ESPN.com 11y

San Pablo ganó la Copa Sudamericana

BUENOS AIRES. –- La segunda final de la Copa Sudamericana dejó un doble saldo: 1) San Pablo es el nuevo campeón de esta edición 2012. 2) El escándalo mayúsculo manchó la definición y la tiñó de violencia, vergüenza, barbarie y una desorganización alarmante.

El primer punto, lamentablemente el menos relevante en esta ocasión, tiene que ver con lo futbolístico. En ese contexto, se dio la lógica. 45 minutos le bastaron al conjunto brasileño para demostrar que es superior a Tigre largamente. El 2-0 fue justo y merecido. Es más, si se hubiese completado el encuentro, probablemente los paulistas hubieran goleado.

El segundo ítem es tan insólito como repudiable. ¿Qué pasó? Tigre no salió a disputar el complemento porque su plantel fue agredido en los pasillos de acceso al vestuario.

¿Qué hizo entonces la Confederación Sudamericana de Fútbol? Le "dio" potestad al árbitro chileno Enrique Osses para que decidiera. Y el juez, después de una larga espera, determinó que el partido no estaba suspendido sino finalizado.

Conclusión: San Pablo campeón. Con premiación, medallas, trofeo, papelitos, fuegos artificiales, vuelta olímpica, y todo el show (que, por supuesto, siempre debe continuar).

Una decisión más que cuestionable que siembra un antecedente más que peligroso de cara al futuro.

¿En qué derivarán estos penosos incidentes? Habrá que esperar, pero creemos que las decisiones que se tomen deberán ser ejemplificadoras. De lo contrario, en el fútbol sudamericano se volverá al "vale todo" de la década del ´70, cuando en la Copa Libertadores se vivía de "batalla en batalla".

Vale recordar, a esta altura, que Tigre no pudo jugar el encuentro de ida en su estadio, y debió trasladar su localía al de Boca Juniors. "La Bombonera" sí reunía la capacidad que exige la CSF. Lo mismo pasa con el enorme Morumbí. Pero quedó claro que acá no es cuestión de capacidades sino de seguridades.

Hubo un partido, o medio para ser exactos, y se lo contamos.

UNA DIFERENCIA LÓGICA

Los únicos 45 minutos que se disputaron no escaparon a lo que todos preveían que iba a suceder: San Pablo atacando; y Tigre agazapado esperando algún contragolpe que le permita al menos gozar de una pelota quieta para lastimar con su juego aéreo.

Casi nada había pasado hasta los 22 (apenas una aproximación para los visitantes con un disparo de Botta que Rogerio Ceni supo conjurar). Pero allí cambió todo. Y tomó cuerpo una antigua frase tantas veces escuchada: "allá en Brasil se inspiran cinco minutos y te pintan la cara". Tal cual. Porque entre los 22 y los 27, San Pablo facturó por duplicado y sentenció la lucha.

Primero fue Lucas. Que, tras una buena acción colectiva, recogió una pelota suelta en el área, encaró, pasó, la cruzó de zurda, y 1-0.

Después Osvaldo, que aprovechó una cesión llena de clase de Lucas (ya transferido al PSG francés por 43 millones de euros) para "picarla" ante la salida del arquero Albil. 2-0, y a otra cosa.

Lástima que "la otra cosa" fue de lo más triste. Porque la violencia reemplazó al fútbol.

UN CIERRE GROTESCO

Mientras los jugadores de Tigre se recuperaban en el vestuario de los golpes, los cortes y las agresiones recibidas, en el campo de juego, en simultáneo, el escenario era muy diferente.

Los responsables de la pésima organización se preocuparon, eso sí, en armar rápida y efectivamente el podio para la premiación.

Los jugadores de San Pablo bailaban, cantaban y celebraban como si nada les hubiese ocurrido a sus colegas-rivales argentinos.

Rogerio Ceni le cedió el momento supremo a Lucas, que levantó la Copa Sudamericana e hizo estallar al Morumbí.

Esa postal es la que seguramente quedará instalada en "la historia oficial".

Pero, claro, hubo "otra historia".

La pelota, otra vez, quedó "manchada".

^ Al Inicio ^