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Gigantes ganaron pero MLB no

Aún cuando sigan saliendo noticias de transacciones a través del Día de Elecciones, Acción de Gracias, las reuniones invernales y las Navidades, y a medida que los árboles siguen perdiendo sus hojas, el 2012 seguirá perteneciendo a los Gigantes de San Francisco -- los mismos Gigantes subestimados quienes hace dos años reclamaron el trono del béisbol y echaron a la basura sus lágrimas y su imagen de buenos pero no tan buenos al ganar la Serie Mundial por primera vez en la historia de la ciudad.

Mientras el mundo estuvo hablando durante la primavera, el verano y el otoño sobre el Dilema de Strasburg y Cabrera, Verlander y Beltrán, los Gigantes convirtieron nuevamente la Serie Mundial en su propio partido intraescuadras.

El campeonato de este año fue históricamente diferente al logrado en el 2010 – este fue más un mandato en ciernes que un logro atesorado por generaciones – pero no fue menos satisfactorio para los 3.37 millones de fanáticos que pasaron por los tornos del AT&T Park y los millones adicionales que observaron el primer año del nuevo formato de playoffs que produjo un viejo campeón, un equipo que ha estado en los alrededores desde 1883.

Lo que es pasado, es prólogo. Hace un siglo, en 1911, los Gigantes de Nueva York comenzaron una corrida de ocho apariciones en Series Mundiales en un periodo de 14 años. Hoy, con un estadio que pronto quedará saldo, una gerencia estable, una batería de talento suprema, una cultura ganadora en aumento y los adjetivos superlativos que vienen con todo eso – ya los Gigantes han comenzado a ser catalogados como una, ahem, dinastía -- San Francisco está preparado financieramente para mantenerse en el grupo contendor por varios años.

Así que mucho de lo que ocurrió en octubre se saboreará en la temporada baja. Los Gigantes terminaron la postemporada con una racha de siete victorias en fila, cuatro de ellas por la vía de la blanqueada, mientras que permitieron apenas siete anotaciones en ese periodo. Solo para llegar a la Serie Mundial, tuvieron que ganar seis partidos de eliminación, superando en anotaciones a los Rojos en los últimos tres partidos de la Serie Divisional de la Liga Nacional y a los campeones defensores Cardenales de San Luis (quienes hasta el Juego 4 de la Serie de Campeonato de la LN habían tenido la postemporada más dura en años) en los últimos tres partidos de dicha serie por un total de 36-9.

Una vez llegaron a la Serie Mundial, los Gigantes aplastaron a Detroit. Los Tigres apenas tuvieron ventaja en dos entradas en toda la serie – la cuarta y quinta entradas del Juego 4—y terminaron la temporada al ponchar siete de sus últimos 10 rivales. El último, la mirada de Miguel Cabrera al strike tres que le lanzó Sergio Romo para sellar el título para San Francisco, sera recordado siempre por los fanáticos de las barras modernas cercanas al estadio de los Gigantes en China Basin como Paragon, en las viejas barras como el Double Play Tavern en Potrero Hill a lo largo del viejo estadio de los Seals y en el vecindario de cuello azul como Tommy's Mexican Restaurant en el distrito Richmond, donde hay un altar dedicado a los Gigantes, rodeado por supuesto, de tequila.

En sus últimas dos apariciones en Series Mundiales, los Gigantes han participado en nueve juegos, han ganado ocho de ellos, y han estado en desventaja en apenas 12 entradas de un total de 82.

Una franquicia reavivada de los Gigantes regresa la Liga Nacional a sus raíces de McGraw y Stoneham y Feeney, algo que es bueno para el juegi. Sin embargo, lo que pareció sorprender durante la postemporada es la indiferencia (o intransigencia) del béisbol ante la lenta muerte de su activo más importante. La marca de la Serie Mundial parece estar en respiración artificial, y la oficina del comisionado luce cada día más como uno de los Kevorkian. Los Gigantes lograron la victoria frente a la menor audiencia televisiva de la historia; apenas 12 millones de televidentes los observaron en su victoria ante Justin Verlander en el Juego 1, y la barrida promedió apenas 12.75 millones de televidentes. En contraste, unos 62 millones de fanáticos vieron a los Medias Rojas vencer a los Rojos en el Juego 1 de la Serie de 1975, y eso fue en un juego de día.

Luego de cuatro juegos, las recompensas fueron escasas. Ya casi nadie ve la Serie Mundial.

