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¿Quién es el egoísta?

BUENOS AIRES -- "En tu cancha, vos tenés que hacerte responsable de tu gente", se quejó Juan Carlos Olave, en referencia a la bomba que arrojaron desde la tribuna de Independiente y que fue motivo de la suspensión del partido entre el equipo de Avellaneda y Belgrano de Córdoba.

También dijo que el presidente de Independiente, Javier Cantero, se hacía la víctima y priorizaba el posible castigo que recibiría su institución, muy necesitada de puntos, sin tener en cuenta que el damnificado más directo de la agresión había sido precisamente el arquero de Belgrano.

Es cierto: la bomba cayó cerca del arquero de Belgrano. Pero, también hay que señalarlo, el cordobés pasó del desmayo a correr más rápido que Buster Keaton cuando sospechó que la hinchada brava atacaría de nuevo.

Una prueba de que su salud no había sido afectada gravemente y que acaso explica por qué Cantero habló más de su interna con los barras que de la convalecencia de Olave.

El arquero es un futbolista experimentado. Pero aun así hizo una declaración digna del que no entiende quién es quién en el mapa del fútbol.

Quiero decir: si existe un dirigente que se hace cargo de la gente (a la que también le reclama compromiso), que trabaja en la prevención, que pretende tribunas pacíficas y por lo tanto un clima favorable y seguro para los jugadores, ese es Javier Cantero.

Olave, al cuestionar las palabras de Cantero (quien no hizo otra cosa que referirse a la ardua disputa que enfrenta, un legado violento de su antecesor en el cargo), proyecta un egoísmo propio.

Porque fue Olave el que se lanzo a hacer cuentas sobre los partidos pendientes y el grado de cansancio de su equipo si se llegara a jugar el tiempo restante del encuentro suspendido.

Los futbolistas padecen el poder de las barras. Y suelen elevar la voz, con todo derecho, cuando se meten en un entrenamiento a patotearlos o a exigirles dinero.

Con este panorama, no cerrar filas, no unificar el discurso con un líder que enfrenta democráticamente a las mafias del paravalanchas es una torpeza mayúscula.

Pero es probable que los jugadores, por deformación profesional, por los gajes del oficio de estrellas, no puedan ver mucho más allá de su ombligo. No puedan interpretar que la acción política de Cantero representa una bisagra en la historia de fútbol argentino.

Y la dimensión del cambio, la magnitud de la empresa, requiere no sólo la comprensión sino la solidaridad activa de todo el mundo. También de los futbolistas.

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