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Una tarde increíble

Djokovic superó a Federer y se clasificó a la final AP

NUEVA YORK -- Juro que, en el momento de mayor electricidad, cuando casi nadie podía quedarse quieto en el asiento, una mujer hojeaba la revista de Real Estate (terrenos, casas y departamentos en venta o alquiler). Estaba en la cuarta fila, a un costado, detrás del juez de silla. Novak Djokovic y Roger Federer no existían en ese momento para ella. Para colmo, se inclinaba para mostrarle propiedades a otra mujer que tenía detrás.

Puedo asegurarlo: durante el primer set de la semifinal, una big band de jazz, al estilo de las primeras décadas del siglo pasado, tocaba justo afuera del estadio Arthur Ashe. Lindo tema, buen ensamble, me hacía recordar a la música de la película Volver al futuro. Un único problema, aunque lógico: nadie se detenía a mirarlos. Todos querían entrar al estadio de tenis más grande del planeta.

Lo afirmo: estuve allí. Novena fila, cinco detrás de la mujer que miraba propiedades en el momento menos apropiado. Segundo año consecutivo con los mismos protagonistas, otro año en el que Federer tiene dos match points y no liquida. Esta vez peor: fueron consecutivos, con su servicio, y antes había tenido una ventaja de dos sets a cero.

En 2010, con el colega Miguel Simón, nos había tocado la última bandeja, bien arriba. Esta vez, sentado con Marcelo Maller, de Clarín, y Georges Homsi, periodista francés independiente, terminamos aplaudiendo el final y el festejo de Djokovic, quien se quedó unos segundos descargando tensiones en un grito primitivo, de frente a su equipo de trabajo, de espaldas a nosotros.

El público neoyorquino es ruidoso, pero los "uhhh" y "ohhhh" que acompañan los puntos durante su desarrollo podrían haberse escuchado aun si el partido se hubiera jugado en Groenlandia. La capacidad de unir velocidad con precisión provoca estas exclamaciones, que terminan siendo medida de la espectacularidad de los intercambios. Peloteos en los que la bola pasa 20 veces con aceleración de anime.

El partido no tuvo puntos de lujo, quizá no encontremos jugadas para el top ten del torneo, pero le pusieron una intensidad que pocas veces puede igualarse. Prueben buscar en YouTube un partido de Sampras de hace diez años; la velocidad de los peloteos ya es otra, subió otro nivel. ¿Cuánto más se podrá aumentar? ¿Cuándo falta para que no veamos más la pelotita?

La humedad golpea y comprobamos que, por una vez, Federer transpira. En la fila de atrás, una señora con labios hechos y una delgadez que preocupa se para en los cambios de lado, como si buscara las cámaras. Durante todo el quinto set, mis colegas y yo debemos soportar comentarios facilistas de nuestros vecinos de atrás, en castellano rioplatense, al estilo de "¿por qué regaló Roger el tercero y el cuarto?', como si el rival no jugara.

En un descanso, le cuento a Homsi un dato increíble: casi a la misma hora en que Djokovic comenzó a levantar el partido, a partir del tercer set, se incendiaba el techo del edificio de Credit Suisse, en Manhattan. El video puede encontrarse en Internet. Esta empresa es uno de los principales sponsors de Federer. Boris Becker había advertido el fuego desde su cabina de transmisión y, por la cercanía con el 11 de septiembre, sembró la alarma entre sus seguidores en Twitter.

Homsi me dice no es coincidencia. Me habla de Matrix. No quiero seguirle el tema, el partido volvió a subir en emoción. Llega el momento en que Roger saca 5-3 y 40-15, cuando la gente demora el servicio porque vibra con las repeticiones en la pantalla gigante. Saque abierto de Federer y esa devolución, un winner de derecha de Djokovic que -lo sabremos después- entró en la historia. El serbio levanta los brazos y pide, al menos, un poco de aliento para él. El público estaba demasiado en su contra.

No es suerte aquella devolución, aunque sí hay riesgo. Es una lectura del servicio, la decisión de ir con ese tiro y la técnica mil veces ensayada. No hay temor, sino determinación. El año pasado, Djokovic había levantado un match point de manera similar, con un drive a la línea. Aquella vez, dijo que cerró los ojos y que fuera lo que fuera. Hoy comentó que es como apostar: puede irse out y terminar la historia, o hacerlo seguir en carrera.

El segundo match point de Federer demuestra lo frágil de este deporte. Por centímetros, ese drive que toca la faja no pasa del otro lado. La red jugó con la ansiedad de 25.000 personas. Es remanida pero inevitable la referencia a Match Point, la película de Woody Allen, en la que la faja es la representación de la suerte.

Casi todo el Arthur Ashe está con Federer, pero el suizo ya tiene en su cabeza la semifinal del año anterior. Se lo nota abatido. Mirka grita, pero no puede ayudarlo. Sus golpes pierden efectividad y lo abandonan en el peor momento. Una rubia a metros mío se levanta de su asiento y empieza a abuchear a Djokovic, como si se tratara de un villano en una lucha de catch. Su vecino de asiento le pide que modere su conducta.

La gente quiere levantar a Roger; Djokovic debe soportar los aplausos cuando erra el primer saque. Quizá por eso el serbio termina llevándose el dedo a la oreja, en señal de "no escucho", cuando logra un quiebre clave para servir 6-5 en el quinto. No hay milagro, sino historia que se repite. Como en la semifinal del año pasado, Djokovic termina celebrando la victoria tras volver de la eliminación cercana.

Mary Joe Fernandez, esposa del manager de Federer, es quien le hace la entrevista en cancha a Djokovic. Nole podría haberse enfadado con la gente por el poco apoyo, pero no lo hace. Intenta comprarlos (comprarnos) y lo logra, cuando advierte que bailará sólo si el estadio completo lo acompaña.

Le hacemos caso, nos movemos y aplaudimos, mientras él hace su unipersonal. El baile multitudinario es el último acto de una tarde increíble.