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"Para esto subí al barco"

NUEVA YORK -- Ivan Lendl está acorralado por una decena de periodistas británicos, tres estadounidenses, dos argentinos, un italiano, pero es amo y señor de la situación. Es el más alto de todos, o el segundo más alto, y sus ironías dejan en posición adelantada a más de uno.

Al checo nacionalizado estadounidense le gusta examinar el conocimiento del periodista, repregunta y sonríe -sí, sonríe- en un punto medio entre broma y soberbia. Muchas veces, el propósito es evidenciar que los periodistas podemos hacer preguntas estúpidas. Cuando éstas son inteligentes, es posible que Lendl no esté dispuesto a brindar la información solicitada. Entonces, mirará al interlocutor, le guiñará el ojo y le dirá: "Buen trabajo", y ésas serán sus únicas palabras. Las respuestas no duran 30 segundos, pero no necesita extenderse demasiado: Lendl dice más con menos.

Hace unos minutos saludó a Sean Connery, ambos con cara seria, como si en vez de felicitarse tuvieran ganas de blandir espadas y comenzar una lucha de película. Sir Sean lo felicitó por el logro con su pupilo y se alejó rogando a los periodistas que dejen de asociar a Murray con Gran Bretaña, que Andy es escocés y que durante 40 años, Connery debió sufrir lo mismo. Por allí estaban Kevin Spacey y Matthew Perry, que se sacaron fotos con el trofeo del campeón, y con el campeón también.

Lendl está ahora contra la pared del pasillo que comunica con la sala de jugadores del Arthur Ashe, en Flushing Meadows, apuntado por micrófonos y grabadores. Murray a punto de ir a la rueda de prensa tras la obtención del título, el resto del equipo de brindis a unos metros de nuestra posición. Ivan viste un chaleco rojo con una inscripción: Dunhill Cup. Cuando se retiró, el golf pasó a ser su pasión, al punto de participar en un circuito de famosos. Dos de sus cinco hijas juegan un circuito junior nacional en Estados Unidos.

Lendl insiste en que, en el US Open, Murray ganó su segundo torneo grande. El primero fue Londres, los Juegos Olímpicos. "En mi cabeza es un Major, y quizá más difícil de ganar que los otros, porque tienes una chance en cuatro años, no cuatro en un año. En Beijing 2008, Andy tenía 21, no estaba listo. En Río tendrá 29 y en el siguiente, con 33, es posible que no lo juegue. Así que realmente tenía dos chances y tomó la primera. Es muy importante. Si lo hubiera perdido, no todos, pero la mayoría de ustedes habría dicho que estaba 0-5 en finales", ataca Lendl a los periodistas británicos, que sonríen.

Lendl se unió en diciembre al grupo de trabajo de Murray, tras un llamado del australiano Darren Cahill. "Nos juntamos tres o cuatro veces para ver qué quería Andy, qué iba a buscar y si estábamos en la misma página. Como ven, nos dimos cuenta de que sí. Creí desde un principio en él".

"Cuando comenzamos a trabajar, ambos dijimos: dennos de seis a nueve meses. Hagan las cuentas. Se puede ayudar a alguien en menos tiempo, pero lleva más tiempo que las cosas queden establecidas. No toma una semana o un mes. Por suerte, no estamos ni cerca de dónde Andy puede llegar", afirma Lendl, pero no quiere entrar en detalles sobre las cosas que quedaron establecidas y corta, con una sonrisa, cualquier repregunta (sí, es así, Lendl sonríe).

"No voy a discutir asuntos específicos. Andy todavía tiene una carrera por delante, debe jugar partidos contra estos tipos y si te digo en qué tratamos de trabajar, estoy revelando información. Los márgenes son tan pequeños que revelar eso ayudaría a otro en los dos o tres puntos que definen un partido. Sería suicida", afirma quien ganó ocho títulos de Grand Slam; el primero, después de perder sus primeras cuatro finales, como Andy.

Lendl no quiere comparaciones. "Tengo 52 años, estuve fuera del tenis mucho tiempo. No me imagino como jugador, no pienso en ello". Sí recuerda que aquel Roland Garros 84 terminó con sabores contradictorios. "Estaba contento, pero muy mal físicamente, totalmente consumido, no me sentía bien. Un amigo estaba en el vestuario y yo ni recuerdo haberlo visto en París".