Al cruzar el Puente de la Bahía, en Oakland, la justificación de la ronda adicional de playoffs crecía en evidencia durante un duro y terrible mes de septiembre, a medida que los Atléticos presionaban y finalmente lograron desbancar a los dos veces campeones de la Liga Americana, Vigilantes de Texas mientras lograron 94 victorias y un inesperado cetro divisional. Los Atléticos demostraron lo que querían lograr los creadores del nuevo formato de un juego de vida o muerte entre comodines, que perseguía proteger la integridad de la temporada regular al impedirle a los potenciales ganadores de divisional relajarse en el mes de septiembre para comenzar a preparar sus rotaciones de pitcheo para los playoffs.

Fue un éxito indiscutible, pero no para los Bravos de Atlanta (ganadores de 94 juegos y más cerca de las 98 victorias de los Nacionales de Washington que de las 88 victorias de los Cardenales) o para los Vigilantes (ganadores de 93 partidos) – ambos perdedores de los primeros partidos de vida o muerte – ya que aparentaban que no habían clasificado cuando en realidad sí lo habían hecho. Aunque lucía atractivo, el format de un solo juego es realmente algo venenoso que nadie quería jugar. El mensaje, como saben ahora de forma clara Ron Washington y Nolan Ryan y Jon Daniels, es abundamentemente claro: Gana tu división o, luego de 162 partidos en seis meses, te corres el riesgo de irte a tu casa en nueve entradas.

Sin embargo, si la meta a largo plazo del béisbol es mostrar a los mejores equipos jugando los partidos más importantes bajo las mejores condiciones, entonces el deporte ha fallado de forma miserable. Con la posible excepción de la NBA, a la que le toma dos meses de postemporada para coronar un campeón y que reduce a casi polvo los buenos jugadores en el proceso, ningún deporte trata su campeonato de la peor forma posible que el béisbol – un pensamiento sorprendente tomando en cuenta que ningún otro deporte en EEUU posee más importancia o relevancia histórica. El clima a finales de octubre y principios de noviembre es horrible, y pronto llegará el día en el que una Serie Mundial entre Rockies-Mellizops o Medias Rojas-Rojos quede destruída por el clima nuevamente, como sucedió en la serie del 2008 entre Filis y Rays. Luego de 200 partidos entre los juegos de exhibición, temporada regular y playoffs (sin contar los del Clásico Mundial de Béisbol en el 2013, lo que empujará la Serie Mundial a cerca de la segunda semana de noviembre nuevamente), la base nacional de fanáticos queda fatigada, al igual que los jugadores.

En el terreno, antes de que los Gigantes comenzaran su limpieza, las teorías eran abundantes en torno a las razones por las que la Serie ya no atrae como antes. Es cierto que aunque los venerables Gigantes, Medias Rojas, Yankees, Cardenales y Medias Blancas han ganado campeonatos en el nuevo siglo, la Serie en sí ha sido más chatarra que otra cosa. Desde el 2004, siete de las nueve Series Mundiales a la fecha han terminado en barrida o en cinco partidos.

La competencia en el mercado del deporte hoy es más dura que nunca antes. Las transmisiones del football colegial y profesional ahora aparecen cada noche desde el jueves hasta el lunes, lo que coloca al béisbol en septiembre y octubre en constante competencia con el football. Alguna vez, la NFL no podia competir con la Serie Mundial. Pero hoy, el apetito nacional por el football – alimentado incluso por las cadenas nacionales que son socios con el béisbol durante la temporada regular –está devorando el juego.

Una gran parte del problema son los playoffs en sí. El béisbol no es el football o el básquet o el hockey, en el que pueden tener una postemporada ampliada luego de una larga temporada regular y las implicaciones de estos cambios tectónicos podrían (o deberían, de acuerdo a lo que han hecho los Gigantes en los últimos añosrs) afectar la forma en que se construyen los equipos. Para ganar una Serie Mundial ahora se requiere una ofensiva que sea consistente por casi un mes, algo casi imposible de lograr. Los grandes equipos llenos de toleteros como los Tigres, Vigilantes y Yankees sufrieron varios meses en los que los promedios colectivos fluctuaron más de 18 puntos en un period de 30 días. En un torneo de un mes de duración, la ofensiva, donde usualmente se aplican los grandes contratos en el béisbol, está demasiado sobrevalorada. Es mejor tener buen pitcheo y buena defensiva, robar bases y crear situaciones. A pesar de todo el alboroto que provoca el cuadrangular, los Gigantes ganaron la Serie Mundial luego de haber bateado la menor cantidad de jonrones en las Grandes Ligas esta temporada.

