Gabrielle Paese 12y

Carlos Correa Jr.: Lazos especiales

Carlos Correa, padre, no jugó mucho béisbol cuando era niño. Adoraba el juego, pero pasó la mayor parte de su juventud trabajando y pescando. Cuando se graduó de la escuela superior, la urgencia mayor e inmediata era construir una casa para su esposa, Sandybel, y su futuro hijo que estaba por nacer en su pueblo natal de Santa Isabel, Puerto Rico.

Correa sabía que su casa, en el Barrio Velázquez de Santa Isabel, se enfangaría durante las tormentas tropicales, a menos que la construyera un poco más alta del nivel terrenal. Como toda la gente que se crío allí, sabía que un solo día de lluvia tropical haría crecer los niveles del Río Coamo y el alcantarillado de drenaje se quedaría sin descargar. Con una tormenta de varios días quedaría un charco de agua en la calle hasta los tobillos. La amenaza de un huracán significaba que tenían que dejarlo todo y trasladarse al refugio de emergencia del plantel escolar en tierra firme.

Correa construyó las paredes de cemento y usó pedazos de zinc para el techo. Cuando terminó, Carlos Javier Correa -- Carlos Jr. -- nació.

Y durante la próxima década y media, el béisbol fue creciendo hasta tomar un lugar importante en la vida familiar de los Correa y de la casa elevada. Ya era una imagen familiar en el barrio: Carlos, padre, en el callejón jugando a las tiradas con su hijo.

Un vecino que los veía jugar a diario le sugirió a Correa que matriculara a su hijo, que entonces tenía cinco años, en la liga Pampers, como se le llama en Puerto Rico, en la que los padres les lanzan a los niños porque todavía son demasiado chicos. Carlos, hijo, adoraba jugar, si bien no entendía por completo las reglas de juego. Tenía un gran swing y un buen ojo para observar la trayectoria de la pelota, así que el entrenador lo puso en primera base.

"Yo dije, 'Ustedes me enseñan qué hacer con él y yo lo hago en casa'", dice Carlos, padre, quien se comprometió a cumplir la misión de practicar todos los días con el pequeño. "El vecino me dijo, 'Lo vas a quemar', pero yo le dije, 'No, mi hijo es inteligente. Él va a aprender'".

Y bueno, aprendió. El lunes, Carlos Correa Jr., de 17 años de edad, abrirá el sorteo de MLB en 2012 con un gran potencial de ser elegido en la misma primera ronda. Keith Law, de ESPN Insider, piensa que Correa, de unos 6 pies y 4 pulgadas de estatura y 190 libras de peso, podría ocupar un puesto tan alto como el número cuatro en general.

Joey Solá, un cazatalentos de los Astros que reside en la isla, describe a Correa como el mejor prospecto puertorriqueño que ha visto desde Carlos Beltrán.

Correa, quien ha trabajado en los entrenamientos de exhibición antes del sorteo durante las últimas dos semanas, dice que sólo trata de mantener su enfoque entre todo el bullicio, gracias a un consejo que recibió de Sandy Alomar Sr.

"Él me dijo que tengo que anticipar la jugada siempre y anticipar lo que puede pasar, que no me distraiga", relata Correa.

El gobierno de Puerto Rico ha identificado a los sectores como Barrio Velázquez donde creció Correa como "comunidades especiales". "Especial", en el caso del Barrio Velázquez, significa que la comunidad está en una zona inundable, al costado de un río que corre desde las montañas de La Cordillera Central hasta el mar Caribe. "Especial" en algunos casos significa que es imposible proveer algunos servicios básicos tales como el agua pluvial o la energía eléctrica. "Especial" también puede significar que la mayor parte de los miembros de la comunidad no cuentan con estudios universitarios ni empleo profesional.

Al igual que las cientos de comunidades especiales a lo largo de la isla, Barrio Velázquez padece serios problemas. Pero la gente es dueña de sus terrenos allí y crían sus familias, y así se formó una comunidad. Necesitan asistencia del estado cada vez que ocurre un huracán o una inundación; pero a la misma vez, este es su hogar. Cuando el último huracán fuerte batió en 1998, cuando Carlos Jr. tenía cuatro años de edad, la casa de la familia Correa perdió la mayor parte del techo, y la lluvia insistente empapó todas sus pertenencias.

Para pagar las deudas y sostener a su familia, Carlos Sr. trabajó en la construcción. Aceptó todos los trabajos que pudo hallar; algunos meses había más trabajo que otros. Pero siempre tenía tiempo para jugar un poco de béisbol con su hijo en el callejón.

