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La épica de Rodrigo Roncero

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BUENOS AIRES -- El sábado, más allá del resultado, de lo que se transpiró adentro de las líneas de cal, fue un día histórico. Los aplausos apuntaron, mimaron y hasta acariciaron a una sola persona. Y esas palmas, rompiéndose una y otra vez en movimientos cíclicos, envolvieron numerosísimos y profundos significados.

Porque si el deporte puede compararse con las grandes gestas antiguas, pues de alguna manera supone enfrentar a un adversario sin necesidad de "luchar o guerrear", entonces los grandes jugadores pueden asimilarse también a los grandes héroes. Por eso, así como ocurrió con Heracles, uno de los más célebres héroes griegos, que con su fuerza como principal atributo logró que su nombre se pronunciara tanto en la mitología griega como en la romana (Hércules), la épica de Rodrigo Roncero también continuará viva cada vez que un luchador del rugby riegue el césped de una cancha con su última gota de sudor. "Ese es como Rorro", se repetirá hasta al cansancio, agigantando aún más su figura.

La leyenda de este gladiador con la celeste y blanca comenzó el 11 de septiembre de 1998, en el Nagain Stadium de Osaka, en el encuentro en el que la Argentina superó a Japón Select XV por 51 a 28; aunque su primer test match fue 96 horas más tarde, ante el seleccionado Japón, y terminó con derrota 29 a 44. Ese día nació el romance entre Roncero y una camiseta que, a esta altura y aunque el ojo humano no pueda apreciarlo, ya está tatuada en su piel.

"Soy un agradecido del rugby; después de mis hijas -Juana, Lola y Mila- lo mejor que me tocó vivir fue vestir la camiseta de Los Pumas. Los mejores momentos de mi vida se los debo a este equipo", confesó el pilar, que, sobre su lomo de Bronce, suma disputadas tres Copas del Mundo -Australia 2003, Francia 2007 y Nueva Zelanda 2011-. Y sus palabras son 100% sinceras. Porque el amor que él confiesa queda en carne viva cuando uno fija los ojos en su mirada bonachona, sencilla, espontánea. El fuego está ahí, latente; listo para avivarse en cada tackle, en cada scrum, en cada maul. En definitiva, listo para que su llama interna explote de pasión cada vez que la camiseta Puma demande una defensa.

Tanto Heracles como Roncero se valieron primordialmente de su fuerza para superar todas los obstáculos que se les cruzaron en el camino. Los del mito griego fueron doce trabajos dispuestos por Euristeo, en los cuales enfrentó, entre otros, al León de Nemea, al Jabalí de Erimanto y al Toro de la Isla de Creta. Mientras que Rorro debió pelear 55 batallas contra rivales de la talla de Wallabies, All Blacks, Springboks y Gallos. Pero no sólo fue su tremendo poderío físico el que lo sacó airoso de tamaños enfrentamientos. Porque a su principal virtud también se le sumaron coraje, valor, orgullo, corazón. Esto convirtió a Heracles en un héroe y a Rorro en un Puma. Y de pura cepa; como la historia del rugby argentino lo demanda.

Rodrigo Roncero cierra el telón y las canchas lloran lágrimas de agradecimiento por la ida del mejor pilar de la historia del rugby argentino. Adiós al forward; adiós al rugbier. Pero queda Rorro-persona, que es todavía más grande que Rorro-jugador. Y eso ya es mucho decir.