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El título de la Azzurra

BUENOS AIRES -- Los capitanes Giacinto Facchetti y Albert Schesternev se encontraron en el círculo central con el árbitro alemán Kurt Tschenscher después del empate 0-0 entre Italia y Unión Soviética. Las dos buenas defensas mostraron su fortaleza, por lo que el primer finalista de la tercera Eurocopa de la historia tuvo que definirse mediante un sorteo. Apareció una moneda, fue lanzada al aire y todo el pueblo italiano celebró su buena suerte.

La Azzurra llegó a la Euro 1968 con la obligación de ganarla. Los títulos mundiales de 1934 y 1938 ya habían quedado muy lejos en el tiempo y el fútbol de Italia se debía un festejo importante. Por eso, en el marco de su 60° aniversario, la Federación decidió organizar el torneo, con la meta de subir por primera vez a lo más alto del continente.

Gianni Rivera era la gran figura del equipo, el "fantasista". El crack de Milan venía de brillar en el equipo Rossonero que ganó el Scudetto y la Recopa UEFA de ese año y junto al arquero Dino Zoff eran las esperanzas de los anfitriones para levantar el trofeo. También se destacaban Sandro Mazzola, Piero Prati y Angelo Domenghini. Aquel conjunto que dirigía Ferruccio Valcareggi tenía las virtudes de todas las Selecciones italianas que hicieron historia: orden táctico, buena defensa y un talentoso que hace la diferencia.

Pese a ser local, la Azzurra jugó las Eliminatorias. Triunfó en 5 partidos y empató 1 en el grupo 6, que compartió con Suiza, Rumania y Chipre. El único encuentro que no ganó fue ante los helvéticos como visitante. Luego, en los cuartos de final, superó con dificultad a Bulgaria. Así, se clasificó para las semis, instancia que marcó el comienzo de la fase final, disputada en tres sedes: Nápoles, Florencia y Roma.

El partido contra la URSS se jugó en el estadio San Paolo, ante casi 70 mil espectadores. El combinado soviético había jugado las dos primeras finales y ya tenía experiencia en este tipo de definiciones. El local, en cambio, jugaba su primera semi desde la década del treinta. Sin embargo, esas diferencias no se vieron en el campo de juego y el cero en el marcador no se rompió.

En el sorteo apareció la suerte italiana y la moneda cayó del lado azzurro. Aunque tras esa definición, las dudas no tardaron en aparecer y todos recordaron lo que sucedió en 1934, cuando el gobierno del dictador Benito Mussolini se encargó de que su equipo lograra el objetivo. Pese a la polémica, Italia se metió en la gran final frente a una Yugoslavia que venía de eliminar a Inglaterra.

El campeón del mundo llegó al estadio Comunale como gran candidato. Tenía a Bobby Charlton, Geoff Hurst y Bobby Moore en su mejor momento y el ánimo por las nubes tras el título mundial en 1966. Además, había eliminado al campeón reinante, España, y en la previa, Yugoslavia no representaba un peligro importante. Pero Dragan Džajic hizo todo y se consumó una de las primeras grandes sorpresas de la historia del certamen.

Italia y Yugoslavia chocaron en el Olímpico de Roma. El visitante se puso en ventaja en el primer tiempo, gracias a otro gol de Džajic. La Azzurra sufrió el resto del encuentro, ya que recién a diez minutos del final Domenghini logró el empate. Otra igualdad y otra vez había que desempatar. Aunque, esta vez la moneda no apareció y debió jugarse una nueva final.

Fue la primera y única vez que una Eurocopa se definió después de dos encuentros. Se disputó dos días más tarde en el mismo lugar y el Seleccionado anfitrión dio una muestra de autoridad: ganó 2-0 gracias a un tanto de Anastasi en la primera etapa y a uno de Riva en el complemento. Minutos después de ese triunfo, Pietro Anastasi fichó por Juventus por 660 millones de liras, procedente del A.S. Varese 1910.

Aquella final fue el escenario de una película de culto: The Italian Job, dirigida por Peter Collinson y protagonizada por Michael Caine. En el filme, los personajes se disfrazan como apasionados hinchas de fútbol para escapar de Turín tras perpetrar un robo espectacular.

Aquel fue el primer triunfo de la era moderna para el fútbol italiano. A pesar de que sólo ganó uno de tres cotejos en la fase final, el único equipo italiano campeón de Europa quedó en el recuerdo por su suerte y por su capacidad para mostrar su mejor cara en el momento más necesario. No sólo por la moneda fue campeón la Azzurra, sino también por esa actitud que hace grande a los Seleccionados.

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