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Mucho más que un 4

Dos líderes de la Generación Dorada, de lo mejor de la historia argentina DyN

MAR DEL PLATA -- ¿Cómo evitar caer en elogios grandilocuentes hacia Luis Scola? Si se busca adjetivar su carrera será imposible no tentarse. Entonces trataremos de explicar su valor por otras vías.

Aunque comenzaremos con una afirmación que a alguno puede hacerle ruido: Scola es el jugador más importante de la historia del seleccionado argentino. Inclusive por sobre Emanuel Ginóbili, el mejor basquetbolista argentino de todos los tiempos.

El Torneo de las Amérícas que acaba de concluir con el título para Argentina consagró al capitán por tercera vez consecutiva como el jugador más valioso en este tipo de campeonatos: Las Vegas 2007, Puerto Rico 2009 y Mar del Plata 2011.

"Scola es más importante para el seleccionado argentino que yo", había avisado Ginóbili antes del torneo. Es que no hay un jugador capaz de reemplazarlo. Es así de simple. Y en Mar del Plata se confirmó una vez más. El dueño de la camiseta número 4 fue el máximo anotador de este Preolímpico con 21,4 puntos por partido, coronados por los 27 ante Puerto Rico en el partido por un pasaje directo a Londres 2012 y los 32 en la inolvidable final ante Brasil.

Estos números todavía frescos de un jugador que debió someterse a una operación de rodilla antes del torneo y que llegó con menos preparación que la acostumbrada no deben asombrar si revisamos los antecedentes. Scola, que en Mar del Plata superó a Juan Espil como máximo anotador en la historia de la Selección, venía de ser top scorer en el Mundial de Turquía 2010 con 27,1 puntos por juego. También, goleador argentino en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 y en la recordada final de Atenas 2004 (25), la que en definitiva bautizó a este grupo de jugadores que Luis lidera como la Generación Dorada.

Tantos números pueden abrumar. Entonces podemos recorrer el camino de un jugador que eligió dar el presente para el equipo nacional en cada uno de los torneos para los que fue requerido. Formaran parte del plantel o no, por diversos motivos, el resto de las estrellas argentinas. Es más, cuanto más difícil parece el desafío, más parece seducirlo a Scola. Los torneos de las Américas de 2007 y 2009 y el Mundial 2010 son ejemplos ineludibles. Cuantas más ausencias y situaciones complicadas se presentaron, más se agigantó la figura de Scola.

El reciente Preolímpico se presentaba como un torneo en el que el capitán podía a llegar a ceder protagonismo por el regreso de algunos de sus mejores compañeros como Ginóbili y Nocioni y, sobre todo, por las dudas de la condición física y deportiva con las que llegaría a la cita. Scola se encargó de despejarlas partido a partido. Entrenando más que nadie. Perfeccionando en la soledad del estadio vacío sus movimientos y lanzamientos casi dos horas antes de cada juego en los que la disponibilidad de la cancha lo permitía. Exigiéndole a gritos al entrenador Julio Lamas que lo mantuviera en cancha en las situaciones en que se cargaba de faltas. Pidiendo la pelota en los momentos más calientes.

Ese es Luis Scola. Ese que parece muy serio, parco, pero que se emocionó en medio de un Polideportivo repleto y con los ojos humedecidos se fundió en un abrazo con Manu Ginóbili para escuchar del máximo ídolo los elogios y agradecimientos por su actuación apenas culminada la final. Ese que le regaló la camiseta a su papá en los festejos por un nuevo baño dorado. Ese que sonreía por tener a uno de sus hijos correteando por el parquet del Islas Malvinas.

Ese es Luis Scola. Sí, el jugador más importante de la historia del seleccionado argentino.