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Para el recuerdo

La ceremonia de clausura marcó el cierre de un gran Mundial sub 20 ESPNdeportes.com

BOGOTÁ (Enviado especial) -- Desde la década del ochenta Colombia tenía una deuda con su fútbol y también con su gente: la de organizar un campeonato mundial. Había sido la sede elegida para la Copa de 1986, pero problemas políticos y económicos le quitaron la posibilidad de albergar un torneo que luego sería uno de los mejores de todos los tiempos. Sin embargo, las deudas tarde o temprano se pagan y, después de casi treinta años, los colombianos tuvieron su Mundial.

La Copa América 2001 había sido un paso importante, pero la ausencia de Argentina le quitó brilló a aquel campeonato que se jugó bajo la amenaza de la guerrilla. Hoy, con ese flagelo controlado, la fiesta fue total, vinieron todos los invitados y los 23 días de competencia transcurrieron en paz.

Desde el punto de vista de la asistencia, se puede decir que fue un verdadero éxito histórico, pues así lo demuestran las cifras. Los 52 partidos fueron presenciados por 1.309.929 espectadores, nuevo récord mundialista sub 20. Es cifra superó a la de Egipto 2009, el anterior dueño de la marca más importante.

Las campañas publicitarias y todo el trabajo previo realizado por FIFA y por la Confederación colombiana rindió sus frutos y la gente le respondió a este certamen. Desde semanas antes del inicio, sólo se hablaba del Mundial en cada una de las sedes. Luego, con el correr de los partidos la atracción aumentó y finalmente se convirtió en un evento de interés nacional. En la calle era el tema obligado de todos e incluso después de la eliminación de la Selección local esa expectativa no disminuyó. "Es que es un Mundial", repetían los colombianos felices con ser los anfitriones.

Quizás el punto más elogiable en cuanto a organización sea el de los estadios. Los ocho fueron remodelados a conciencia para la cita planetaria y eso se notó. Todos estaban equipados con cada una de las comodidades necesarias y tanto espectadores como prensa pudieron disfrutar del fútbol sin preocuparse por ningún elemento externo.

En este tópico sería bueno destacar uno de los estadios como ejemplo de todo lo bueno que se hizo para este campeonato y que le quedará como herencia al fútbol colombiano todo. El Hernán Ramírez Villegas de Pereira era un campo antiguo, que no había sido remodelado en mucho tiempo. El equipo que juega allí como local, Deportivo Pereira, está a un paso de la segunda división, pero jugará en uno de los mejores estadios del país. Fue reacondicionado totalmente, tiene entradas muy cómodas, techo en gran parte de las gradas, una sala de prensa envidiable, nuevos vestuarios y butacas en las tribunas. Ése es un legado muy importante.

Algo muy relevante que también le servirá al fútbol local es el retiro de los alambrados. El deporte colombiano siempre vivió rodeado de violencia, por eso las vallas eran un elemento indispensable en los estadios. Sin embargo, tras este Mundial esos cercados fueron removidos y se confirmó que no volverán a colocarse. Es decir, que los hinchas están obligados a aprender a convivir sin separación con los protagonistas. Si lo hacen, será una batalla ganada.

Otra de las cuestiones que más se mencionan como algo positivo en estos días finales de la Copa es el buen trabajo de las fuerzas de seguridad y el hecho de que no hubiera ningún hecho violento. Eso sí es algo para elogiar, ya que la policía, la FIFA y el estado han trabajado de manera ardua para contener cualquier incidente y, lo que es aún mejor, para prevenirlo. Aunque el público que asistió a los partidos de los juveniles no es el mismo que genera disturbios cada domingo y que aprendió sus métodos mafiosos de los barrabravas argentinos, sí es para destacar el clima de paz que se vivió en todas las sedes.

Por último, la gran labor de los voluntarios, quienes llevaron adelante la organización del certamen, quienes le pusieron el cuerpo. En cada estadio decenas de adolescentes trabajaron a destajo para no dejar nada librado al azar. Atendieron a la prensa con amabilidad y al público con respeto. Fueron los primeros responsables de una organización sin fisuras, casi perfecta.

Quizás la nota negativa, y en esto coinciden todos, fueron la inundación del Campín y, sobre todo, la fiesta de inauguración. Chata, sin atractivos y con algunas fallas técnicas. No colmó para nada las grandes expectativas que había despertado la Copa del Mundo. Luego, con la ceremonia de clausura todo cambió el arte colombiano quedó mucho mejor parado. El juego de láser, la pirotecnia y el grupo de baile ofreció un momento único para los más de 30000 asistentes.

Así pasaron 23 días de fútbol, muchas horas de pasión después de tantos años de espera. El público de este país tan futbolero necesitaba un torneo en el que demostrar que son capaces de hacer algo grande. No es necesario parafrasear al siempre políticamente correcto Joseph Blatter para creer en que Colombia puede hacer todo lo que se proponga si para eso pone este mismo entusiasmo y profesionalismo.