ESPN.com 12y

Dobles histórico

BUENOS AIRES -- Sonrientes y felices. Orgullosas y hasta casi incrédulas. El 21 de agosto de 2004 quedó grabado para siempre en las retinas y los corazones de Paola Suárez y Patricia Tarabini. Con esa sensación a flor de piel, la del sueño hecho realidad, las argentinas gozaron de un día muy especial en los Juegos Olímpicos de Atenas al ganar la medalla de bronce en dobles. Un hito en la carrera de ambas luchadoras.

"Entramos en la historia", repetía "Pato", con 36 años recién cumplidos. Esa frase se la decía a ella su amiga "Poly" en el vestuario, post-conquista de la presea y de la emoción extra de escuchar el himno nacional en un podio olímpico. Esa fue la intención de Suárez, por entonces la Nº 1 del mundo en dobles, con 28 años, de hacerle entender realmente a Tarabini lo que acababan de lograr, un objetivo que tantos atletas persiguen y no muchos pueden concretarlo.

Con lógica mayor experiencia en el circuito profesional pero con muchos menos pergaminos y títulos que Suárez, era Tarabini la que vivió aquel día de una manera diferente. Es que, casi un año antes, Paola invitó a Patricia a volver a jugar con la intención de poder obtener juntas una medalla en Atenas. Retirada, con la cabeza puesta en dejar su carrera tenística en el pasado, aceptó el reto del regreso y vaya si valió la pena intentarlo.

Por entonces, una jovencita llamada Gisela Dulko, aceptó participar en varios torneos junto con Tarabini para darle otra vez ritmo de competencia y confianza a la "veterana". De hecho, disputaron dos series de la Copa Fed y perdieron en octavos de final en Roland Garros y en Wimbledon.

Un dato llamativo muestra que en el 'Major' inglés la pareja Tarabini-Dulko cayó justo ante Suárez y su habitual compañera, la española Virginia Ruano Pascual. Aquel 2004 fue puntualmente el año en el que la dupla Suárez-Ruano se adjudicó más títulos de Grand Slam, ya que se coronó en el Abierto de Australia, Roland Garros y el US Open. Igual, antes de la cita en Estados Unidos, llegarían nada menos que los Juegos Olímpicos, justo en Atenas, la misma sede de la primera cita, allá por 1896.

Por eso se trataba de un momento especial para ambas, con Tarabini (ex Nº 12 en dobles) volviendo en pos de una meta diferente y única y con Suárez disfrutando de su mejor momento, ya que inclusive dos meses antes había alcanzado su mejor puesto en singles, al ser 9ª. Hubo química dentro y fuera de la cancha y eso se pudo traducir en la hazaña consumada. Por eso, vale la pena el repaso de cómo fue el camino de esa nueva pareja en las canchas de cemento de Atenas.

Suárez y Tarabini ya habían disputado otros Juegos Olímpicos, pero sin hacer ruido. Y todo cambió en la cita griega. Tras recibir algunas críticas por la conformación de la dupla, llegaron con enormes ilusiones, fueron preclasificadas en 7º lugar y vaya si empezaron generando aún mayores esperanzas. Es que justo en la primera rueda se dieron el lujo de eliminar a la histórica española Arantxa Sánchez Vicario, ex Nº 1 del mundo en singles y dobles, ya a punto de retirarse, y a Anabel Medina Garrigues.

Las argentinas cedieron el set inicial en tie-break, pero se recuperaron con lo justo en el segundo y se llevaron el tercero con mucha autoridad. Después vencieron en dos parciales a las japonesas Akiko Morigami y Saori Obata. Así, ellas se convirtieron en los únicos representantes de la delegación argentina de tenis en meterse en los cuartos de final en alguna de las cuatro pruebas olímpicas.

El obstáculo, pensando en el paso clave a semifinales, fue exigente frente a las francesas Nathalie Dechy y Sandrine Testud. Las argentinas ganaron el primer set por escaso margen, cedieron ampliamente el segundo y luego se llevaron el triunfo en un ajustado tercer capítulo, tras quedar 2-4 y apropiarse de cuatro games consecutivos. Esa fue una prueba de fuego, demostrando actitud ganadora y una mentalidad firme para recuperarse y salir adelante.

Y enseguida llegó el 20, el día previo al recordado partido por la medalla de bronce, que fue la jornada que Suárez y Tarabini recuerdan con dolor y tristeza. Sí, hubo un duro golpe en el camino hacia el podio. Es que el hecho de llegar a semi no alcanzaba para adueñarse de una presea. La semifinal no parecía de tanto riesgo, pese a ser el primer cruce contra una pareja cabeza de serie, ya que las chinas Ting Li y Tiantian Sun, octavas, no tenían antecedentes de peso.

El set inicial se les escapó rápido a las argentinas, quienes se repusieron y ganaron el segundo sin problemas. El tercero fue muy parejo y cambiante, con siete quiebres de saque (cuatro para las chinas). El momento letal para las albicelestes fue el 12º game: con ventaja de 6-5, Tarabini no sacó bien y las asiáticas lograron el quiebre. Así se les frustró el pasaporte a la final, lo que les habría asegurado al menos la medalla de plata.

Otro rompimiento posterior les dio a Li y Sun una victoria casi impensada, por 9-7 en el tercer set. Para Suárez y Tarabini fue un verdadero "mazazo", muy difícil de digerir. Igual, como es habitual, el deporte suele dar revancha. Y aquella vez fue rápida, sin margen para muchos lamentos y con la fe renovada de dar vuelta la página. Las rivales por el tercer puesto fueron las japonesas Shinobu Asagoe y Ai Sugiyama, quintas favoritas, y el desahogo llegó con el triunfo por un doble 6-3.

Por eso el festejo final fue tan especial. Es que Suárez y Tarabini se habían quedado con el mal sabor de boca de la caída en semi, cuando estuvieron a escasos puntos del paso a la final. Como recordatorio, vale la pena repasar que las sorprendentes chinas fueron las que finalmente se llevaron el oro, al imponerse en el duelo decisivo a las españolas Conchita Martínez, ex top-ten en ambas pruebas, y Ruano, las segundas preclasificadas.

Tarabini, gran protagonista, rompió en llanto tras conseguir el bronce y al rato, todavía emocionada y con lágrimas en los ojos, contó: "Me robaron las zapatillas del armario del vestuario y tuve que mandar a comprar nuevas. Y además estuve muy nerviosa desde que perdimos el partido previo. Desde entonces hablamos de cualquier cosa menos de tenis". Y agregó feliz: "Paola me dijo que me diera cuenta que habíamos logrado algo que muchos no consiguen en toda su carrera. Entramos en la historia".

A su lado, Suárez insistió: "Esto no es como el circuito. Se da cada cuatro años y pocas veces en la vida de una jugadora. Un Juego Olímpico es único". Y vaya si tenía razón. Para colmo, se habían dado el lujo de obtener la tercera medalla olímpica para el tenis argentino en toda su historia, luego de la de plata de Gabriela Sabatini en singles en Seúl '88 y de la de bronce de Javier Frana y Christian Miniussi en dobles en Barcelona '92. 

En Londres 2012, Juan Martín del Potro tomaría la posta de ese legado y sumaría la cuarta, al conquistar el bronce luego de ganarle al serbio Novak Djokovic, en ese momento número dos del mundo. 

^ Al Inicio ^