<
>

Ajustes positivos y negativos

Céspedes dice que en Cuba no tenía la dieta de lanzadores de poder que ve todos los días en MLB. AP Photo/Koji Sasahara

BOSTON -- En un mundo ideal, a Yoenis Céspedes le encantaría regresar a su país después de que termina la temporada de Grandes Ligas como hacen otros peloteros latinoamericanos.

Tal vez, establecer su casa en el pueblo oriental de Campechuela, Cuba, que le vio nacer; compartir con su hijo que vive todavía en la isla, reencontrarse con sus amigos y familiares, recibir el aplauso y el cariño de los fervorosos fanáticos del béisbol cubano. Quizás lanzar la primera bola en algún partido del torneo de béisbol nacional y ¿por qué no?, jugar algunos partidos antes de regresar a los entrenamientos primaverales.

"Si yo pudiera, sí lo haría", dijo Céspedes con candidez. "Jugar aquí y disfrutar en Cuba, sí lo haría. Disfrutar eso con mi familia, con mis familiares. No me arrepiento del tiempo que viví en Cuba y no voy a decir que debí haber venido antes, pero no me arrepiento de la decisión que tomé. De lo que nunca me voy a arrepentir es de haber dado ese paso".

"Ese paso" al que se refiere Céspedes fue desertar de Cuba en el verano de 2011. Para Céspedes, como para otros treinta y tantos peloteros cubanos que verán acción en las Mayores en algún momento de esta temporada, no hay vuelta atrás. El mundo no es así de ideal.

Con el tiempo, quizás cambie su modo de pensar, quizás no. Los Atléticos de Oakland, quienes firmaron a Céspedes con un contrato de cuatro años y $36 millones, entienden esos sentimientos mixtos del primer año en Grandes Ligas y por eso subieron al ex lanzador Ariel Prieto, quien trabaja como coach de liga menor, para que sirviera de mentor a su nuevo jardinero.

Prieto, quien emigró legalmente de Cuba a Estados Unidos y fue firmado en 1995, entiende de primera mano por lo que está pasando Céspedes.

"Ese es el sueño de todos nosotros", dijo Prieto. "Yo mismo añoro mi país, quisiera ir a mi país, y ver amistades que tengo allá y sé que él lo quiere ver rápido. Quiere formar parte del béisbol de su país. Pero eso también es parte de su proceso de adaptación".

"Llegar a los Estados Unidos es un shock para cualquiera", agregó Prieto. "De pronto estás en las Grandes Ligas. Vine en medio de la temporada y Yoenis vino al principio del entrenamiento primaveral, pero sé lo que está viviendo en términos de adaptación y sé que no es fácil".

No sólo porque es una sociedad distinta, sino porque Céspedes parece ser el tipo de persona que prefiere las sencillez a las complejidades del consumerismo. Pese a que firmó un contrato de $36 millones por cuatro años con los Atléticos, no siente la necesidad de comprar un auto, el lujo inmediato que se dan muchos peloteros tras recibir su primer cheque. Tiene una casa alquilada en Oakland y se comunica a diario con su madre, la ex lanzadora de sóftbol, Estela Milanés. Añora su país y asegura que no hubiese salido jamás si los directivos de la selección no hubiesen subestimado sus habilidades al colocarlo en el tercer equipo tras registrar una temporada de ensueño.

Durante una conversación de casi media hora en Fenway Park el mes pasado, respondió con firmeza y elocuencia, pero sin mostrar demasiada emoción. La sola pregunta de qué vehículo manejaba en Cuba le hizo soltar una ligera sonrisa.

"En Cuba, yo no tenía ni bicicleta", respondió.

"No tengo apuro de comprar un carro", dijo. "Con un auto, vienen las desgracias y la mente mía sólo está en jugar béisbol. Después de la temporada, ya veré si lo necesito".

Con o sin auto, Céspedes enfrenta cambios drásticos en su vida, más fuera que dentro del diamante. Se mudó a un país en el que no habla el idioma principal, se enfrenta a la dura realidad de que no sabe cuándo podrá volver a su patria nuevamente o si regresará algún día, y juega en una liga con peloteros que jamás había visto. Más temprano que tarde, tendrá que lidiar con invertir su fortuna, encontrar la forma de ayudar a su familia, pagar hipoteca y facturas de luz, agua, cable y otras necesidades.

A poco menos de un año del inicio de su aventura, todo ha ido de manera acelerada para el jardinero cubano. Es el hombre clave del medio de la alineación de los Atléticos y la piedra angular de la renovación de la franquicia. Tuvo un entrenamiento primaveral acortado en Arizona, pero jonroneó en su debut en la Liga del Cactus. De allí viajó a Japón, en donde pegó sel primer hit de su carrera; un doble frente a Félix Hernández en el partido inaugural de la campaña, también su primer jonrón al día siguiente.

