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Falcao, el responsable del área

BUENOS AIRES -- En la conferencia de prensa previa a la final de La Europa League, Falcao, el hombre que sumaba, hasta antes de comenzar el duelo definitivo ante Atletic de Bilbao, 27 goles en 27 partidos, afirmaba que ser goleador del torneo era irrelevante si su equipo no conseguía el título. Y lo decía desde una posición de conocedor de las situaciones, de ser goleador y campeón. El 9 colombiano ganó cuatro títulos en la temporada anterior con Porto, fue el artillero de la competencia europea con una cifra record de 17 goles, nunca antes anotados por un futbolista en una sola temporada en torneos del viejo continente y con el aderezo de haber sido el autor del único tanto en la final.

Santa Marta, una bahía que tiene la fama de ser la mas hermosa, fue la ciudad que recibió en este mundo al Tigre. Su padre, un recio defensor central, supo desde que Falcao empezó a caminar, que todo lo que él había deseado como futbolista y nunca pudo poseer en un campo había llegado con su primogénito. En sus primeros años Falcao mostró una gran facilidad para dominar la pelota, una gambeta silvestre, una habilidad que nunca fue enseñada, que vino con él.

Y puedo dar fe. A mediados de los 90 necesitaba hacer un reportaje de deportes en Suba, una localidad de Bogotá y me enteré que un ex jugador era el técnico de las divisiones infantiles y juveniles. Los encontré en una tarde fría, típica de la sabana. Inmediatamente reconocí a Radamel García, defensor central de contextura fuerte, pero de rostro amigable. Mientras hablábamos, mi camarógrafo hacía tomas de los niños que no superaban los ocho años de edad; se divertían cobrando tiros de esquina. En un cobro vi como una diminuta figura, con botines embarrados, tomaba un centro con el pecho, elevaba la pelota un metro por encima de su cabeza, se acomodaba de espaldas al arco y ejecutaba una chilena que se colaba en el ángulo de un arquero, el cual, en lugar de sufrir el gol, miraba con alegría y celebraba la forma en que era vencido. Miré al cámara y le dije: espero que estés grabando, pero el técnico orgulloso me contestó: tranquilo, si no la grabó inmediatamente te hace otra.

Pregunté que quien era y con una sonrisa orgullosa y acento costeño colombiano me dijo, Radamel Falcao García, mi hijo.

Desde ese día le seguí la pista, jugó en la Selección Bogotá, en el Pony Fútbol, torneo infantil en el que es el máximo goleador de la historia y Fair Play, equipo de la B en Colombia en donde debutó a los 14 años. Pero de ese Falcao al de hoy hay grandes diferencias.

De niño no le podían sacar la pelota, su gambeta y dominio humillaban a defensas, su técnica desairaba rivales y todo esto daba para pensar que un enganche había nacido para el fútbol colombiano. Sin embargo las circunstancias de la vida deportiva lo fueron ubicando en el lugar que mejor se siente.

River Plate de Argentina compró el 50% y lo llevó a su divisiones menores, combinaba su crianza millonaria con las convocatorias a la selecciones colombianas juveniles. En ese camino de formación cambió el perfil, pues siempre fue goleador pero la relación con la pelota fue cambiando. De niño tenía el balón todo el tiempo posible. En su crecimiento corporal y deportivo cambió tenencia por ubicación, soltaba más rápido para reaparecer cerca al área. En su época de formación, él ya convertido en delantero tuvo que enfrentarse a los retos de los grandes profesionales, las lesiones, algunas graves y como suele suceder, ellas se hacen presente en el mejor momento del deportista.

Luego de debutar en primera de la mano del Astrada, vino una rápida confirmación de su vocación, marcar goles. Ya en el vestuario estaba Merlo y con "Mostaza" se volvió la referencia de los abrazo de gol; hizo siete en sus primeros once partidos, pero se repitió la escena, una grave lesión sacaba al joven colombiano, a quien por esa época ya lo llamaban "El Tigre" por una comparación con un programa de televisión en Argentina.