Luego de 162 partidos, una postemporada de un mes de duración es extenuante. El factor fatiga es demasiado alto; al final de la temporada regular y tres rondas de playoffs, el primer juego de la Serie Mundial no se siente como un gran escenario – luego de casi 200 partidos de béisbol, es solo un día más en el estadio. Los Gigantes y los Tigres ni siquiera tuvieron que recurrir al toque en la Serie Mundial este año.

El béisbol ha escogido un nuevo camino, más cercano a la Locura de Marzo que al Clásico de Otoño, creando ahora una batalla entre los dos equipos más calientes, en vez de que sean los dos mejores equipos luego de una temporada de 162 juegos. El regreso de San Francisco ante San Luis evitó (por el momento) la primera Serie Mundial entre equipos con menos de 90 victorias. Tal y como sucedió, los Gigantes y los Tigres "mostraron" los equipos con el cuarto y el octavo mejor record en el béisbol. La última vez que una Serie Mundial tuvo los dos mejores records de cada liga fue en 1999, cuando los Yankees barrieron a los Bravos.

Combinado con el clima, que fue atroz en Detroit – la temperatura era de 42 grados cuando Romo congeló a Cabrera para el out del campeonato –el béisbol ha sacrificado sus juegos más importantes por el dinero.

Lo que es pasado es prólogo.

Para entender por completo el béisbol, y para hacerle demandas razonables, el fanático debe tener en cuenta que el béisbol es un negocio. Sus protestas no importan, los dueños miden lo Bueno del Deporte en términos de las ganancias que recibirán luego que sus gastos queden restados en sus recibos. Todo lo demás está subordinado, incluyendo la calidad de lo que se coloca en el terreno de juego. Los dueños del béisbol nunca han vacilado en adulterer el juego para ganarse un dolar extra. La Prueba A es la temporada extendida de 162 juegos, que les rinde nuevas ganancias, además de las exhibiciones pretemporada, además de los playoffs intraliga, además de una Serie Mundial que se ha convertido es un espectáculo sin brillo debido a que los hombres que aparecen en ella están cansados antes de comenzar.

-- Curt Flood, "The Way It Is," 1971.

Las oportunidades para remediar esto – jugar menos partidos en temporada regular o acortar la temporada añadiendo dobles partidos, lo que mantendría al béisbol de jugar en condiciones terribles – han sido rechazadas por el béisbol porque los dueños no quieren entregar dinero para mejorar la calidad de la experiencia de la Serie Mundial. El deporte empujaría mejor la decisión radical de jugar la Serie Mundial en una sede neutral con buen clima como Arizona o Las Vegas – antes de recortar la temporada. El béisbol lamenta la duración de los partidos y sigue presionando a los jugadores a que se muevan más rápido, mientras siguen permitiéndole a las cadenas de TV añadir más y más comerciales a la transmisión.

A un año del nuevo formato de playoffs, el béisbol ya aparenta estar en una encrucijada. El deport no está en bancarrota. Sigue haciendo dinero, pero el dinero no lo es todo. La pornografía hace dinero, al igual que las artes marciales mixtas y Justin Bieber. Pero eso no significa que las tres cosas sean buenas para el mundo.

Aún así, nada de lo que hemos dicho debe desmerecer lo que hicieron los Gigantes en el terreno. Ellos dieron la mejor lección, que nunca debemos subestimar a un equipo o a un atleta que tenga algo que probar. El campeonato de San Francisco siempre sera recordado por sus atletas altamente motivados, desde Barry Zito (dejado fuera del roster de la Serie Mundial del 2010 pero ahora ganador de dos partidos de dos de los juegos más críticos en la corrida del 2012), a Pablo Sandoval (sobrepeso y enviado a la banca pero ahora fue el JMV de la Serie Mundial), a Tim Lincecum (ex ganador del Cy Young quien logró reinventarse en el bullpen), a Marco Scutaro (clave en la victoria ante los Cardenales y catalítico en la Serie Mundial como jugador de rol).

Antes del Juego 2 de la Serie en el AT&T Park, un fan de los Gigantes caminaba por Third Street hacia el estadio con una camiseta de los Gigantes que tenía la inscripción "ZITO 126" en su espalda. (Zito firmó un gran contrato de siete años y $126 millones con San Francisco como agente libre luego de la temporada 2006.) El mensaje de la camiseta capturó de forma simultanea tanto la veneración como el resentimiento de los fanáticos. Fue Zito, con su equipo enfrentándose a la eliminación en desventaja 3-1 en San Luis, quien lanzó el juego de su vida y comenzó la racha de siete victorias que terminó con él en posesión del trofeo de campeón de la Serie Mundial.

Esta vez, ciertamente tuvo un significado mayor para él. Reinvindicado en el terreno, donde cuenta, y se ganó su dinero.