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Para vos, Pelado

BUENOS AIRES -- Un sol pleno iluminaba a un distendido Monumental, cuando de repente todas las miradas se posaron contra la platea Belgrano, debajo de esta precisamente. Faltaban unos 15 minutos para el partido cuando la voz del estadio empezó a decir: "Gracias Matías Almeyda. Ramón Díaz bienvenido a tu casa".

El "Oy, oy, oy" comenzó a bajar de los cuatro costados, hasta que la enforia -que hace mucho no se veía por estos lugares- envolvió todo al canto de "de la mano de Ramón Díaz, todos la vuelta vamos a dar"...

Si había algún extranjero o un recién llegado al país en el estadio, probablemente, no entendió nada. Y es que en poco más de 48 horas, el Mundo River dio un vuelco (no tan) inesperado: el último gran héroe se iba por la puerta de atrás y sin casi tiempo a reaccionar, por la delantera volvía el hombre que más felices hizo a los millonarios en las últimas dos décadas.

Conclusión I: Almeyda tuvo razón. Haber estado este domingo en el banco hubiera sido contraproducente. Hubiese generado tensión y emociones mezcladas por la tristeza de verlo partir (más allá de sus errores, quizás propios de su inexperiencia como DT) y la satisfacción de al fin ver regresar a Ramón Díaz, el técnico más exitoso en la historia del club, después de 10 años.

Conclusión II: Daniel Passarella prendió el incendio, lo apagó casi al mismo tiempo y el Monumental estuvo en paz. Aunque la gente se acordó de él en el final del primer tiempo. Y le recordaron al presidente: "A ver si te das cuenta que no te quiere nadie".

Igualmente el golpe de efecto sirvió. Ramón Díaz se robó el protagonismo. Probablemente, muchos fueron más para verlo a él, que por el propio partido. El Pelado salió a la cancha, saludó y luego se ubicó en un palco de la platea Belgrano, donde accedió a sacar fotos con un bebé y firmó muchas camisetas que le revoleaban de todos lados. Ah, sí, y después se dispuso a ver el equipo que le heredó el otro Pelado.

Y vio casi al prototipo de lo que armó Almeyda. Un equipo que quiere tener la pelota, va para adelante, que busca protagonismo, paciente. Pero que le cuesta llegar, que por momentos se entiende de memoria y en al rato pareciera que ni se conocen. Que desperdicia situaciones. Hasta ahí, lo que todos sabían, seguramente Ramón también.

Las novedades: el regreso de Luciano Abecasis, como nuevo parche a esta defensa tan emparchada. Con Gabriel Mercado como primer central. La línea dejó algunos espacios, pero en lo global, funcionó. Ariel Rojas, que jugó como volante derecho, retrasando a Diego Martínez, confirmó que no encaja en este equipo. Nunca entró en sintonía, nunca entendió lo que tenía que hacer.

El mediocampo no dio contención. Ezequiel Cirigliano sigue en un bajo nivel y Leonardo Ponzio no tuvo su rendimiento habitual, pero aún así asistió el gol. ¿Lo mejor? Rodrigo Mora y, mucho más, volverlo a ver en sociedad con Carlos Sánchez. Juntos son explosivos. Ramón habrá tomado nota.

En cambio, Rogelio Funes Mori permanece como un gran enigma. ¿Es el delantero fenomenal que Passarella quiere vender? ¿Será del montón? ¿O un fiasco como lo consideran muchos hinchas? Cualquier respuesta parece apresurada, dada su juventud y las circunstancias en las que le ha tocado dar sus primeros pasos como profesional. Aunque es cierto que otros, caso Erik Lamela, pudieron demostrar su talento igualmente.

Como sea, es el mismo Melli al que Almeyda quiso darle continuidad y al que probablemente tendrá Díaz como uno de sus principales delanteros, si no es vendido. En todo caso, la mayor sorpresa fue Lanús. Sí, ahí, mientras River hacía su despedida/bienvenida había un equipo enfrente, que se jugaba sus chances por el título. Algo que para los locales ya había quedado tan lejos...

Lo llamativo es que el equipo del silbadísimo Guillermo Barros Schelotto nunca pareció estar peleando por nada. Tan tibio...Diego Valeri y un poquito más. Algo de Mauricio Pereyra, Silvio Romero y casi nada de Mario Regueiro.

Entre que el partido tardó en armarse porque River no sabía cómo ser vertical y Lanús que se olvidó de hacer un cambio de ritmo para contragolpear, el primer tiempo se fue en blanco. En el complemento, Valeri tuvo la intención de armar juego, que de nada sirvió si nadie estaba para recibir. La pelota parada y mucho orden para avanzar y retroceder fueron las dos armas del equipo de los Mellizos. Demasiado poco. Y en parte por eso, River no sufrió como otras veces y pudo crecer hasta llegar al gol, casi por decantación. Una tenía que entrar.

Fue Mora de cabeza. Mientras que el que se agarró la cabeza varias veces más fue Funes Mori, que se perdió, al menos, dos chances muy claras.

Y después del gol, un guiño para los dos Pelados. Para Almeyda, porque el equipo tuvo que aguantar el resultado (faltaban 15', que fueron 20' y parecieron más) y, pese a algún sobresalto, se acordó de tener la pelota, de tratar de alejarla lo más posible del área propia. De no enceguecerse. Para Ramón, una vueltita de rosca de Gustavo Zapata, quizás. Un pizca de picardía. Con Barovero demorando la salida del fondo (lo que desencajó a Marchesín), quemando segundos, como hacen los equipos chicos en el Monumental. ¿Lindo? No ¿Válido? Sí.

Con River en control, el que perdió el eje fue Lanús. Tal vez la fuerte entrada de Guido Pizarro a Facundo Affranchino que le valió la roja directa, lo expuso más claramente.

Fue un triunfo "a lo River del Almeyda". Sí, con dientes apretados y también pasajes del fútbol ofensivo y al ras que le gusta al Monumental. Fue un digno cierre para un ciclo que se inició en el punto más bajo y triste de los 111 años del club millonario, que transitó por el áspero terreno de la B Nacional, para volver a su lugar en la elite.

Y pensar que fue Lanús el que empujó a River al abismo de la Promoción, y un año y medio después es River el que mató el sueño de granate del segundo campeonato y, más aún, lo dejó casi fuera de la Copa Libertadores 2013. Todo vuelve.

Como Ramón, 10 años después, para tratar de devolver a River aquellos Díaz felices.

Para empezar y para terminar, esta victoria es para vos, Pelado.

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