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A dos metros

CINCINNATI -- Mohamed Lahyani verifica la altura de la red y espera que un asistente le coloque un micrófono corbatero para tener comunicación interna con personal del torneo. El juez de silla sueco -de ascendencia marroquí y residencia en España- saluda a los ball-boys, les da las últimas indicaciones y trata de inspirarles confianza para su labor. Dos trofeos, algo así como imitaciones de la Copa Mundial de fútbol, tamaño grande para el campeón, más pequeño para el finalista, lucen en rectángulos de cristal. Roger Federer y Novak Djokovic se los repartirán.

Los ball-boys a los que saluda Lahyani en realidad son ball-men: todos con más de 18 años. Quienes hayan seleccionado al grupo de 16 que alcanzará pelotas durante la final de Cincinnati no han considerado la diversidad, sino la uniformidad: apenas uno de ellos no es rubio, apenas una es mujer.

Faltan 10 minutos para la primera definición de este torneo entre el Nº 1 y 2 del mundo. Ninguno ha perdido el servicio hasta aquí en la semana. Las circunstancias son ideales: calor húmedo, nada imposible de tolerar. No hay viento. Ahí entran: ambos de blanco. Djokovic ocupa el asiento a la derecha de Lahyani. Detrás de sus lugares de descanso, un ventilador de piso listo para atenuar el calor que soportarán minutos más tarde.

En el peloteo, los "ball-boys" atrapan las pelotas con la mano aunque estén recibiendo relajados saques de 200 kilómetros por hora. No esperan que los cañonazos golpeen la lona. No les duele, están acostumbrados por el béisbol. Después de 12 o 15 intercambios, los jugadores paran para cambiar la pelotita, iniciar otro peloteo y que las bolas se gasten por igual.

El locutor del estadio lista los títulos y récords de Federer y así, puestos todos juntos en un resumen de tres minutos, abruman. Ha dejado muchos afuera de la nómina, sino se demoraría demasiado el comienzo. Pide, eso sí, que el público respete a los jugadores, que ponga el celular en modo silencio o lo apague. "También, si quieren, pueden ponerlo en un carrito de la montaña rusa de King's Island por espacio de nueve horas", bromea, por el parque de diversiones que está frente al club.

El torneo de Cincinnati es el único que permite a los periodistas ubicarse en las sillas de los fotógrafos –photo pit-, a un costado de la cancha, delante de las ubicaciones de los patrocinadores. Cuando devuelven el saque del lado del revés, los jugadores están a sólo dos metros de nuestra posición. No es la mejor ubicación para ver el punto, pero en este momento no existe lugar en el mundo como éste para seguir los movimientos y golpes de Federer y Djokovic. El tenis total de sus mejores exponentes, en tu cara, crudo y salvaje, sin necesidad de HD, pantallas o efectos. Para mayor realidad, sólo faltaría que uno de ellos quedara desparramado sobre nuestra posición al correr una pelota y chocara contra el cartel electrónico que nos separa de los protagonistas.

Comienzo por una conclusión pospartido: es imposible que Federer y Djokovic puedan ejecutar un golpe así como lo indican los manuales, sean éstos antiguos o modernos, a menos que se trate del servicio. Eso de la patita adelante, la posición del cuerpo... Obviamente, hay una base sobre la cual fueron modificando, pero se golpea como se puede y de ese golpe de transición o emergencia, ellos han inventado una técnica distinta. Lo aprendido como base de la improvisación obligatoria por la velocidad de juego, y esos nuevos golpes como base de una nueva dimensión. Una velocidad de disparos que ya hace quedar a los '90 como tenis anticuado, velocidad inferior. Los golpes pueden pegarse de sobrepique, las piernas están en movimiento todo el tiempo, puestas a correr o con repiqueteos de ajuste.

Por ejemplo, el revés "exigido" de Djokovic, las piernas abiertas como las de un gimnasta, la parte superior del cuerpo igualmente estable para transferir la fuerza al golpe de dos manos. Los tobillos que podrían torcerse, pero él sabe convivir con ese riesgo. El drive cruzado de Federer a la carrera: una importante acción de su muñeca para imprimirle ese efecto final de aceleración, que suena como un "flushhhh". La precisión en la velocidad es lo que asombra de ambos.

Quizá el momento "de libro" es cuando no se trate de peloteos de transición y se acerque la definición del punto. Con tiempo, allí sí Federer se lucirá en la volea, Djokovic en el spin de su derecha, Roger abrirá los brazos en el revés, como una respiración profunda de de despertar mañanero, como si quisiera abrazarnos...

