Carlos Irusta 3y

Los Spinks, hermanos dorados

BUENOS AIRES -- Para el boxeo norteamericano, los Juegos Olímpicos de Montreal, en 1976, han quedado casi en la leyenda. Ray Sugar Leónard, Leo Randolph, Howard Davis Junior, Michael Spinks y Leon Spinks capturaron medallas doradas. Y luego todos ellos, menos Davis, fueron campeones mundiales a nivel profesional. "Fue el mejor equipo olímpico norteamericano de boxeo en la historia", destacó alguna vez el The New York Times.

Pero el caso de los hermanos Michael y Leon Spinks fue el más llamativo, porque nunca dos hermanos boxeadores habían sido medallas doradas en una misma competencia olímpica. Y lo que nadie podía imaginar, en ese momento, es que ambos iban a ser campeones mundiales profesionales de los pesos completos.

Los dos nacieron en julio. Leon, el 11 de julio de 1953; Michael, el 13 de julio de 1956, en Saint Louis, Missouri. Crecieron en la zona más pobre y olvidada de la ciudad, en la parte Norte, que luego fue totalmente demolida. Su niñez, junto a la de sus seis hermanos y una hermana, se desarrolló entre gangsters, delincuencia juvenil y asesinatos.

Leon vivió la violencia en carne propia, tanto la escolar como la de la calle. Y fueron esos factores los que lo llevaron al gimnasio Capri, en donde se hizo boxeador para defenderse de tantos ataques. Luego lo siguió su hermano menor, Michael, quien debió convertirse en el hombre de la casa cuando el padre los abandonó. La madre, Kay, tuvo que luchar mucho para mantener a sus hijos; Leon era el irresponsable de la familia y fue por esa razón que Michael tuvo que hacerse cargo de las responsabilidades. De hecho, lograba para él y sus hermanitos algunos trabajos ocasionales para repartir periódicos, por ejemplo.

El boxeo les daba una ocasión también de ganar algunos dólares a Leon y Michael, ya que su entrenador Jim Merrill, les conseguía peleas. Eso sí, en muchas ocasiones, les pagaban únicamente si vencían, y ello contribuyó a que los dos hermanos se convirtieran en tenaces peleadores.

Cuando llegaron los juegos de Montreal, Leon había ganado la medalla de bronce en el primer Campeonato Mundial de Boxeo Amateur que se efectuó en La Habana, Cuba, en 1974, en la categoría mediopesado. Con su metro 85 centímetros (6 pies y una pulgada), estaba bien proporcionado para la categoría de las 175 libras, en la que llegaron a reinar a nivel mundial Archie Moore o Bob Foster.

Michael, por su parte, tenía casi la misma altura que su hermano mayor: un metro 88 (6 pies y 2 pulgadas), pero se desempeñaba en la categoría mediano, 160 libras, ya que su físico era mucho más estilizado. Fue campeón Guantes de Oro en Denver, Colorado, 1974. Un año más tarde, en Shreveport, Louisiana, logró la medalla plateada en el campeonato norteamericano. Su camino hacia Montreal se terminó de pavimentar con otros dos torneos ganados: el Campeonato Guantes de Oro del 76 en Miami, más el torneo clasificatorio olímpico, en la categoría de los medianos.

Para llegar al oro olímpico, Leon debió superar a cinco rivales: Abellatif Fatihi, de Francia, cayó por nocaut en la primera vuelta. Anatoly Klimanov, de la Unión Soviética, Ottomar Sachse (Alemania del Este) y Janusz Gortat, de Polonia, fueron todos superados por puntos, y por unanimidad de 5 votos a cero. Cuando llegó a la final ante el cubano Sixto Soria, Leon se impuso por RSC (Referee Stops Contest) en la tercera vuelta. El muchacho de 23 años, enrolado en la Marina de los Estados Unidos, logró así la medalla dorada en la división de los mediopesados.

Michael, a su vez, debió superar a cuatro rivales. Jean-Marie Emebe, de Francia, no se presentó. Al polaco Ryszard Pasiewicz lo venció por puntos; el rumano Alex Nastac tampoco se presentó y en la final, ante el ruso Rufat Riskiyev, se impuso por KOT en la tercera vuelta.

A pesar del brillo de Ray Leonard y de la calidad de Howard Davis Junior (distinguido como el mejor boxeador de los Juegos de Montreal), fueron los Spinks los que más color le dieron al equipo olímpico de boxeo.

Es que entre ellos no solamente había una química muy especial, sino que esa "competencia privada" sobre quién iba a llevarse la medalla dorada se hizo pública muy pronto. Se supo la historia de la familia. Crecieron peleándose entre ellos, y solamente la autoridad de la madre o de su única hermana ponía orden entre ambos.

Cuando León llegó a la final ante el cubano Sixto Soria, eran muy pocos los que creían en él. El cubano era el gran favorito para los expertos. Sin embargo, Leon estaba totalmente alterado por la fortuna de su hermano menor, Michael, que por entonces tenía 20 años. "No me importa perder, lo único que deseo en este momento es que gane mi hermano, porque se lo merece", le confesó a los periodistas.

