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Herederos de una tradición

BUENOS AIRES -- Un bote doble par, tripulado por dos hombres de características distintas, apareció en la nebulosa madrugada argentina. Lo hicieron a través de la pantalla de ESPNHD, para hacer honor a otro bote doble par, conducido por personalidades distintas como la de ellos, que 60 años atrás, fue capaz de cubrir con la gloria olímpica al deporte nacional.

Aquella lejana vez, Tranquilino Capozzo y Eduardo Guerrero en Melbourne, Australia, se arroparon de dorado. Hoy 2 de agosto, Cristian Rosso y Ariel Suárez, dejaron hasta la última energía, rozando el poste en su postrer intento de transformar las camisetas celeste y blanca en bronceada. El viento cruzado los arrastró, pese a la enorme voluntad y esfuerzo, depositándolos con el honroso diploma del cuarto puesto. ¡Salud!, al recuerdo. ¡Salud!, a Cristian y a Ariel.

Rosso nació en Mar del Plata, el 29 de enero de 1984. Suárez, en San Fernando el 24 de febrero de 1980. Uno en el sur de Buenos Aires, junto al mar. El otro, al norte, cerca de los ríos y riachos del delta de Tigre. Más de 500km separan sus casas. Lo sensacional es su convivencia, pese a la distancia que los aleja. ¿La causa? Los une el remo.

En la Argentina, históricamente se trabajó el single scull, siempre el mejor remero se decidió mano a mano y formar un bote de equipo como este, en un país tan grande, se dificultaba ante las distancias. Los dos eran competidores en single. Rosso representaba a Atlantis de Mar del Plata y Suárez al Club Teutonía de Tigre.
Rosso pasó cuatro años en Buenos Aires, donde vistió los colores del Club Náutico de Zárate, hasta que en 2009 decidió regresar a su ciudad y volver a ser remero de Atlantis. A esa altura, ya tanto él como Suárez estaban siendo incentivados en formar un doble par. El artífice de esta unión fue Guillermo Pfaab, que decidió juntar a estos dos ex singlistas para armar un único bote.

Inmediatamente, junto a su entrenador Román Palet, Cristian comenzó a desarrollar su plan de trabajo. En Buenos Aires, entrenaba en doble turno en la pista de Tigre, pero en Mar del Plata debió reemplazar algunas sesiones con un simulador que tiene en el departamento de sus padres y que comparte con su hermano, Brian, también remero. Desde 1998 utilizaba a la Laguna de los Padres y también remó en sus aguas, pese al crecimiento de las algas. En tanto su futuro compañero se preparaba en la pista de Tigre.

Pero para remar juntos, alternaron 15 días en la costa atlántica, y otros tantos en el Delta del norte bonaerense. "Va mucho en cómo somos, en la personalidad. Tenemos muchas condiciones para la perseverancia y el día a día. En estos tres años eso nos llevó a seguir mejorando regata a regata", dijo Ariel en una oportunidad.

Claro que esto no bastó, porque Ariel Suárez, o el Lastra, su apodo, más de una vez quiso dejar el remo, sencilla y llanamente por motivos económicos. Por suerte una persona de su club lo ayudó. Era un socio que nunca quiso dar su nombre. Luego, la llegada del Enard, uno de los entes encargados de becar a los deportistas de alto rendimiento, más la decisión clave de Guillermo Pfaab, como entrenador del seleccionado, estableció el contacto para que el binomio se entrenase en Lyon con la selección de Francia.

Allí aprendieron a corregir errores. Fue un clic, porque mecanizaron una técnica que hoy es una pieza de relojería. Ese trabajo dio su fruto. Ariel Suárez y Cristian Rosso fueron los primeros en conseguir la clasificación de un bote argentino para los Juegos de Londres. Lo hicieron con el noveno puesto en el Mundial 2011 en Bleld, Eslovenia. También obtuvieron el oro en los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011.

Ya Londres, era una meta estar entre los 12 primeros y estuvieron en la final de seis, con la posibilidad de conseguir una medalla. Suárez manifestó lo lógico: "En la final todo puede pasar, salir primero como sexto".

Seguro, cuando la embarcación ya flotaba mansamente en las aguas del Lago Dorney. Ariel tenía la cabeza entre las piernas, tratando de reponerse, y sintió la mano de Cristian apoyándose en su espalda, a la vez que le decía: "Vamos, hicimos todo lo posible".

Rosso es abogado, Suárez estudia la Licenciatura en Nutrición. Diplomados de honor en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Pero nada cambiará para ellos una vez que la amargura del sueño quebrado de una medalla se haya disipado. Suárez seguirá siendo el tranquilo y pensante; Rosso continuará como el cabeza dura, el impulsivo que le echa carbón a la locomotora sin medir consecuencias. Volviendo ambos a soñar en una medalla en Río 2016.

A los 84 años, Eduardo Guerrero vio la regata desde la cama por televisión y lagrimeó de la emoción. Según dicen algunos, la estatua al remero con la figura de Tranquilino Capozzo, ubicada a la vera del Río Luján, se estremeció. Puede ser nada más que una visión, porque sus cenizas el propio Guerrero las esparció en esas aguas.

Así es a vida. Como dije al principio: ¡Salud!, al recuerdo. ¡Salud!, a Cristian y a Ariel.

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