El golpe del suizo que siempre ha sorprendido, al menos a quien esto escribe, es el slice de revés. La rebanada en el momento exacto para que pase la red por milímetros, la pelota quede suspendida en el aire, un efecto de cámara lenta real, de nuevo, sin necesidad de trucos de estudio. La pelota apenas se levantará: Federer estará esperando tirado hacia su revés, porque sabe que un tiro paralelo del rival, desde esa posición, es improbable. Esa es la "boba" de Roger, revés con slice que no es drop ni profunda, va sobre el revés del diestro, y lo deja con una incógnita preocupante: "¿Qué hago desde esta posición?". Siempre estarás comprometido.

Djokovic intenta mantener a Federer bien atrás, desgastarlo pero no sólo eso: su negocio está en agrandar la cancha, encontrar los espacios para ponerlo a correr hacia los costados. Sabe que si el suizo no puede meterse y corre allá lejos, se siente incómodo, a la defensiva, debe arriesgar y, a los 31 años, está en desventaja física con respecto a la velocidad y resistencia del serbio.

Para Federer, nada de charla sin sentido, no quiero bailar, directo a los besos. Si el servicio no hizo el daño, hay que cortar con el slice, variar alturas (revés levemente alto sobre el drive) y poner a correr al rival sobre la derecha. La situación ideal para Roger es estacionado sobre su revés, dirigiendo con el drive. En este partido en particular, los sobrepiques en la red salvaron cualquier intento de lances heroicos de Djokovic desde posiciones inverosímiles.

Cuando su cabeza y físico responden, cuando no hay vicios de irregularidad, el cuerpo de Federer flota. Casi en puntas de pie, distribuye para todos lados. Otra variante del suizo observada hoy: tiros planos o con top, con menos peso, casi que pasen la red pidiendo lástima, que desestabilicen a un Djokovic que está corriendo un metro detrás de la línea. Djokovic no sólo deberá pensar en ir hacia los costados, también hacia adelante. El drop también contribuye. Roger y Nole se conocen demasiado. Se han enfrentado 27 veces, saben qué esperar.

Al lado de mi posición, Mary Joe Fernández aporta comentarios desde la cancha para ESPN. Justo en el día de su cumpleaños. Ella, esposa de Tony Godsick, manager de Federer, también será la que haga de maestra de ceremonias durante la premiación.

Djokovic perdió los primeros games, tiene serios problemas para impactar la derecha con cierta limpieza, también en mantener su servicio, y no reacciona. Sus golpes terminan con un quejido por la incomodidad. Esperamos su grito de desesperación. No llega. "Come on, do something, buddy (Vamos, haz algo, amigo)", le grita uno desde la tribuna. Novak apenas mueve su cabeza en desazón.

Recién cuando gana su primer game, en el 1-0 del segundo set, camina hacia la silla, mira hacia mi costado y hace conexión con la gente: abre la boca bien grande, cierra los ojos, sonríe. Son dos segundos, suficientes para que nos demos cuenta de que, al menos en este set, Novak estará allí. El serbio recobra cierta pimienta en el servicio, se involucra más al sacar primero, lanza su primer grito (no de festejo, sino desesperación) en el 4-3 de ese set.

Federer muestra algunos errores, no muchos, y mira con desprecio a un ruidoso avión que sobrevuela el estadio. El avión sirve para mostrar una bandera: "Stop bullying Anna Lou Inn". Efectiva protesta contra Western and Southern Financial Group, sponsor principal del torneo, que mantiene una disputa legal contra Anna Lou Inn, una residencia para mujeres. El avión se quedará dando vueltas durante diez minutos.

En la cancha, Djokovic no puede molestar a Federer en su saque, de hecho el suizo no enfrentará break points en todo el partido. Para colmo, cuando al suizo le toca servir con presión, en el 4-5, llega la nube salvadora que lo ayudará en el lanzamiento de la pelota. Pareciera que hubiera llamado a esa nube. Los que lo endiosan, ahí tienen un argumento.

El partido gana suspenso en el tie-break. Federer no enfrentó break points, pero sí set points. Mente fría para levantarlos, cerrar con su derecha y celebrar otro título, su quinto en Cincinnati. Djokovic se mantiene invicto en finales en Cincy, pero en la negativa: no pudo ganar una de las cuatro que jugó.

En la premiación, Federer recibe una botella gigante de champagne, otra Djokovic. Ambos las chocan, una especie de pequeño brindis de camaradería. Sonríen. Saben que esto no termina acá.

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