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MDQ: Diario de viaje Día #13

La alegría de los jugadores argentinos no tuvo límites en Mar del Plata Gentileza Ligateunafoto.com

MAR DEL PLATA -- Esto fue una verdadera fiesta. Doce días de fiesta. Y como buena celebración tuvo un final a toda orquesta. El Lancha Delfino revolea la pelota por los aires y le cae en las manos al Gurí Perazzo. Una parábola perfecta en más de un sentido. Los jugadores en la cancha, festejando como si fuera la primera vez, cantado con la gente, alzando a sus hijos en brazos, o sobre los hombros...

Tengo muy claros los recuerdos de Indianápolis 2002. Quizás el primer peldaño en el altísimo nivel. Allí los jugadores festejaron en su mayoría con sus padres, o sus hermanos. O inclusive alguna novia.

El Polideportivo EIslas Malvinas fue invadido este domingo por los hijos. Los dos de Chapu, los tres de Scola, los mellizos Ginobilli. Fue mágico. Recordé aquella carta en forma de mail (como una botella al mar) que mi hermana Gabriela le envió al equipo, tras haber terminado abrazados y llorando frente al televisor. Y que tuvo su respuesta por parte del cuerpo técnico. ¡Fué increíble!.

Hoy todo cambió. Aquel grupo de muchachos se convirtió en un equipo de hombres ganadores. De tipos que brillan en las ligas del mundo, de atletas retirados que vuelven a recoger la toalla de un capítulo más. De héroes silenciosos, como Hernán Jasen, que jugó un torneo de altísimo nivel, en el más bajo de los perfiles. Así se construyó este equipo, con individualidades que aportaron su propia trascendencia para generar algo mas grande, un equipo.

Esta Generación Dorada decidió jugar un over time. Darle un capítulo más a un libro fantástico. Habrá más dolores, menos piernas, rivales más duros. Pero el orgullo está intacto.

Y por ahora, colorín, colorado, este cuento no ha terminado