Ha impulsado el 20 por ciento de las carreras de su equipo. Además, conoció a su ídolo, Manny Ramírez y terminó el mes de abril jugando en Fenway Park, escenario de varios de los mejores momentos del dominicano.

Su bienvenida a un nuevo sistema también incluyó un reclamo de cobro de dinero por parte de Edgar Mercedes, un antiguo agente en la República Dominicana, su primera parada antes de llegar a las mayores.

Pero por ahora, Céspedes sólo piensa en progresar como pelotero. Mientras Prieto lo ayuda con esos asuntos, él se enfoca en los Atléticos y en cómo batear la recta de Félix Hernández, a quien considera "el lanzador más difícil" que ha enfrentado hasta ahora.

"No puede estar pensando en otras cosas", comentó Prieto. "Está totalmente enfocado en el béisbol, en ser el mejor pelotero posible, en llenar las expectativas altas que han puesto sobre él. Cuando acabe la temporada, ya pensará en carro, casa. Pero nunca deja de llamar de su familia, eso es parte de él. Necesita ese cariño, ese apoyo, ese amor".

Adaptación 101

"¿Te duele?", preguntó en español Kurt Suzuki, con rostro de preocupación. "¿Dónde?".

Céspedes arqueó la espalda e hizo una mueca. Entonces, echó su brazo hacia atrás y se tocó en la parte media de la espalda para mostrarle a su compañero dónde le dolía. Suzuki intentó darle un masaje y volvió a hablarle. Esta vez se enredó con el poco español que sabe, pero le señaló un lugar donde le podían ayudar. El cubano se levantó y se dirigió al cuarto de masajes.

La escena es común en las conversaciones de camerino entre peloteros de cualquier equipo de Grandes Ligas. Pero para Céspedes, quien a esta misma fecha el año pasado se debatía entre quedarse estancado como jugador en su país o probar su talento en Estados Unidos, significa mucho como parte de su adaptación a una nueva vida.

"Él se está acostumbrando a todo", dijo Ariel Prieto. "Pero los muchachos también se están adaptando a él. Han puesto mucho de su parte por hacerlo sentir de la mejor manera".

Todo se ha movido rápidamente para Céspedes tras la firma de su contrato. Su llegada a Arizona tardó más de lo acostumbrado en lo que resolvía asuntos de visado, pero pudo convencer al dirigente Bob Melvin de que estaba listo para jugar al nivel de Grandes Ligas, particularmente en una franquicia que está en pleno proceso de reconstrucción.

Durante el mes de abril, bateó para .250 con cinco jonrones, 19 empujadas, promedio de embasamiento de .333 y slugging de .476. Su OPS de .810 y sus tres bases robadas no revelan mucho del que se considera el mejor pelotero cubano de esta generación, como lo describió Baseball Prospectus o el pelotero de cinco herramientas que tanto lució en el Clásico Mundial de béisbol en 2009. Pero Melvin está confiado de que todo es parte del proceso de adaptación, tanto dentro como fuera del diamante.

"¿Sabes qué? Estoy y no estoy sorprendido", dijo Melvin. "Estoy sorprendido basado en la poca exposición que ha tenido, el corto entrenamiento primaveral que tuvo y el poco o ningún conocimiento de los lanzadores contrarios... Pero no me sorprende ahora que lo conozco como persona, lo mucho que compite y lo bien que se prepara todos los días. Cada día está buscando aprender de los videos y de todos los recursos que hay en las Grandes Ligas que no tenía antes".

La adaptación en el plato ha sido algo dolorosa. En el primer mes, tuvo más ponches (24), que hits (21), pero Céspedes considera que siempre arranca lentamente y calienta a medida que avanza la temporada.

"Hay veces que todavía me apuro un poco por la ansiedad de hacerlo bien", dijo al explicar su total de ponches. "En Cuba, la calidad del pitcheo no es como aquí. Allá te encuentras con uno o dos lanzadores de 94, 95 millas por equipo. Aquí cada día, te encuentras con varios, y cada pitcher que llega tiras más duro. Por eso, estoy trabajando duro con Chili Davis para hacer el ajuste".

"En Cuba, los dos primeros meses empezaba en la media, bateando .260, con tres, cuatro jonrones", agregó. "Cuando llegaba la mitad del campeonato uno se calienta y era cuando salían mis mejores resultados. Espero que aquí sea lo mismo. Voy a tratar de mantenerme porque sé que en el tercer mes pienso…estoy seguro que voy a subir el desempeño".

Melvin no tiene dudas de que verá algo mejor de Céspedes durante el verano y durante su contrato, que dura hasta 2015.

"Realmente me maravilla ver todo el progreso que ha tenido en tan poco tiempo", señaló. "Lo mejor de todo es que todavía no hemos visto ni una pizca de lo bueno que puede ser".