A la edad de siete años, Carlos Jr. demostró que podía hacer un poquito de todo con su equipo de Santa Isabel en la liga del American Amateur Baseball Congress (AABC) -- la misma liga en la que comenzaron los hermanos Roberto y Sandy Alomar Jr., quienes crecieron cerca de allí, en el pueblo de Salinas. Caralos Jr. podía batear, lanzar y jugar el campocorto.

"Me acuerdo que era alto, de brazo fuerte y ya a temprana edad se veía algo extraordinario. Y había dado como 150 jonrones y quemó la liga", dice Rául Cintrón, un narrador local de béisbol. "Hablé con él para ver si podía entrevistarlo para la radio en Salinas y me impresionó tanto cómo hablaba. El niño me recitó como si fuera un poema".

Su equipo AABC, en el sector Playita Cortada de Santa Isabel, se eliminó muy rápido. Pero cuando el equipo campeón de la isla, de la costa noreste en Río Grande, dibujaba su roster para el campeonato de la liga en Atlanta, llamaron al entrenador de Correa y lo pidieron prestado. Ellos habían visto cómo jugaba el muchachito de siete años, y sabían que él podía ayudarlos.

Carlos Sr. estaba emocionado, por supuesto, pero a la misma vez se preocupó. Sería difícil llevar a su hijo a practicar en el lado norte de la isla, a una hora y media de distancia en auto, y peor aún tener que hallar la manera de poder enviarlo al torneo en Atlanta.

"Cuando Río Grande lo pidió de refuerzo nosotros nos dimos cuenta que íbamos a tener que viajar a Atlanta también y que no teníamos el dinero para el viaje", dice Sandybel, la madre de Correa Jr.

Para suplementar los ingresos de Carlos Sr. como trabajador de la construcción, Sandybel trabajó en un supermercado local y a veces para una compañía de embotellar agua. Pero aun con ese dinero extra, era duro para la familia cumplir con sus deberes. Muchos vecinos de Santa Isabel se unieron para ayudarlos. El equipo original de Correa en Santa Isabel donó los recaudos de sus ventas en la cantina al fondo del viaje familiar, y otros en la comunidad ayudaron a Carlos y a Sandybel a organizar torneos caritativos de sóftbol para conseguir más recursos. Sandybel pasaba todo su tiempo libre cocinando frituras de alcapurrias y empanadillas.

"Los padres venían y donaban cajas de refresco, agua y papitas, y nosotros lo vendíamos en la cantina", dijo Sandybel. "Pues mira, entre todos lo hicimos".

Y valió la pena. El equipo de Río Grande estaba atrás por 6-0, pero Carlos ponchó a ocho bateadores para ayudar al equipo a recuperarse y ganar el título. Fue nombrado Jugador Más Valioso del torneo.

Carlos fue invitado nuevamente a Atlanta al año siguiente para jugar con Río Grande, y sus padres confrontaron los mismos percances. Una vez más, la comunidad se unió para aportar. Ese segundo año, Correa ganó la competencia de jonrones y fue el lanzador más dominante del torneo.

Correa superó al equipo de Santa Isabel a toda velocidad; y a la edad de 11 años, sus padres hacían el viaje diario sobre las montañas de La Cordillera Central hasta Caguas para practicar con un equipo más retante. Correa también demostró aptitud académica y recibió una beca parcial para asistir a una pequeña escuela que enseña en inglés, Raham Baptist Academy, con lazos cercanos a la Iglesia Bautista Emanuel, adonde va su familia y mucha de la gente de su barrio.

Carlos Sr. sumó un trabajo de mantenimiento a sus tareas de construcción con el gobierno local de Santa Isabel. Fue insistente con una compañía que instala puertas y ventanas hasta que le dieron algo de trabajo y se buscó algunos "chivos" -- trabajitos peculiares aquí y allá. Mientras tanto, Sandybel luchaba para mantener su empleo en el supermercado. El segundo hijo de la pareja, Jean Carlos, también jugaba béisbol y su turno de trabajo a tiempo parcial requería horas de laborar en la tarde y noche que no la dejaban llevar a sus niños a practicar.

"Ellos me daban unos turnos hasta las 11:30 de la noche. Y yo les decía que tenía que buscar los nenes. Y ellos me decían, 'Tu hijo tiene demasiadas actividades'", dice Sandybel. "Llegó el momento cuando tuve que dejar el trabajo".

El tercer retoño, una niña, nació hace tres años, justo cuando la Puerto Rico Baseball Academy and High School, PRBAHS, de Caguas, que es subsidiada por MLB, observaba de cerca a Carlos Jr. Pero aun cuando su hijo tendría una beca como estudiante, Carlos Sr. dice no sabía cómo rayos iban a poder pagar por todo eso. La transmisión de su desgastado automóvil murió y no tenían medios para ir y venir sobre las montañas hasta Caguas.