Parado al fondo del estadio, Leon siguió la pelea de Michael rogándole a Dios por esa victoria, "Estuve todo el tiempo pidiéndole al Señor para que ayudara a mi hermano". Michael había perdido un año antes con el ruso Riskiev, pero en esta ocasión las cosas fueron totalmente diferentes. El ruso era campeón mundial y tenía 27 años, y fue virtualmente arrollado por el norteamericano, quien lo hizo temblar en el primer asalto, lo tuvo por el suelo en el segundo hasta que en el tercero, prácticamente el ruso decidió abandonar, ya que no quería más castigo, acusando un golpe bajo que nadie vio, porque no existió. "No quería pelear más, esa es la historia, no tuvo coraje", dijo Michael.

Por supuesto que la temperatura todavía subió mucho más cuando llegó el turno de Leon. Fue, para los periodistas, la pelea más explosiva de las finales. Leo no solamente derribó dos veces a su rival –y una de ellas de cara a la lona-, sino que además el combate fue detenido por el árbitro en la tercera vuelta, 45 segundos antes del tiempo oficial logrado por su hermano Michael.

Ambos quedaron como grandes protagonistas, ya que nunca dos hermanos habían sido medallas de oro en unos mismos juegos. "Los Spinks tienen mandíbulas de granito", proclamó Rolly Schawartz, el técnico del equipo.

Pero los Spinks tenían reservadas más sorpresas todavía. Ya en el terreno profesional, Leon se consagró campeón del mundo, con apenas 8 peleas y 24 años, tras ganarle nada más ni nada menos que a Muhammad Alí, el 15 de febrero de 1978. Su gigantesca sonrisa sin dientes –producto de un brutal cabezazo que sufrió en un entrenamiento durante su época de los Marines- apareció en las portadas de todo el mundo, porque nadie podía creer que un principiante hubiera podido ganarle a Alí.

La revancha se produjo el 15 de septiembre del mismo año en el Superdome de Nueva Orleáns y Alí, que por entonces tenía 36, se tomó desquite venciendo a Leon –quien ya había cumplido los 25- por la versión de la WBA, por puntos en 15 asaltos. Su carrera tuvo una larga serie de altibajos –con más descensos que ascensos-, estuvo involucrado en el consumo de drogas y finalmente se retiró a los 42 años. Su hijo, Cory Spinks, fue campeón mundial de la división mediano junior versión IBF.

La historia de Michael tras los Juegos Olímpicos también sufrió alternativas curiosas. Volvió con su medalla dorada a Saint Louis a seguir lavando retretes y lustrando pisos. Mientras su hermano se convirtió en una estrella muy poco después, gracias a su victoria ante Muhammad Ali, Michael se resignó a un perfil bajo, cuidando a su madre y tratando de ayudar a su hermano.

Sin embargo, se cruzó en su camino el promotor Butch Lewis, quien se ocupaba de su hermano y que lo alentó a no bajar los brazos. No solamente le hizo caso, sino que comenzó una carrera que lo llevó a ser campeón del mundo de los mediopesados. Y, luego de diez defensas y como si eso fuera poco, se convirtió en el primer campeón mundial de los mediopesados en lograr la corona de los pesos completos, cuando venció a Larry Holmes por la versión de IBF, el 21 de septiembre de 1985.

El fallo fue muy controvertido y se fue a una revancha, el 19 de abril del año siguiente, y Michael, a quien llamaban Jinx –él mencionaba su cross de derecha como el "Spinks Jikns"- volvió a ganar por puntos. Efectuó una pelea millonaria ante Gerry Cooney, considerado por entonces "La Gran Esperanza Blanca" y lo batió por nocaut. Su reinado terminó en apenas 91 segundos cuando enfrentó a Mike Tyson, quien lo noqueó en ese tiempo en una pelea efectuada en Atlantic City el 27 de junio de 1988. Recibió una bolsa de 13 millones 500 mil dólares. Nunca más volvió a subir a un ring.

Leon vivió la vida a su manera, siempre alocadamente, y no quiso obedecer las indicaciones de Butch Lewis, el mismo promotor que manejó con gran acierto a su hermano menor.

Michael vive en una enorme residencia en Wilmington, Delaware. "A veces vienen los chicos a ver mi casa. No tienen idea de quién soy, pero se admiran de tanto lujo", dice. A la muerte de Butch Lewis el año pasado, Spinks inició un juicio, demandando que su apoderado tenía un compromiso de pasarle una especie de pensión por 50 mil dólares por mes.

Leon vive en Nebraska, y trata de que su historia, envuelta en drogas y alcohol, no se repita en los más jóvenes, a los que les cuenta sus tristes experiencias: trabaja para un programa escolar y también para la Young Men Catholic Association.

Ambos escribieron una página histórica para el boxeo olímpico norteamericano. Con los años, esa página se bifurcó en dos. Dos historias, con un mismo apellido, unidas para siempre en aquel año 1976, cuando fueron los reyes de Montreal.

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