Las lesiones y la peor crisis institucional de River en su historia atentaban contra el nacido en Santa Marta, quien se apegaba a sus creencia religiosas y a su fuerte voluntad para salir de tantos sinsabores. Con la llegada de Diego Simeone a Núñez, Falcao pese a alejarse del área, pudo dar su única vuelta olímpica en Argentina, mostró su gran capacidad de adaptación, pero sobretodo, su carácter.

No se puede afirmar que la afición de River fuera absolutamente fría con el 9, pero nunca corearon su nombre en el monumental. Curioso porque en sus últimos meses con "La Banda" llegó "El Ogro" Fabbiani, delantero al que recibieron con máscaras alusivas a su apodo y en su segundo partido, la grada gritó al unísono su nombre. Hoy supongo que desde los recuerdos saben que la euforia "tribunera" cometió un craso error.

Falcao fue vendido por 5 millones de euros al Porto. Su primer reto, reemplazar a "Licha" López, argentino multi goleador. En su primera temporada los goles llegaron rápidamente, no así los títulos, pero en su segundo año, el colombiano explotó con cuatro trofeos, entre ellos, La Europa League, con su récord de 17 goles y se venía una temporada difícil de repetir y aún mas, cuando se supo que por 40 millones de euros se volvía delantero del Atlético de Madrid.

Este equipo históricamente complicado, de pasado más doloroso que glorioso, era una gran apuesta para el hijo del defensa. Tenía que reemplazar no solo a uno sino a dos grandes sudamericanos, al mejor jugador del mundial de Sudáfrica Diego Forlán y al "Kun" Agüero, ídolo absoluto del Atlético de Madrid. Parecía una locura tomar la bandera colchonera, además, el único delantero colombiano en "El Aleti" no la había pasado nada bien, la referencia para El Tren Valencia.

La medida para calificar cuantitativamente la actuación de Falcao en su primera temporada en España es compararlo con la temporada debut de los grandes que arribaron a la península. Nos encontramos que superó a Cristiano Ronaldo y a Rud Van Nistelrooy, quienes marcaron 33 goles en su primera temporada sumando todas las competencias... Falcao, a falta de un partido, suma 35 en su debut con el Atlético.

Las palabras de Falcao en la rueda de prensa previa a la final tomaron mas sentido. Marcó dos goles en Bucarest, curiosamente de zurda, se convirtió en el primer goleador de Europa League que repite su hazaña, marcó en dos finales seguidas, 29 goles en 28 partidos, está a dos de igualar al sueco Henrik Larsson que es el máximo goleador de la historia de esta Copa, que hace unos años se llamaba Copa Uefa.

Este Falcao que se encuentra en lo más alto del universo fútbol, es el mismo que no fue coreado por los hinchas de River, pitado por algunos aficionados en El Calderón, enviado a la banca de la Selección Colombia en el primer partido de eliminatoria mundialista, enviado a la tribuna cuando la selección cafetera se jugaba su cupo al Mundial de Sudáfrica ante Uruguay, no convocado a la Copa América 2007, el que parecía que las lesiones no lo dejarían tranquilo... Es el mismo que nunca se quejó.

Simeone, atendiendo a los periodistas después de la final, encontró una forma para explicar el hambre de gloria del delantero y así afirmó que Falcao se había olvidado de que era campeón y goleador de la anterior edición de La Europa League y por eso salió al campo como si fuera un humilde principiante, para convertirse en el mejor jugador de la final.

No fue un habilidoso diez, fue un trabajador del área, aunque a veces hace regresión a su infancia y saca una jugada como la del primero ante el Athletic, o el segundo que aplacó a los de Bielsa, o el golazo al Valencia que picó en el larguero y entró. Falcao es una extraña mezcla de genio y trabajador, de brillante jugador y voluntarioso elemento, tan extraña como su nombre, mixtura de célebre volante y humilde defensa, Radamel Falcao, el que se puede mover por todo el frente de ataque, pero es el responsable del área.