"Recuerdo que no me juzgaba por ganar, me juzgaba por el esfuerzo", cuenta Lendl y nos lanza una mirada que intenta remarcar la enseñanza de la frase. "Si alguien es mejor que tú, vuelves a intentarlo, vuelves al pizarrón y tratas de darte cuenta por qué lado pasa, qué hay que mejorar para vencer a ciertos jugadores, y luego vas y trabajas sobre eso, para tratar de ganar la próxima vez. No hay nada más que puedas hacer", sentencia.

"Andy ha estado madurando en gran forma, como jugador, competidor y persona. Como se ha visto, se mostró más cómodo en estas situaciones. Cuantas más situaciones así pases, mejor te sentirás", dice Lendl, y remarca un partido, el más importante del año según su parecer. "La derrota ante Novak en Australia. Fue una guerra como aquí. Le ha servido para demostrarle que podía ganarles a estos tipos y qué se necesita para ganar". Aquel partido fue de Djokovic con resultado 6-3, 3-6, 6-7 (4-7), 6-1 y 7-5.

"Todos sabemos que estos partidos son una guerra. Es casi imposible que ganes un partido así por paliza, especialmente si es contra Novak. Quizá si fuera contra un rival que está 9 o 10 del mundo, y por favor no pongan nombres a esos números porque estoy hablando al aire", advierte Ivan. "Si estos jugadores tuvieron un gran torneo, otro le ganó al favorito y ellos llegaron a la final, es posible. Contra Novak, todo será cuestión de quién lo quiere más, qué tanto lo quieres. No quiero decir que Novak no lo quisiera, debo tener cuidado con ustedes, los periodistas británicos", sonríe. "Cuánto lo quieres, qué precio quieres pagar, quién puede ejecutar bajo presión extrema. Ya vieron a ambos finalistas, estaban totalmente destruidos después del partido".

En el US Open, Murray fue exigido por el español Feliciano López en tercera ronda y debió remontar un desventaja de 6-3 y 5-1 ante el croata Marin Cilic en cuartos. "El juego es más parejo que cuando yo estaba en el circuito. Si no estás en un gran día, puedes perder tranquilamente. Es muy difícil que puedas hacer un torneo ganando partidos rápido, siempre tendrás difíciles, en primera ronda, segunda o la final", explica Lendl, Nº 1 del mundo durante 270 semanas. Su próximo contacto con Murray será en el Masters de Londres. Ahora, será tiempo de jugar al golf y volver al tenis por un rato, reemplazando a Jimmy Connors en exhibiciones con Pete Sampras, Andre Agassi, John McEnroe y Michael Chang.

"Andy disfruta del trabajo duro, no tiene miedo de eso. Aprende rápido y mejora lo que le propongo. Tuve un par de sorpresas en la final", admite Lendl, pero no quiere especificar. "¿Qué sorpresas? Del partido. Buen intento, no nací ayer", bromea con el periodista. En ese momento, un empleado del torneo solicita a la ronda de periodistas que se traslade porque obstruye el pasillo, pero Lendl se niega: "¡No me muevo de aquí!". El empleado lo respeta, pero llega el director del torneo. Esta vez, Ivan accede. Lo seguimos.

"Hay muchos talentos hoy. Andy tiene el del trabajo; también posee tiros muy buenos, pero cuidado con esa comparación: estamos en la era de Roger Federer, y le he visto hacer a él tiros que ninguno pudo", elogia el checo. "No exageremos: Andy ganó un Grand Slam, Roger 17; le faltan 16 si quiere alcanzarlo. Hace cuatro o cinco años, junto a otros ex jugadores mirábamos por televisión a Federer y coincidíamos en que jamás podríamos pensar en tiros semejantes, y Roger los hacía con facilidad".

En la ceremonia de premiación del US Open, Murray bromeó desde lejos con Lendl: le pedía una sonrisa, pero el checo apenas hizo una mueca. "No vine aquí a pasarla bien, vine a que Andy gane. Para esto subí al barco. Él ganó, así que el trabajo está bien hecho", afirma con pragmatismo, y halla otra coincidencia con su pupilo: "El sentido del humor de Andy es casi tan enfermo como el mío, eso es mucho decir. La risa está sobrevalorada. Me gustan las bromas, pero no sonreír demasiado".

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