... hasta los quince minutos del segundo tiempo del partido ante Colombia. En ese momento todo se rompió. El equipo jugó muy mal y la hinchada se hizo escuchar. Abucheó a la Selección como quizás nunca jamás se la había abucheado en este país. El pueblo, el soberano, habló y lo que dijo que no fue nada bueno.

En ese contexto, el futbolista más criticado fue, claro está, el mejor de todos. Lionel Messi, santafesino de ley por herencia y elección, recibió una catarata de insultos y silbidos que nunca se hubiera imaginado. Él, que se acostumbró a los aplausos gracias a su genio futbolero, era reprobado por todos, de manera casi unánime. Así dejó Santa Fe el Seleccionado nacional, con la cabeza gacha y entre epítetos varios.

El destino quiso que el encuentro de cuartos de final se disputara aquí, otra vez en el escenario de la caída de los ídolos, en el lugar donde aquellos que siempre se tutean con la gloria debieron pelearse con el ridículo. Es todo perfecto para la reivindicación.

Después de la buena victoria ante Costa Rica, Argentina terminó segunda en su grupo y, al contrario de lo que se pensaba, debió regresar a la capital santafesina cuando todos creían que el sitio indicado sería Córdoba. Como en el Mundial 78, cambiaron los planes.

"Yo puteé mucho contra Colombia, sobre todo a Messi pero ahora voy a volver a ir a la cancha para apoyar al equipo". La frase es de un estudiante de 25 años llamado Santiago, pero podría ser de la gran mayoría de lo muchachos que esperan para ingresar a un bar en la calle 25 de mayo o que caminan por el Boulevard Pellegrini la noche anterior al gran
partido. Porque casi todos los santafesinos que ayer estaban decepcionados y hasta dolidos por la actuación de su Selección, hoy volvieron a creer. El fútbol genera eso, esperanza constante.

La noche del viernes transcurrió entre truenos y chaparrones en el Salado, pero el sábado amaneció con el sol en primer plano. Los pronósticos de mal tiempo no se hicieron realidad y el encuentro se jugará bajo un cielo despejado, limpio. "Con este día, el equipo tiene que jugar bien", afirma el hombre que vende banderas en el Boulevard. Apenas la ciudad se levantó, todos tuvieron esa sensación: será una jornada perfecta.

Pero volvamos al hombre del momento o, mejor dicho, al hombre de la década. Lionel Messi, rosarino él, santafesino él, es el principal protagonista de los comentarios previos. Toda Santa Fe habla de él. Y, a diferencia del pasado seis de julio, casi todos elogian al crack del Barcelona. "Sólo tuvo un mal día, ahora sí la va a romper", dice un cincuentañero llamado Julio que se jacta de haber visto a los mejores equipos de la historia del fútbol
santafesino, como el Unión de 1979 o el Colón de 1997.

Según dicen algunos lugareños, Santa Fe sólo vive la Copa América con gran intensidad el día del partido, antes y después, la ciudad se mueve en su cotidaneidad. El sábado las banderas aparecen y cada santafesino espera con ansiedad que empiece el encuentro, ver jugar a Messi y que gane el equipo, para tener una noche feliz. "Si hoy ganamos, nos vamos todos de copas", desea un comerciante del centro mientras acomoda algunos productos de Merchandising en su vidriera, entre los que se destaca la Diez con el apellido omnipresente. Él dice que la venta se benefició por el regreso del equipo nacional a Santa Fe. Sí, mientras en Córdoba se lamentan del segundo puesto, en Santa Fe lo celebran.

Casi no se habla de otra cosa en la calle. El estadio de Colón tiene capacidad para algo más de 45.000 espectadores, una mínima parte del total de hinchas que sueña con asistir al clásico rioplatense. "Yo me muero por ir, pero no tengo dinero para comprar entrada en reventa", se lamenta una mujer que pasea con su hijo, quien no se olvida del jugador del pueblo... "El que más me gusta es Messi".

Cerca de las diez de la mañana una caravana partió desde Estación Belgrano y pasó por General Paz, Aristóbulo del Valle hasta llegar al estadio. Esto cambió el pulso de la ciudad, que se movilizó para mostrar el apoyo incondicional al Seleccionado.

Pero como para toda regla hay una excepción, este sentimiento general que se palpita en Santa Fe tiene sus detractores. Un grupo de amigos, de unos veinte años, no cambiaron su postura del partido contra Colombia: "Fuimos a la cancha, juntamos la plata para pagar entradas caras y vimos ese desastre. Para nosotros el equipo juega mal y Messi no rinde en la Selección". Ellos forman parte de un grupo minúsculo: el de los que silbaron al conjunto dirigido por Batista y todavía no volvieron a confiar en Argentina y sobre todo en Messi.

La ciudad espera con impaciencia el gran clásico, el primer encuentro de eliminación directa de esta Copa América. Ya dejó atrás aquel doloroso e inesperado empate ante Colombia. Los insultos y los silbidos desaparecieron para darle lugar a la esperanza de ver una Selección ganadora y, sobre todo, un Messi decisivo. Su provincia lo vuelve a recibir con los brazos abiertos, porque aquello que fue odio, hoy es amor. Así de simple es el sentimiento
futbolero.

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