La influencia de Estela

Estela Milanés tenía un secreto en su curva, pero sólo los entrenadores de la Selección de sóftbol de Cuba y su hijo, Yoenis Céspedes, lo sabían.

"Ella lanzaba una curva, por el lado del brazo", señaló Céspedes. "Los árbitros no se daban cuenta, sus entrenadores sí lo sabían, pero era un lanzamiento ilegal porque no tiraba por abajo, sino por el lado del brazo. Era ilegal, que apenas se veía, pero era su mejor lanzamiento".

Céspedes, nunca se paró a batear frente a su madre, pero sí tuvo una mala experiencia precisamente frente a esa curva.

"Un día, yo era muy chiquito, me pidió que le catcheara y en una de esas me tiró esa curva", recordó Céspedes. "No pude cogerla y me dio en la cara".

Milanés, quien jugó con el equipo nacional de Cuba en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, no le lanzó más la curva, pero es la gran responsable no sólo de que Céspedes sea pelotero, sino hasta cierto punto, de que esté ahora mismo en las mayores. Fue por ella además que estuvo por primera vez lejos de casa y la primera persona que consultó sobre la posibilidad de abandonar su país.

Con ella, quien se estableció en República Dominicana, se comunica a diario vía telefónica. Pronto, se reencontrará con ella en Oakland.

"Prácticamente, el béisbol me lo inculcó ella", dijo. "Desde que era un niño me llevaba a todas partes, me crié en el terreno de sóftbol. Todos los días llevaba bate y guante y a la edad 10 años me inscribió en una escuela interna en Bayamo, como a 100 kilómetros, para que me desarrollara en el béisbol".

Cuestión de respeto

Aunque fue el novato del año en el béisbol cubano en 2003, Céspedes se dio a conocer fuera de Cuba cuando bateó para .458, con dos jonrones, dos dobles y tres triples en seis partidos del Clásico Mundial de Béisbol de 2009. Al año siguiente, fue colíder de jonrones del torneo con 33, nuevo récord de la liga y terminó con .333 de promedio de bateo, .424 de porcentaje de embasamiento y .626 de slugging, con 99 empujadas en 99 partidos.

Al joven de Campechuela, un pueblo en la provincia de Granma, al sur del país, nunca le pasó por la mente que su futuro estaría fuera de la tierra que lo vio nacer.

Pero el verano de 2011, Céspedes llegó a la conclusión de que si quería crecer como pelotero tenía que optar por ir a las mayores. A pesar de sus logros recientes, había sido relegado al tercer equipo nacional, y sus oportunidades de regresar a eventos internacionales se reducían considerablemente.

"Eso empezó después del Clásico 2009, cuando tuve la oportunidad de jugar el mejor nivel, pero nunca pensé en salir de Cuba", recordó. "No fue hasta el año pasado, cuando lideré la liga en varios departamentos y me colocaron en el tercer equipo de la selección. El jefe de la pelota en Cuba me dijo que me mandaron para el tercer equipo para que jugara. Pero si no podía jugar ni en el primer ni en el segundo equipo, para qué iba a seguir jugando pelota. Entonces le dije a mi mamá que quería salir de Cuba y mi mamá me apoyó y me siguió los pasos".

Céspedes no dio detalles de cómo arregló su salida, pero él y su madre llegaron a República Dominicana, donde se establecieron. Sabía que como agente libre, le esperaba un contrato millonario como aquellos firmados antes que él Aroldis Chapman, Alexei Ramírez, Kendrys Morales, y otros valores del béisbol cubano.

Pero no se trataba de dinero, sino de respeto. Y la mejor muestra es su vida fuera del terreno.

"Mi vida ha cambiado en muchos sentidos, tanto en la parte económica como en la parte personal", confesó. "A todo pelotero en Grandes Ligas se le respeta como se merece. En Cuba no pasaba así; no le daban el valor a los peloteros de la selección. El trato no era el adecuado".

¿Qué hubiese pasado si Céspedes hubiese permanecido en el primer equipo de la Selección?
De seguro seguiría vistiendo el uniforme rojo y blanco de la temida selección de Cuba y no el verde y amarillo de los Atléticos.

"A pesar de la situación económica", dijo, "tuve la oportunidad de ser un pelotero de la selección, y tenía un nivel de vida no altísimo, sino en la media y podía vivir bien, pero con muchas más dificultades, cosas que aquí ya no las tengo".

"Ahora, poco a poco, buscaré hacer algo con el dinero, para que dure", agregó. "Tengo mis (asesores) financieros, y buscaré pronto la manera de invertirlo, no tanto para que crezca, sino para mantenerlo".

Por el momento, todo parece ir encaminado para Yoenis Céspedes. Mientras aprende a vivir con mucho, también aprende a batearle a Félix Hernández, Yu Darvish y CC Sabathia.

Claro, todo sería perfecto si luego de la temporada, pudiera tomar un vuelo de regreso a su natal Campechuela.