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Todos para uno, uno para todos

BUENOS AIRES -- En una Copa América que dejó sabor a poco, Uruguay fue un campeón merecidísimo, con un sistema de juego bien definido y con varias figuras individuales que, sin embargo, siempre estuvieron al servicio del equipo.

Tabárez supo mantener la columna vertebral con la que obtuviera un dignísimo cuarto puesto en el Mundial 2010 y, a la vez, le dio todavía más solidez defensiva a un equipo con mucho potencial de ataque pero que a veces se ofrecía demasiado atrás.

Curiosamente, esa solidez terminó de tomar forma con la lesión de Cavani, una de las figuras en Sudáfrica y de brillante pasado reciente en Europa. Pero con la salida obligada del de Nápoli, la Celeste fortificó aún más un mediocampo aguerrido sin perder llegada.

El de Tabárez es un once que piensa primero en mantener su arco en cero, pero que al mismo tiempo es muy efectivo cuando se le presentan sus chances, como quedó claro con la obra maestra del contraataque que fue el tercer gol en la final ante Paraguay.

Vayamos entonces de atrás para adelante. Yo siempre digo que considero al 1 y al 9 las dos piezas fundamentales de un equipo, y esta versión de Uruguay tuvo a ambos en un nivel superlativo.

Muslera llegó a un nivel en el que demuestra día a día que no está en Europa de casualidad. Le soluciona cualquier problema al equipo y le da a su defensa una tranquilidad enorme. Tiene madurez, le sobra personalidad y no duda en tomar riesgos, como cuando en un partido ante Argentina en el que ya era figura, le puso todo el cuerpo a un remate de Higuaín para mantener un empate que peligraba.

Con esa tranquilidad, la defensa uruguaya sabía que tenía siempre un plus. De cualquier modo, los de atrás siempre funcionaron de manera armónica alrededor de una refencia indiscutible como lo es Lugano.

El central y capitán es la torre de la última línea, aportándole orden, experiencia y mucha personalidad. Es un patrón verdadero, y alrededor de la seriedad que le imprime a su juego se ordena a toda la defensa. De los jugadores que tuve en mi carrerra como técnico, me hace acordar mucho a Bermúdez y a Trotta, no solamente por su personalidad sino también por la presencia aérea en las dos áreas.

Otro punto a remarcar en la defensa es la consolidación de Cáceres, quien se había ganado el puesto con el Mundial ya avanzado. Su ductilidad y su manejo sobre la banda izquierda lo convirtieron muy seguido en una opción de salida muy interesante.

En el mediocampo todos corren y muerden, pero también todos ofrecen opciones para pasar al ataque. Quizás Alvaro Pereira es el de más juego y Alvaro González (quien otra vez mostró el alto nivel que alguna vez lo levara a Boca) el de salida más clara, pero los dos marcan y meten cuando se los necesita.

Y por el otro lado, Pérez y Arévalo Ríos aportan, sobre todo, mucha presencia y recuperación, pero se animan a llegar al área también. El primero prueba seguido de media distancia, mientras que el segundo convirtió un gran quite a Ortigoza en una asistencia perfecta para el primer gol de Forlán y segundo de la Celeste en la final.

Justamente Forlán, que venía de una larga sequía, jugó más tirado atrás, en una función parecida a la que tuvo en el Mundial. Y si bien le costó terminar la mala racha, mostró un nivel muy superior al que tuviera esta temporada en Atlético Madrid, hizo siempre un aporte interesante en la generación de juego y tuvo su revancha finalmente con un doblete en la final.

Para el final nos quedó Suárez, quien brilló durante todo el torneo, pero sobre todo en la final. Complicó a cualquier defensor que le pusieran delante y reafirmó lo merecido de su pase al Liverpool. Lo mejor de todo: pese a ser un gran goleador, trabaja en equipo y más de una vez culmina grandes maniobras individuales cediendo para el compañero que llega mejor ubicado.

En definitiva, un Uruguay que se complicó en sus primeros dos partidos terminó yendo de menor a mayor. Consiguió una fortaleza suplementaria luego de la clasificación con Argentina, que logró con un jugador menos gran parte del partido, pero que le sirvió para terminar de ordenarse defensivamente.

Después, le ganó bien a Perú y a Paraguay para convertirse en un campeón muy merecido, que siempre supo a qué jugaba y en el que, como dijeran alguna vez los Tres Mosqueteros, estaban "todos para uno y uno para todos".

Felicidades.

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