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Soderling y su larga inactividad

BUENOS AIRES -- Hoy las novedades de Robin Soderling, ex N° 4 del mundo y doble finalista de Roland Garros, se dan lejos de las canchas. No porque él quiera, claro. Una mononucleosis lo mantiene inactivo desde hace 16 meses y aún no tiene fecha para su vuelta. Sin embargo, no borra la sonrisa de su cara. ¿Por qué? Principalmente, porque fue padre. Además continúa adelante con su fundación y, de yapa, festejó los cuatro goles de Suecia, el miércoles pasado, ante Inglaterra.

"Mi salud está progresando. A paso de tortuga, pero avanza", explicaba Soderling en declaraciones reproducidas por el diario francés L'Equipe hace unas semanas durante el ATP de Estocolmo. "Algunos días hago footing largo a un ritmo constante, pero otros días me cuesta salir de mi sofá", resaltaba el hombre de 28 años, nacido en Tibro. "Aprendí a ser paciente", apostillaba, luego de ver acción por última vez en el clay de Bastad en julio de 2011.

Llamativamente ese certamen, en Suecia, marcó también una despedida en un altísimo nivel. Se quedó con la corona sobre el polvo de ladrillo con dos sólidas victorias ante top-ten: al checo Tomas Berdych -8° y por 6/1 y 6/0- en semis y al español David Ferrer -6° y 6/2 y 6/2-. Unos días después, tras unos siete meses con cuatro títulos, su físico le dijo basta y lo terminó sacando de las canchas por, en principio, un fuerte cansancio. Luego se le detectó la misma enfermedad que supo frenar por 16 meses (lo mismo que lleva Soderling actualmente), entre 2008 y 2010, a la belga Justine Henin, por entonces número uno de la WTA. La mononucleosis atacaba de nuevo en el tenis.

Sin embargo, no todo es malo lejos de la cancha. Sin la raqueta en mano, como habitualmente sucede, hay tiempo para otras cosas para los jugadores de elite. Así, Robin, junto a su mujer Jenni, tuvo la oportunidad de agrandar la familia con la llegada de su hija Olivia y aprovecharlo al máximo, estando en todo momento en sus primeros días de vida. Sin giras por el mundo semana a semana ni exigentes calendarios, Soderling le sacó, para decirlo de alguna manera, provecho a la situación.

También tuvo más espacio para su Fundación, creada en 2011 para ayudar a niños necesitados en lo económico y en salud, y en la última edición de Bastad pudo llevar a cabo una subasta con la colaboración de algunos colegas (pese a no llevarse del todo bien con algunos) en una obra de arte. De la misma manera pudo disfrutar sin inconvenientes de los cuatro goles -incluida la inolvidable chilena- de Zlatan Ibrahimovic en el duelo entre su país e Inglaterra. Y hasta tuvo tiempo para reflejarlo en twitter, donde, de fondo, aún cuenta con una foto suya sobre polvo de ladrillo. Épocas de gloria, diría.

Y esas épocas siguen en la mente de Soderling para ser revividas, aunque sin pisar e acelerador de más. "No volveré a competir hasta que no recupere mis fuerzas por completo. No quiero provocar una recaída", señalaba al diario español Marca, en Montecarlo (donde reside), cerca de un año atrás. Y lo viene cumpliendo a rajatabla; y está bien.

No obstante, su nombre sigue sonando en el circuito de alguna manera u otra. ¿Cómo? Sin ranking y con el gran récord de ser el único en haber vencido al español Rafael Nadal en Roland Garros (en octavos de final de 2009), Soderling también fue noticia de rebote durante París-Bercy. Sucede que Ferrer ganó el Masters 1000 francés y lo reemplazó como el último en haber ganado un torneo de este rango sin ser del Big Four (Djokovic, Federer, Murray y Nadal). Así, la consagración del sueco en la capital gala en 2010 pasó a un segundo orden en la lista, aunque sin perder en absoluto el mérito, obviamente.

Así son las cosas, entonces. Cuando aún se recuerda su gran explosión en el circuito, su hazaña en París ante Nadal y su permanencia en la elite durante dos temporadas -hasta el momento de dejar de jugar-, el sueco no quiere quemar etapas. En tanto, y mientras el tenis sueco lo extraña (su mejor rankeado es Patrik Rosenholm, en el 386°), disfruta de la vida, en familia y sin ganas de apurarse por temor a una recaída. "Aprendí a ser paciente", una frase que deja picando y que sueña con poder aplicarla en una cancha.

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