Damián Didonato 12y

Un complejo olímpico

BUENOS AIRES -- El 31 de julio de 1996, en el Sanford Stadium de Georgia, Brasil perdió como siempre en los Juegos Olímpicos. Pero también lo hizo como nunca. A doce minutos del final vencía 3-1 a Nigeria y se clasificaba para su tercera final olímpica. Pero el humilde Seleccionado africano lo dio vuelta en el tiempo suplementario y avanzó a la definición frente a Argentina. Esa derrota es sólo una muestra del sufrimiento que representa la máxima cita deportiva para el Scratch.

En aquella Selección que participó de Atlanta 96 jugaban cracks ya consagrados como Dida, Roberto Carlos, Aldair, Bebeto, Juninho Paulista, Ronaldo y Rivaldo. Mario Lobo Zagallo era el entrenador de un conjunto de ensueño, que había viajado a Estados Unidos con el único objetivo de regresar con la medalla de oro.

Debutó con una caída increíble frente a Japón, pero luego se repuso con triunfos ante Hungría y Nigeria en la fase inicial y Ghana en cuartos de final. Era el gran candidato a subir a lo más alto del podio y el adversario de la semi no era para preocuparse, ya que en la primera rueda lo había vencido sin mayores complicaciones.

El equipo nigeriano recién había hecho su aparición en el fútbol internacional. En el Mundial 94 demostró buen juego y ahora se podía dar por satisfecho con llegar al penúltimo escalón en su segunda participación olímpica. Sin embargo, se aprovecharon del complejo de los pentacampeones y le ganaron uno de los mejores partidos de la historia del fútbol en los Juegos.

El primer tiempo finalizó con un 3-1 que parecía lapidario en favor de Brasil. Flavio Conçeiçao en dos ocasiones y Bebeto marcaron los goles del Scratch, que ya ponía la cabeza en la final contra Argentina. Hasta que Victor Ikpeba descontó a los 33 de la segunda parte y Nwankwo Kanu igualó cuando el tiempo ya estaba cumplido. En ese momento, toda una historia de fracasos olímpicos cayó sobre la humanidad del equipo verdeamarelho, que sólo aguantó cuatro minutos en el suplementario.

No fue la primera ni la última derrota de Brasil en el segundo torneo FIFA en importancia. Antes y después llegaron más frustraciones para ellos, como en ningún otro certamen futbolístico. Es, sin duda, la gran deuda del Seleccionado más ganador del planeta. Las razones de tantas caídas son difíciles de encontrar, porque han intentado todo para ganar el oro: planteles repletos de estrellas o con mayoría de futbolistas de un mismo club, profesionales, amateurs, juveniles, experimentados. Nada sirvió.

El debut olímpico de la Canarinha fue en Helsinki 1952, el primer certamen en el que participaron sólo aficionados. Con Vavá como gran figura, el equipo goleó 5-1 a Holanda y venció con lo justo a Luxemburgo. En cuartos de final perdió en tiempo extra frente a Alemania Federal y se despidió de Finlandia.

En Roma 1960 fue eliminado por el anfitrión Italia, después de superar por 4-3 en un partidazo a Gran Bretaña y de golear a Taiwán. En el último encuentro del grupo perdió 3-1 ante la Azzurra. Gerson, uno de los más importantes socios de Pelé, fue la estrella del conjunto que dirigía un DT campeón mundial, Vicente Feola.

En Tokio 64, México 68 y Munich 72 tampoco logró superar la ronda inicial. En esos tres campeonatos, Brasil sufrió derrotas ante Checoslovaquia, España, Dinamarca e Irán, una de las caídas más resonantes de su historia olímpica. Jugadores como Ze Roberto, Falcao y Dirceu pasaron sin pena ni gloria por los Juegos.

En Montreal 1976 la Selección brasileña logró pasar de ronda por primera vez. Sí, necesitó seis participaciones para avanzar a la segunda fase. En Canadá empató con Alemania y venció a España y a Israel. En semis cayó frente a Polonia y en el duelo por el bronce perdió con Unión Soviética. Fue un aviso de lo que sería la primera gran actuación olímpica de la Verdeamarelha.

En Los Angeles 1984 ganó su primera medalla. El director técnico Jair Picerni decidió convocar a gran parte del plantel de Internacional de Porto Alegre, el campeón gaúcho. Derrotó a Arabia Saudita, Alemania y Marruecos en la primera rueda, a Canadá por penales en cuartos y a Italia en las semis. En la final, la Francia de Henri Michel ganó 2-0, un resultado ya conocido para los brasileños en los Juegos Olímpicos. Aquel partido fue presenciado por 101,799 personas en el Rose Bowl, un verdadero récord para este deporte.

La revancha llegó cuatro años después, cuando volvió a jugar el partido más esperado en Seúl. Con Romario como gran estrella, superó a Nigeria, Australia Yugoslavia, Argentina y Alemamia Federal antes de la gran final contra Unión Soviética. Allí, en la lejana Asia, fue donde Brasil estuvo más cerca de ganar el oro olímpico. Perdió en la prórroga y volvió a recibir la indeseable plata.

Tras la caída impactante en 1996, el gran objetivo de todos se posó en Sydney 2000, donde Ronaldinho fue el líder del fracaso. Pese a una impresionante derrota 1-3 contra Sudáfrica, el equipo avanzó a cuartos de final, donde perdió contra Camerún, que luego sería el campeón. Sí, otra vez un conjunto africano amargaba a los reyes de la pelota.

Otra historia así fue en Beijing y ante Argentina. Después de ganar los primeros cuatro partidos sin recibir goles, Brasil debía jugar el clásico ante la Argentina de Messi, Riquelme y Agüero. Era, sin dudas, uno de los choques más importantes de la historia del fútbol olímpico. El Scratch tenía la gran oportunidad de enterrar para siempre sus complejos ante su rival más odiado. Sin embargo, fue superado con amplitud y perdió 3-0. La victoria en el choque por el tercer puesto no fue un consuelo.

La maldición continuó en Londres 2012, pese a que todo parecía indicar que era el momento de romperla. Brasil, con Neymar como emblema, tuvo un camino sin piedras rumbo a la final. 3-2 a Honduras en cuartos y un cómodo 3-0 a Corea del Sur en semis presagiaban el final de la pesadilla. 

Con jugadores frescos tras ese tranquilo partido de semis, la Verdeamarelha llegó como gran favorita a la definición ante México. 

Pero no. Otra vez no. 

Lo que llevó al plano concreto la perenne maldición en este caso fue un jugador rival iluminado. Oribe Peralta convirtió un doblete y el cuento se repitió. Festejó el Tri. Lloró la Canarinha. 

De nuevo. Como siempre.

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