La madre de Sandybel prestó su auto, pero la estrategia y los viajes se complicaron rápidamente. Y luego, una vez más, la comunidad alzó la mano. Uno de los entrenadores de Correa, José "Papo el Zurdo" Rivera, trabajó horas extras con Correa Jr. en la técnica de bateo y reclutó a otro entrenador, Yamil Rivera, para mejorar la velocidad en las bases.

"En el bateo siempre tuvo poder y fuerza, pero había que hacer unos ajustes con el bateo, que no fueran swings largos y fuertes, sino con velocidad", dice Rivera. "Y lo que me gusta es lo rápido que el nene aplica lo que digo".

El entrenamiento nocturno cobró su precio sobre la familia. Una noche al bajar la montaña desde Caguas, Carlos Sr. chocó el auto de su suegra. No hubo heridos, pero el vehículo fue declarado pérdida total.

El personal de PRBAHS entró en juego. El entrenador de bateo Francisco Meléndez, un ex primera base de los Gigantes, Filis y Orioles en la década de 1980, se decidió a recoger a Correa todos los días días a las 6:00 de la mañana en un McDonald's que quedaba por la autopista. Correa siguió trabajando con sus entrenadores fuera de la escuela y agregó una práctica de bateo nocturna junto a su hermano menor en un parque semiprofesional cerca de la casa.

"A veces vienen 100 personas allí para verlo", dice Carlos Sr. "Es bueno verlo, porque uno se da cuenta que él se lo ha gozado todo, y veo que para nosotros no es ningún sacrificio porque lo vemos tan feliz. Es un nene tan dedicado".

Rivera, su instructor de bateo, lo llevó a dos entrenamientos de exhibición, incluso un torneo organizado por la firma de cazatalentos Perfect Game. Allí, recibieron consejos valiosos para hacer ajustes en el swing de Correa.

"Hicimos muchas rutinas de bateo de una mano y bates cortos, haciendo los ajustes para que no fuera tirando el cuerpo hacia atrás", dice Rivera.

Jorge Posada Sr., un escucha de los Rockies y el padre del ex receptor de los Yankees Jorge Posada, dice que Correa tiene muy desarrolladas las cinco herramientas del béisbol, "y la sexta, que es su físico". Posada Sr. alaba la agilidad, el rendimiento y el poder de Correa, y lo compara a los puertorriqueños Carlos Beltrán y Alexis Ríos a esa edad.

"Lo vi en el torneo de excelencia [en mayo] y dio dos jonrones kilométricos. Veo mucho potencial", dice Posada. "No sé si en el futuro va a ser un siore o sea, cuando coja libras, dónde va a jugar. Puede ser que termine en los jardines o en tercera base quizás".

Correa tiene la esperanza de ser uno de los primeros nombres llamados en el sorteo del lunes, pero está preparado para las alternativas. A fines del 2011, aceptó una beca absoluta para asistir a la Universidad de Miami. Y aunque el béisbol es el enfoque principal de la PRBAHS, la directora de la escuela, Lucy Batista, está muy orgullosa de los logros académicos de su alumno, un estudiante con calificaciones perfectas que se gradúa la semana que viene con la nota más alta de su clase.

En una entrevista reciente, Correa no mencionó su promedio de bateo con el equipo de exhibición Mizuno, pero sí destacó prontamente su puntuación en el examen de admisión colegial SAT: 1560.

"Si no fuera a jugar pelota, me interesa estudiar contabilidad", dice. "Me gustaría aprender a manejar mi propio dinero. No sé lo que yo haría si firmo, pero lo primero que tengo en mente es ayudar a mis padres a que salgan de las deudas".

Cuando Carlos Jr. tenía 14 años, la familia se mudó a un proyecto subsidiado por el gobierno, a unas millas de distancia de su viejo barrio. Las instalaciones para unas 70 familias, formaron parte de los esfuerzos gubernamentales para reubicar hogares afectados por inundaciones. La familia Correa entregó su terreno y la casa, pero pudieron asegurar una hipoteca de bajo costo y ocupar una casa nueva.

Sin embargo, el Barrio Velázquez no se olvida fácilmente de la familia Correa. Aquellos que se quedaron allí hicieron una colecta de dinero para ayudar a toda la familia con los gastos de viaje hacia las oficinas de MLB en Nueva Jersey para el sorteo del lunes. Y para el martes, organizaron una fiesta gigante, con todo y camisas dedicadas y hasta una orquesta para celebrar el regreso triunfal a casa de Correa.

Una comunidad "especial", sin dudas.

Gabrielle Paese es deputy editor de ESPNdeportes.com y fue editora de deportes del diario The San Juan Star en San Juan, Puerto Rico.

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