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BUENOS AIRES -- Y si bien es cierto, queridos lectores, que todo se define en el Pacaembú, o como se llame, allá en San Pablo. Eso poco y nada importa para los vecinos de La Boca, que ya viven la final de la Copa mordiéndose las uñas.

Y no es para menos, queridísimos seguidores de espndeportes.com, no todos los días se tiene la oportunidad de jugar una final de Copa Libertadores. ¡Si hasta más de uno comenzó a participar de cursos callejeros y esporádicos de japonés! Que nos perdone el ministro Chino, gran inversor, que por estos días está de visita en nuestro país.

¡Francamente, más de uno ya se ve en jugando el Mundial de Clubes!.

Y no es para ponerse colorados, pero haber superado a un equipazo del nivel de la U de Chile, fue para todos sacarnos una "mochila gigante" de la espalda, como bien dijo Cavenaghi respecto de su River querido. Hay pocos jugadores que tengan la moral de este muchacho riverplatense...

Pasando de River a Boca y no al revés. Tengo que contarles que el barrio está convulsionado. Se espera la esperpéntica cifra de un millón de personas para estas horas. Turistas, curiosos, hinchas, brasileños, coparan el estadio y el barrio en general. Ya casi no hay reservas en las pizzerías y los bares de a poco, van saturando su capacidad.

La venta de televisores es inminente y más de uno ya montó su negocito personal. Sacan el televisor a la calle y ponen cuatro sillas del living de casa y cobran un ticket para ver el partido en "plena yeca bostera".

En la calle Necochea me topé con un plasma enorme vigilado por dos morochos gigantescos. Miraban las últimas noticias dos señoritas con anteojos, probablemente noruegas o finlandesas, que sacaban fotos al barrio y disfrutaban de una "cebada de mate" a 35 pesos. ¡Hasta donde llega la invención popular, el amor ciego por Boca!

La calle Brandsen ya directamente es una humareda, como si hubiese estallado algún volcán subterráneo. La cantidad de carritos de choripanes, morcillas, cortes de bondiolas y vacío panes es tanta que parece la calle Perú con sus manteros.

Me acerco a preguntarle a los muchachos que sudan entre las grasas abrasándose en las parrillas:
-- ¿Muchachos, no falta mucho todavía para el partido?
-- El partido ya comenzó, señor.
-- ¿Cómo?
-- La gente ya está desfilando hace varios días y el clima pre partido se vende más que durante el partido. De hecho, cuando el partido empiece se nos acaba el negocio. ¿Quién va a comerse un choripan con los nervios?

Quise aislarme, por la efervescencia del partido. La locura mercantil de los vendedores de camisetas y hasta casas prefabricadas. El fervor boquense daba para todo. Me sentí aturdido y me acordé que conozco un café donde se reúnen esos señores que trabajan siendo amigos de lo ajeno. Un cafecito que, irónicamente, está lleno de policías y ladrones.

Y este misterioso gremio, es el que tiene por estas horas, mayor cantidad de laburo. Los policías deberán controlar la seguridad de un barrio que se verá superpoblado. Y los ladrones deberán ingeniárselas para moverse entre tanta vigilancia. Aún así, hay una tregua, ambos bandos hicieron un pacto. Solo por esta vez, por el amor a Boca, nadie le dará mas trabajo al otro.

Y yo no sé qué quiere decir, qué es mejor. Si una cosa o la otra.

Sea como sea, pasan muchas cosas afuera de la cancha, lo cual indica que el fútbol da para todo. Suerte Boca.

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